No es lo normal en mi quehacer
diario el coger días de descanso, ni cada semana ni, mucho
menos, un mes o quince días para reponer fuerzas.
Posiblemente me sucede esto porque no me cuesta demasiado
trabajo, una vez que busco el asunto del día, llenar unas
cuartillas y pasarlas por el ordenador.
Por otra parte, me comprometí a esto y no sería yo si dejara
de hacer aquello que figura en mi agenda diaria, que además,
repito, no me cuesta gran trabajo prepararlo.
Y quienes me han seguido, a diario, desde mi primer día en
esta columna, allá por el 12 o el 13 de mayo de 2007, habrán
observado que no falté a la cita ni un solo día, porque en
todo ese tiempo he tenido la suerte de no coger ninguna
gripe, ni nada parecido, con lo que salvo el pasado 25 de
diciembre de 2007, día de Navidad, a punto de cumplirse ya
un año, el 1 de enero de este mismo año 2008 y el Sábado
Santo en el mes de abril, salvo esos días que, tampoco,
salió a la calle nuestro periódico, como no salió ningún
otro, el resto de los días, ahí estuvimos para darte los
buenos días, para hacerte perder unos instantes en la
sobremesa o para que fueras capaz de dormirte antes, por la
noche.
Ahora llega el último día de descanso del año, y eso de
descanso me suena a risa, porque pocas personas se cansan
cuando están haciendo algo que les gusta. Luego, una semana
más tarde, tendremos otro día de inactividad, en el día de
año Nuevo y a partir de aquí, da lo mismo jueves que
domingo, martes o sábado, festivo o laborable, hay que
cumplir con la obligación, pero una obligación que nadie,
sino yo, me impone, eso que quede claro.
¿Hasta donde se puede llegar? Creo que hasta donde uno se
proponga, si estás a gusto y, debo decirlo fuerte, aquí lo
estoy. Aquí tengo una página donde mostrar una serie de
opiniones que pueden gustar a unos y disgustar a los demás,
pero que van a tono con el día a día, en lo social, en lo
político o en lo pura y, simplemente, deportivo.
Más de una vez, antes de enviar al periódico el texto del
día, me he preguntado si aquello servía para algo a alguien
y al final siempre llego a la conclusión de que lo que no
sirve a nadie es lo que no se hace y, por tanto, una vez
escrito, ha salido al día siguiente, sin que nadie haya
puesto o quitado ni una coma.
En todo este tiempo sólo una columna no vio la luz del sol,
sino que se quedó en la recámara “durmiendo el sueño de los
justos”. Fue a comienzos de septiembre, y cuando yo volvía
hacia mi tierra, tras los exámenes de septiembre, a la
altura de Las Pajanosas detuve mi coche y marqué el teléfono
del gerente, Ángel. Yo iba dando vueltas a aquella columna
que había escrito al día siguiente de la fiesta de la Ciudad
Autónoma, y me daba cuenta de que, posiblemente, ni los
personajes que aparecían allí, ni el tema fueran lo más
ideal para un día después.
Quedamos de acuerdo en que esa columna no saliera y tres
horas más tarde, desde el Cruce de las Herrerías, donde pude
detenerme y escribir otra, se la envié para no faltar ni un
día a la cita.
Esa única excepción indica que aquí se puede hablar con
independencia, dentro de un medio abierto a todos los
ceutíes, abierto a todos los credos y opiniones, pero
manteniendo muy claramente su presente, muy agradable y su
futuro, cada vez más prometedor. En este día de “reflexión”
os deseo Felices Fiestas.
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