Apenas había pasado el mediodía
del 21 cuando aparecía el invierno, en medio de la fiesta
del Sol Naciente, o en vísperas de la Navidad.
Atrás había quedado un largo otoño y digo lo de largo, no
porque haya durado más que en años anteriores, sino porque
las condiciones climatológicas, desde septiembre, aquí en
Ceuta, al igual que en la mayor parte de nuestro país, han
dejado en “paños menores” a los estudiosos y defensores del
cambio climático, que nos habían vendido, como si el
desierto fuera a llegar hasta Asturias, algo que nadie creía
y que no pasa de ser una mera opinión.
La llegada del invierno, o al menos eso es ahora, no se
parece en nada a las dos últimas semanas del otoño, en las
que a un frente seguían dos más, y a esos dos iba a seguir
un tercero.
Aquí y ahora, el invierno ha venido acompañado del
anticiclón, con cierta revoltura en las corrientes marinas y
con bastante niebla en los valles de algunos de los ríos,
como el Duero o el Guadiana, pero el frío, al menos de
momento, ha desaparecido.
Con todo, la brevedad de los días, las pocas horas que ahora
mismo tenemos de sol, hacen que una vez que el sol se ha
puesto las bajas temperaturas se noten un poco más.
Es la época, por tanto, en la que al frío se une una
brevedad del tiempo que el sol se muestra en el horizonte,
para alumbrar un poco las representaciones navideñas.
Y en el cristianismo, no olvidemos que nuestro país, en su
casi totalidad es cristiano desde hace muchos siglos, no se
podía poner la fecha del nacimiento del Redentor más que en
esta época, era la transformación en lo religioso del Sol
Naciente a aquel Dios hecho hombre que venía a alumbrar el
camino de la humanidad.
Se habían dejado de lado los dioses paganos, el Cristianismo
ya en el siglo IV de nuestra era había adquirido tanta
fuerza que sólo podía lograr el dominio del Imperio Romano
el que tuviera a todos estos a su lado.
De una tacada se lograba el doble objetivo, poner las
fiestas cristianas donde estaban las paganas, sin trauma
alguno, para hacer coincidir el nacimiento de Cristo en las
fechas del nacimiento del nuevo Sol, o Sol Naciente.
Esto política y religiosamente tiene su explicación, pero el
invierno, o mejor dicho su comienzo, es algo más.
Es la etapa de muchos cambios, es el momento en el que está
en pleno auge la trashumancia, con vaqueros, pastores o
cabreros que recogen sus bártulos en las zonas altas de
Castilla o de Asturias, para marcharse a Extremadura o
Andalucía, aquí en España.
Y volvemos a encontrarnos con símbolos que no se ocultan en
el nacimiento de Cristo, los humildes, aquellos que trabajan
las 24 horas del día al lado de sus ganados y que, si es
preciso, acuden a echar una mano al vecino.
Los pastores, especialmente con jornadas largas en cuanto a
horas y bastante cortas por el espacio recorrido, se nos
muestran, por parte de la Iglesia, como uno de los elementos
básicos en aquellos instantes, y como totalmente necesario
en los movimientos de la trashumancia.
Ceuta, muy afín a las distintas culturas, pero alejada de la
trashumancia, vive estos días, como todos los pueblos
españoles, la entrada del invierno, entre fiestas, luz y
colorido para comprar o vender mejor.
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