Se acerca Navidad pero antes será
la Nochebuena. Costumbre muy arraigada en nuestra tierra
caballa es la cena de Nochebuena, que en Catalunya no la
hacen normalmente.
En Nochebuena, todos los años, suelo organizar una cena
familiar en mi casa de Mataró con todos mis hijos y a la que
suele acudir puntualmente mi ex mujer, con la que tenemos,
mi actual familia, excelentes relaciones.
Cuando nos divorciamos no hubo problema alguno, en
referencia a los hijos.
Por eso, cuando leo artículos, o visiono noticias por la
tele de disputas familiares sobre custodias en separaciones
y divorcios; así como actuaciones judiciales… no puedo, por
más que lo intente, desentenderme del asunto.
La custodia compartida es una situación legal en la que
ambos progenitores ejercen la custodia de sus hijos menores
de edad en igualdad de condiciones y de derechos sobre los
mismos. No debe ni pude confundirse con la patria potestad.
En el caso de custodia NO COMPARTIDA, y salvo casos muy
excepcionales, los progenitores siguen teniendo, los dos, la
patria potestad sobre los hijos.
Escribo en defensa de la custodia compartida porque con ella
ambos padres pueden influir en el desarrollo y la evolución
física y psicológica de los hijos y tener un contacto
permanente con los mismos.
En las custodias no compartidas el desarrollo del menor es
notablemente inferior y los conflictos emocionales se
desarrollarán en él por el resto de su vida.
La custodia compartida es un derecho natural, en algunos
países es también un derecho constitucional, que defiende
que los padres e hijos deben y tienen que vivir
estrechamente relacionados.
En España los estamentos judiciales suelen no apelar a la
custodia compartida obligatoria lo que genera graves
problemas de relaciones entre los padres y generalizando el
síndrome de alienación parental, cuando resulta ser a todos
los efectos UN DERECHO HUMANO a través de una vía de
igualdad, sin cortapisas, para la total protección de los
derechos del niño.
Con las actuaciones judiciales del país, en materia de
separaciones y divorcios, estamos asistiendo a una dramática
situación de desprotección de los niños y dando el poder
total a la madre, que en casi todos los casos obtiene la
protección de la ley y que usa este recurso para manipular a
su ex pareja y producir daños emocionales al niño, en la
familia paterna y, por extensión, en la propia madre y en la
familia materna.
La influencia de las feministas sobre el asunto es bastante
grande. Se arrojan, indefectiblemente y como aves de rapiña,
sobre las mujeres separadas o divorciadas y le meten en la
cabeza una serie de nociones egoístas que las hacen, a las
separadas y divorciadas, creer que tienen todo el derecho
del mundo a su favor.
En casi todos los juzgados, donde se celebran vista pública
sobre divorcios, siempre hay como observadora un miembro, al
menos, de este colectivo y poco le falta para soltar un
rollo fenomenal a la compareciente sobre las ventajas que
obtendrá, si tiene hijos mejor, cuando tenga la sentencia de
divorcio en el bolsillo.
Tenemos un Ministerio de la Igualdad, pero que pertenece a
las mujeres y donde los hombres no tienen nada que hacer…
entonces ¿dónde se encuentra esa igualdad?
Tengo constancias, muchas, de casos graves acerca de mujeres
que sacaron grandes tajadas de sus divorcios o separaciones
y que siguieron ensañándose con sus ex hasta exprimirlos por
completo sin ninguna razón moral para hacerlo que no sea
para su propio ego. ¿Los hijos? Se perdieron en la selva de
la marihuana, del opio, de los sentidos delincuenciales…
Mucho dinero se mueve en este negocio, desde abogados sin
escrúpulos hasta simples secretarias que hacen lo que
quieren con papeles que contienen sentencias de muerte y
cuya mano ejecutora suele ser siempre un ex totalmente
hundido y cuyas células grises no le permiten contemporizar
las grandes dosis de bilis que arraigan en su empobrecido
cerebro.
Los hombres no sabemos hacer teatro real, con caras
compungidas y moratones y heridas ocasionadas con los marcos
de las puertas… vamos directos al toro y solemos ser
cogidos.
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