Ya saben ustedes, porque es
noticia a nivel mundial, que Bernard Madoff ha estafado
38.000 millones de euros. Sí, así como suena 38.000 mil
millones, O sea como quien dice par de euros. Vamos en plan
bandolero al estilo de Curro Jiménez que le quitaba el
dinero a los ricos para repartirlo entre los pobres aunque
el Madoff, todo hay que decirlo, se diferencia de Curro
Jiménez, en que el dinero que le ha quitado a los ricos, no
lo ha repartido entre los pobres, se los ha quedado para él.
A los “boyaos”, o sea a los que tenemos menos en los
bolsillo que uno que se está duchando, no es de consuelo el
saber que a los ricos, esos que son para el dinero unos tíos
listísimos, le han hecho la “pirula” y le han “mangado” una
jartá de miles de millones de euros. Consuelo de muchos,
consuelo de tontos. Y, que duda cabe, podremos ser unos
”boyaos” pero no tontos.
A los “boyaos”, los que estamos más tiesos que una mojama en
tiempo de poniente fuerte, jamás no podrán hacer la “pìrula”
quitándonos el dinero, por la sencilla razón de que no
podemos invertir, ya que no tenemos un euro. Una ventajilla
que tenemos con todos esos ricos a los que les han tomado el
pelo.
Como estamos próximos a las fiestas navideñas y uno, en esas
fiestas, se vuelve de un bueno que asusta, aunque algunos no
me quieran creer, me dan pena todos esos ricos a los que han
estafados, sobre todo porque estas navidades les faltaran en
sus mesas los Cohibas traídos directamente, fletando un
avión, desde Cuba, ni tener para sus desayunos en las
terrazas de sus maravillosos apartamentos la ensaladera
llena de esas cosas que parecen bolitas de zurrapa de café y
que llaman caviar y, si me apuran, sentiré en los más
profundo de mi alma, que no puedan sentarse a la mesa, sin
que esta esté llena de langostinos de la raya negra sobre el
lomo, ni sígalas, langostas o bogavantes, regados con una
cosas que al descorcharse la botella sale espumoso y al que,
los entendidos, llaman champán. Por favor, enano, acércame
el tarro de derramar par de lágrimas de dolor.
A nosotros los “boyaos”, no se nos presentará ese problema a
la hora de sentarnos a la mesa toda la familia para la cena
de Nochebuena. Algunos qué quieren qué les diga,
desconocemos los langostinos con el lomo con una raya negra,
las langostas o las sígalas. Bueno, lo de esas bolitas de
zurrapa de café a la que llaman caviar, no sólo no las
conocemos, es que no la hemos visto en nuestras vidas.
Nosotros lo que conocemos bien, es una sopita calentita y un
trozo de pollo. Oiga, que es gloria pura.
Y la pena que me van a dar, todos estos ricos a los que han
tomado el pelo, cuando se acerquen los Reyes Magos y no se
puedan comprar el último modelo de “mercedes” o otras marcas
famosas que cuestan un ojo de la cara o el último modelo de
yate con el que surcar los mares, dando grandes fiestas a
bordo de los mismos. ¡Que pena, Dios, que pena me dan!.
A todos estos ricos a los que han timado, se les ha quedado
la misma cara de gilipoyas, que se nos queda a los tiesos,
cuando jugamos a las tres cartitas y nunca ganamos, porque
no se puede ganar a un trilero. ¡Será por gilipoyas!
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