Tras especializarse en literatura árabe, Rachid Niny,
director del diario Al Massae, se encuentra, como otros
tantos marroquíes de su generación, en paro, sin
perspectivas. Decide buscar mejor suerte en España, adonde
llega en patera de forma clandestina. Duros años de trabajo
como albañil, barman o temporero apenas se ven recompensados
y una llamada de teléfono prometiéndole trabajar como
periodista basta para que vuelva a casa, en 2000. Pasajes
por el canal televisivo 2M y el diario Assabah (‘la mañana’)
preceden al lanzamiento de Al Massae (‘la tarde’), en 2006,
rotativo que se convierte en fenómeno mediático y líder de
ventas. Buena parte de este éxito reside en las crónicas de
Niny, convertido para muchos en un ‘Robin Hood del
periodismo’ en constante batalla contra un régimen en eterna
transición hacia la democracia.
Pregunta.- A pesar de mediar rectificación y disculpas,
una sentencia judicial le ha condenado a pagar más de 6
millones de dírhams (casi 600.000 euros) en concepto de
daños y perjuicios por difamación. ¿Cómo interpreta esta
condena?
Respuesta.- Es una pena de muerte, una multa
desproporcionada para un medio de comunicación en este país.
La intención de acabar con nosotros queda manifiesto en la
rapidez en la aplicación de la sentencia. Apenas unos días
después del veredicto ya teníamos las cuentas bancarias
congeladas, poniendo en riesgo el futuro de casi 300
familias. Estamos simplemente esperando el día en que
tengamos que echar definitivamente el cierre.
P.- ¿Por qué esta “pena de muerte” precisamente contra su
diario, contra Al Massae?
R.- Es una venganza que forma parte de la estrategia del
régimen para, a través de de la justicia, acabar con la
prensa independiente en general y con Al Massae en
particular. El poder se esconde detrás de la justicia para
manipularla y ajustar cuentas con una prensa díscola y
peligrosa para sus intereses. Este tipo de artimañas son
constantes durante los últimos años, implicando un notable
retroceso de las libertades en Marruecos.
P.- Le noto resignado, ¿no ve atisbo alguno de salvación
para su publicación?
R.- No, no, ni muchos menos. La esperanza la mantendremos
hasta el final. Estamos dispuestos a luchar por nuestra
supervivencia y para que nuestro periódico exista porque es
necesario que haya un medio como el nuestro, ya que somos
una locomotora de la transición democrática en Marruecos.
P.- ¿Cuáles son sus armas en esta lucha contra la
instrumentalización de la justicia contra los medios
independientes de la que habla?
R.- Contamos con el apoyo incondicional de lectores,
políticos, intelectuales y sociedad civil, no sólo en
Marruecos sino también en el extranjero. Este sostén se ha
puesto de relieve ya en varias ciudades, donde nuestros
seguidores se han manifestado ante los tribunales para
exteriorizar su enfado hacia una condena que demuestra,
empero, que nuestra justicia no es independiente.
Cambio en “las reglas de juego”
P.- En la mente de todos se encuentra el caso de Ali Lmrabet,
uno de tantos periodistas marroquíes enviados a prisión por
“delitos de prensa”. Ahora la justicia opta por sanciones de
tipo económico. ¿Qué opinión le merece esta nueva deriva?
R.- Parecen haber cambiado las reglas del juego. Antes
mandaban a los periodistas a prisión pero esto le salía al
Estado bastante caro, sobre todo en términos de imagen en el
extranjero. Ahora creen que es más discreto poner multas
desorbitadas como la nuestra para acabar contigo, cerrarte
el negocio o cambiar tu línea editorial, tus posiciones, y
volverte un periodista dócil.
P.- Gobierno y sindicato se encuentran negociando un nuevo
código de la prensa, más democrático. ¿Supondrá un avance el
nuevo texto?
R.- No creo que ayude en nada porque el problema fundamental
es la justicia. Aunque nos dotemos de un código de prensa
más avanzado, a imagen los países occidentales y
democráticos, no servirá frente a una justicia corrupta y
pendenciera. Mientras este lastre persista, nuestra
transición política será mera fachada. Los problemas de
antes siguen existiendo porque no hay una voluntad fuerte y
clara de reforma. Así no es posible ningún avance hacia la
democracia.
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