Comenzamos con una semana en la
que los movimientos, los desplazamientos y el cambio de
lugar es una constante para una gran parte de la población.
Trenes a tope, vuelos al completo y las carreteras con
atascos desde la salida de la gran ciudad hasta que se llega
al pueblo más pequeño y más resguardado, en la sierra o en
la orilla del mar.
Es la ley del tiempo en el que nos movemos, el constante
desplazamiento, como si permanecer donde uno vive de
ordinario fuera una maldición que hay que conjurar,
poniéndose al volante, embarcándose o subiendo al tren o al
avión.
Particularmente prefiero los desplazamientos por carretera,
es lo que hace ser de tierra firme y alejada de la costa,
que desde niño todos los desplazamientos eran casi siempre
por medios propios, con lo bueno y lo mucho malo que, a
veces, tiene eso.
Porque ahora, en esta época, y especialmente en las zonas
que son frías, muy frías, en invierno, salir a la carretera
conlleva muchos peligros, que no siempre uno mismo los puede
capear, algunos de ellos ocasionados por despistes propios,
a eso se agarran los de las estadísticas de la DGT, y otros
muchos por el mal estado de las carreteras, especialmente en
sus puntos negros, de lo que la DGT no quiere ni hablar,
porque para ellos esos puntos negros no existen. Y junto a
estas dos realidades existentes, están las propias de las
inclemencias del tiempo, lluvia que no es peligrosa siempre,
pero que hace auténticos estragos, de vez en cuando; nieve,
más peligrosa que bonita, de ordinario, con el hielo que
acarrea tras ella y, por si no hubiera bastante con eso, la
niebla, en estos días, de la que se habla como de pasada sin
que nadie preste la atención que de verdad merece, por lo
complicada que se hace la conducción cuando te la encuentras
en el camino.
Hace un par de días, en mi desplazamiento a tierras
castellanas, ya bien entrada la noche, tuve la mala suerte
de tener que cruzar parte de la Tierra de Barros con una
densa niebla que me hizo pasar más miedo que cuando tengo
que cruzar el Estrecho con temporal.
Y hay razones para ese miedo que digo, porque salvo por
imperiosa necesidad yo jamás cruzo el Estrecho con levante
fuerte, mientras que hasta ahora, en muchas ocasiones, había
conducido con niebla sin el menos problema, o sin darme
cuenta del problema.
Curiosamente he citado dos aspectos para viajar con peligro,
el fuerte levante en el Estrecho y la niebla en la
carretera, pues para más INRI una cosa y otra se suelen dar
cada vez que ese famoso anticiclón, que se nos dibuja en la
televisión, se pone sobre la península, cosa que me ha
costado entender, pero que ya había comprobado en múltiples
ocasiones anteriormente.
Lo que no acierto a comprender es como, y especialmente en
estas fechas que se acercan, cuando se dan las previsiones
del tiempo, del levante en el Estrecho nos enteramos, porque
lo sufrimos, los que vivimos en Ceuta y pocos más, y sobre
las densas y peligrosas nieblas casi no se habla y se pasa
por ellas como si fueran un regalo más de Papá Noel.
Ahora mismo, cuando me supongo que más de un ciudadano de
Ceuta está preparando sus maletas para salir unos días
fuera, deberán tener cuidado si es que van a pasar por
alguna de esas zonas que, de pasada, han citado con algunas
nieblas. Es algo que no se puede uno tomar a broma, porque
ese es otro de los puntos negros con tanto peligro como
aquellos otros de los que no habla la DGT.
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