Estoy un poco fuera de este mundo.
La gripe me ha golpeado con un tremendo knockout (KO) que
casi acorta mis esperanzas de vida.
Eso de pasar un fin de semana en la sierra esquiando en plan
hermanos Ochoa no se me da bien. Las gélidas pistas estaban
barridas por un mistral de ahí espero y si no me fui de
cabeza al lago poco faltó. El empuje del viento es peligroso
cuando uno esquía tranquilamente confiado en sus dotes.
Ahora tengo fuerzas, gracias al jarabe de la abuela, y
escribo estas líneas con las células grises un poco
alteradas, en parte por la crisis y en parte porque los
hechos actuales me dan plenamente la razón.
Existe un sistema económico insostenible que se conoce como
células de la abundancia, más conocido como sistema Ponzi.
Es la pirámide económica, un esquema de negocios que se basa
en que los participantes refieran a más clientes con el
objetivo de que los nuevos clientes produzcan beneficios a
los participantes originales. El nombre de pirámide se da
porque se requiere que el número de participantes nuevos
sean más que los existentes.
El quid de la cuestión piramidal está en que funciona bien
mientras existan nuevos participantes en cantidad
suficiente. Cuando éstos disminuyen por saturación, los
beneficios de los participantes originales disminuyen y
muchos de ellos terminan sin beneficio alguno tras haber
financiado las ganancias de los primeros participantes.
Esto es lo que ha hecho Bernard Madoff y con él muchos
bancos y entidades financieras, aunque estos últimos lo
vienen haciendo desde siempre con la salvedad de que
disponen de coberturas con los créditos del FMI o BCE en
caso de quiebra. Pero no deja de seguir siendo fraudulento
pero respaldado por la legalidad.
Lo que yo comentaba en un artículo sobre el tema de la
economía y publicado en éste diario meses atrás, entra de
lleno en la diana mediática por su certera referencia, no me
lo nieguen. Aunque bien es cierto que no incluí nombres, ya
estaba bastante sobrado.
No es clara la referencia que hacen nuestras autoridades
económicas acerca de que es poco preocupante la situación…
cuando son 3.000 millones, por ahora, que desaparecen en los
bolsillos de Madoff. Eso de que los implicados son grandes
fortunas está por ver ya que muchos ciudadanos tienen planes
de pensiones y las entidades depositarias de los mismos
suelen jugar con ese dinero, ya sea en la Bolsa o en otras
formas de beneficios rápidos. Captan nuevos futuros
pensionistas para financiar a los que alcanzan la edad. Esta
muy clara esa forma de pirámide y sobre la que no existe
control serio alguno.
Mal asunto se presenta, para la economía en general, cuando
se va perdiendo poco a poco la confianza de los inversores
si encima sueltan cortinas de humo para desviar el temor
hacia estratos imposibles de contactar como son esos
supuestos inversores internacionales de los que nadie ha
sabido nada hasta ahora.
Es increíble que profesionales financieros se dejen engañar
por promesas de rentabilidad de dos dígitos sin que
estuvieran plenamente justificadas, cuando deberían haber
exigido una explicación clara de cómo podrían producir esa
rentabilidad. No basta con saber que se puede obtener tal
rentabilidad, hay que saber el cómo se obtiene.
Dada la desconfianza que me genera el sector, mañana mismo
sacaré mi capital, lo que quede, del fondo de pensiones que
mantenía hasta ahora. No me fío ni un pelo, pese a las
seguridades que me dan y aunque pierda los intereses de casi
un año, no voy a esperar a tener 65 años y que se haya
esfumado entonces.
El que quiera picar que pique, luego no se queje.
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