Tenía por delante un Ribera del
Duero que me avivaba la imaginación y me subía en parte una
tensión que pecaba de baja. Y no sé por qué, al sentirme
estimulado, se me vinieron a la memoria los problemas del
Instituto Ceutí de Deportes, antes llamado IMD. En esas
andaba yo, dándole vueltas al asunto, pasado ya el mediodía
de un lunes muy frío, cuando caí en la cuenta de que un
gerente en el ICD dura nada y menos en su puesto.
Eché las cuentas y me fue posible comprobar que en los
últimos años han pasado por el organismo autónomo, tres o
cuatro personas que no han sido capaces de aguantar el tirón
como administradoras y gestoras de los recursos de esa
sociedad municipal.
Veamos, me dije: por la gerencia del ICD ha pasado Susana
Román; deportista afamada y mujer muy considerada en la
ciudad donde fue nacida. Cuyos éxitos fueron premiados
merecidamente, en repetidas ocasiones. Y recordé, incluso,
que hubo un tiempo en el cual solía charlar con ella y hasta
creo que la elogié en los papeles a fin de ayudarla, en la
medida de mis posibilidades, a que le dieran la gerencia del
ICD. Pero, una vez obtenido el empleo, Susana demostró no
conocerme de nada. Y a mí, cuando me enteré de que le
estaban haciendo la vida imposible en su destino, me resultó
imposible acceder a ella para preguntarle al respecto y ver,
de paso, si convenía echarle un capote.
El siguiente gerente fue Ricardo Barranco (cito de
memoria y, por lo tanto, me expongo a errar, temeroso de que
llegue mi compañero Reduan, artista gráfico de mucho
peso en este periódico, y me saque los colores). A Barranco
no tengo el gusto de conocerle. Aunque dicen que fue Juan
Vivas el que un buen día le dijo que Puerta,
Camino y El Viti. O sea, que se fuera del ICD
deprisa y corriendo.
El sustituto de Barranco fue Eva Morales. A la cual
conocí, por pura casualidad, durante una de mis visitas al
despacho que compartían Javier Martí y Sebastián
Fernández. Me la presentaron y quedé entusiasmado por la
alegría que rezumaba aquella mujer. Alegría que,
seguramente, se iría diluyendo a medida que pasaba los días
metida en ese cuchitril del ICD, sito en la plaza Rafael
Gibert. Así que no me sorprendió cuando bien pronto me
dijeron que Eva se había dado el piro y si te vi no me
acuerdo.
Y, como si fuera una carrera de relevo, allá que comenzó
Cristina Bernal su ejercicio. Y creo que la pobre está
ya hasta el... moño de tener que aguantar lo que hay que
aguantar en el ICD. Y no hay día que la criatura no se ponga
a invocar a todos los santos posibles para que cuanto antes
la libren de estar sometida al tormento de quienes no
quieren que ningún gerente, si no es colega de ellos, dure
allí ni siquiera un amén.
Algo que a mí no me sorprende. Ni mucho menos. Porque
conozco, sobradamente, que los cimientos de ese organismo
están hechos con arenas movedizas. Y así, créanme, no creo
que haya gerente capaz de poner firme a Julio Ortega
y sus adláteres. Quienes suelen darse pote contando cosas en
foros digitales, donde firman de esta manera: “No somos Pete
Sampras”.
Entretanto, el viceconsejero, Víctor Iñiguez, del que
dicen que es tan buena persona como celosa de los gerentes,
está en las Batuecas.
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