La sala de estar del hotel Tryp,
el sábado pasado, parecía La casa de tócame Roque. Debido al
zipizape que armaron los doce militantes excluidos del PSOE
de Ceuta en esta nueva etapa del partido. De haber vivido
Mesonero Romanos, que tanto se inspiraba en las riñas de
vecindad de aquel Madrid del XIX, seguro que habría
disfrutado de lo lindo describiendo lo sucedido allí desde
primeras horas de la mañana.
A don Ramón de Mesonero, que era observador perspicaz y por
ello estaba sumamente capacitado para contar lo que otros no
veían, le hubiera salido un cuadro costumbrista de estilo
incomparable. Una obra de arte preñada de extravagancias y
ridiculeces: esperpento en estado puro. Con lo cual es más
que posible que se hubiera adelantado, incluso, a Valle-Inclán
en su quehacer sobre el esperpentismo. Porque la cosa pudo
terminar en tragicomedia. Dada la ferocidad mostrada por
quienes no aceptaban su exclusión del partido.
Tampoco es que a uno le sorprendiera el guirigay que se
produjo en la recepción del hotel. Un alboroto que a punto
estuvo de hacer necesaria la intervención policial para
poner orden y bajar los decibelios producidos por la
pelotera endemoniada que allí se había formado.
Aleccionando a los repudiados por el partido se hallaba un
tal Martínez. A quien el cuerpo le pedía gresca.
Éste, deseoso de trifulca, se movía en el escenario dando
consignas y alentando al enfrentamiento con cuantos
descendieran de la planta quinta del hotel, donde se
celebraba la asamblea, convertido en militante de un PSOE
que a él le había dicho que nones. Vamos, que no lo querían
ver ni en pintura por la sede.
El tal Martínez andaba desatado. Por lo que no hacía caso a
la petición de calma que le recomendaba Manuel Calleja;
el cual me merece muchísimo respeto. Y verle allí, en tan
desairada situación, me produjo el mismo sinsabor que
comprobar, por ejemplo, el mal momento que le estaba tocando
vivir a una mujer que dio siempre pruebas de comedimiento y
discreción cuando su marido fue presidente de la Ciudad. Me
refiero a María Elena Torregrosa: esposa de
Basilio Fernández.
Y por el aprecio que os profeso, me vais a permitir que os
diga que la actitud que adoptasteis, en sitio público, no
tiene justificación. Por más que ser dado de baja como
afiliado del PSOE os lo hayáis tomado como un hecho
afrentoso. Como una venganza urdida por una Antonia María
Palomo que sin estar no se os cae su nombre de la boca a
todos los que andáis ahora con el demonio de la bronca
metido en vuestros cuerpos.
Creedme, María y Basilio, que vosotros tendríais que haber
estado lejos de esa tumultuosa salida de tono en esa sala de
estar de un hotel donde se escribió otra página grotesca,
poniendo como excusa la política. Porque tu marido, María,
es ex presidente de la Ciudad, reputado abogado, y ostenta
un cargo público. Y tú eres una gran señora.
Dije, días atrás, pero no tengo el menor empacho en
repetirlo, que De la Encina puede haber errado en
algunas cosas. Pero es de justicia reconocer que su tarea ha
sido ardua y compleja. Y la respuesta no era la que se vio
en el Tryp. Donde vosotros, a mi modesto entender, María y
Basilio, estabais fuera de lugar.
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