Madrid y Rabat retoman, al menos en apariencia, la
senda de la normalidad con la celebración de la cumbre
bilateral que se inicia hoy en la capital de España. Junto
con elementos de “conflictualidad episódica” como Ceuta y
Melilla, el Sáhara o la emigración, los retos conjuntos y la
economía aportan estabilidad en estas especiales relaciones
de vecindad. Un encuentro al que acudirán, además de los
representantes ministeriales de ambos Gobiernoas, los
representantes autonómicos de las comunidades españolas
limítrofes como Andalucía y Canarias, en tanto que el Estado
asuma la representación de Ceuta y Melilla.
Madrid acoge desde hoy la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre
Marruecos y España anunciada el 9 pasado de octubre en Rabat
por María Teresa Fernández de la Vega y Miguel Ángel
Moratinos. Se buscaba poner de relieve la “buena sintonía”
existente, presentándose esta RAN como la consagración de la
“vuelta a la normalidad” en las relaciones bilaterales. Al
menos en apariencia, se ponía fin a los desencuentros tras
la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla en noviembre de
2007 y que, a modo de represalia, derivó en la retirada del
embajador del Reino Alauí en España y en el anuncio
unilateral del país magrebí de suspender “indefinidamente”
este tipo de cumbres.
“Hay margen de mejora pero nuestras relaciones son
globalmente positivas, basadas en una fuerte amistad,
confianza y estrecha colaboración y cooperación”, destacó la
vicepresidenta primera. La visita de los dos ministros era
la continuación del encuentro entre José Luís Rodríguez
Zapatero y su homólogo marroquí, Abbas El Fassi, en Oujda, a
finales de julio, y la antesala de una serie de visitas
cruzadas entre responsables de uno y otro país. En la agenda
bilateral temas ineludibles como terrorismo, emigración,
tráficos ilícitos, trabajo, justicia o transporte, ámbitos
este en el que tomar forma el enlace fijo, el túnel
subterráneo del estrecho de Gibraltar.
Desde el 13 de octubre, Marruecos cuenta con un estatuto
avanzado en el seno de la UE, para cuya obtención el rol de
España ha sido clave. “Somos el principal valedor de Rabat
ante Bruselas, su nexo de unión ante las instituciones
comunitarias”, señalaba Moratinos horas de la adopción de un
estatuto que acrecienta la presencia y participación
marroquí en la Unión. Diálogo político y estratégico,
cooperación parlamentaria, seguridad y justicia, economía y
finanzas, energía, agricultura y energía, son algunas de las
dimensiones del acuerdo. “Más que un socio y menos que un
miembro pleno de la Unión”, en palabras de Khalid Naciri,
portavoz gubernamental.
Junto con los retos bilaterales de calado, siendo Marruecos
un aliado de excepción a nivel regional y en proyectos como
la Alianza de Civilizaciones, perviven temas como Ceuta y
Melilla, el diferendo del Sahara Occidental o la gestión
migratoria, en la base de la “episódica conflictividad”
entre ambos países. A pesar de la mejora en las relaciones
con Zapatero, que alcanzaron su punto más bajo en julio de
2003 durante la “crisis de Perejil”, la visita de los Reyes
de España, considerada como una “grave afrenta”, avivó las
reivindicaciones soberanas marroquíes sobre las ciudades
autónomas. Si bien la posición oficial de Madrid en el
dossier saharaui (“posición proactiva” a favor de una
resolución bajo la égida de Naciones Unidas) no contraría a
Rabat, molesta el apoyo de la sociedad civil española a las
tesis del Polisario cuando Marruecos plantea la opción
autonomista como salida última al conflicto.
El plan para incentivar el retorno voluntario de
inmigrantes, mal acogido por la opinión pública, ha generado
controversia. De los 700.000 marroquíes en situación regular
en España, contingente al que ha afectado sobremanera el
aumento del paro, apenas 300 han abrazado el retorno
voluntario. “Exigimos una gestión más eficaz, digna y
respetuosa de los derechos de nuestra comunidad instalada en
España”, lanzaba recientemente el titular de Exteriores,
Taieb Fassi-Fihri. En contrapartida, los buenos frutos
cosechados de la colaboración han significado en 2008 un
descenso del 20% en los flujos irregulares y la ampliación
de los canales de emigración regular en 16.000
contrataciones temporales y 2.000 indefinidas.
La economía es, quizás, el eje central en la estabilidad de
las relaciones hispano-marroquíes. Marruecos es el segundo
socio comercial de España fuera de la UE, aumentando un 18%
las importaciones procedentes de este país el pasado año.
Más de 1.000 empresarios españoles operan ya en territorio
marroquí y Madrid considera que todavía hay potencial por
explotar, estimándose que esta presencia se triplicará a
medio plazo con la introducción en sectores incipientes como
infraestructuras, energías renovables, telecomunicaciones,
nuevas tecnologías y sanidad.
Lo humano y cultural se antojan otros factores de entente.
En Marruecos residen oficialmente 6.403 españoles, la
segunda comunidad extranjera tras los franceses. La red de
colegios dependientes del ministerio de Educación continúa
expandiéndose, con una cada vez mayor demanda de plazas. El
español está de moda, lo que se refleja en los 15.000
estudiantes matriculados en seis institutos Cervantes que
hacen de Marruecos el país donde más centros de este tipo
existen. “Proximidad e historia aparte, lo que más nos une a
España es nuestra lealtad al Real Madrid o al F.C.
Barcelona”, sentencia Abdelhak, un oriundo de Alhucemas, en
perfecto castellano.
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