La formación que en el siglo XXI reciben los jóvenes en
colegios, institutos y en menor medida en la universidad no
se limitan ya únicamente al aprendizaje de unos conceptos
básicos. La nueva apuesta es la enseñanza de la convivencia.
Algo fundamental en una sociedad multicultural y determinada
por la competitividad y el conflicto. Para ello, desde la
cúspide de la Educación, representada por el Ministerio del
ramo, hasta la parte más baja del escalafón, como son los
colegios y demás centros escolares, se trabaja en fomentar
la convivencia. Una de las herramientas fundamentales son
los planes de convivencia.
La LOE establece que el proyecto educativo de cada centro
deberá recoger los valores, los objetivos y las prioridades
de actuación. Dicho documento deberá tener en cuenta las
características del entorno social y cultural del centro,
recogerá la forma de atención a la diversidad del alumnado y
la acción tutorial, así como el plan de convivencia.
Por definición estos planes contienen las líneas de
actuación del centro en relación con la convivencia. El
proyecto incluye las líneas generales del modelo de
convivencia, los objetivos específicos a alcanzar, las
normas que lo regularán y las actuaciones a realizar para
conseguir las metas planteadas.
Las actuaciones van encaminadas al desarrollo de
comportamientos adecuados por parte de los alumnos para
convivir mejor en las aulas y resolver los conflictos a
través de la participación, de unos buenos cauces de
comunicación y de la prevención de problemas de conducta.
De otro lado, como recordaron desde el colegio Valle-Inclán,
este proyecto contiene también otros aspectos de la
convivencia como son las conductas contrarias a la norma de
comportamiento y las sanciones previstas. Unos planes que
recogen los derechos y deberes de los alumnos, como no podía
ser de otra manera.
Los centros ceutíes, volcados
No existe en este momento prácticamente ningún centro con el
plan de convivencia terminado y actualizado a los últimos
cambios realizados por el Ministerio de Educación. Las
excepciones las representan el colegio Reina Sofía, que lo
tiene acabado desde el curso pasado, el Ramón y Cajal, que
además lo presentó a la Dirección Provincial, y el Andrés
Manjón, que tiene pendiente el plan de convivencia aula por
aula. El resto, entre colegios e institutos, lo tienen más o
menos adelantado.
La celebración estos meses del curso sobre competencias
básicas del profesorado está influyendo en la elaboración de
los planes de convivencia. Muchos profesores de distintos
centros están asistiendo y han prestado especial atención al
último de los módulos que, sobre esta materia, dirigió José
Antonio Binaburo, coordinador de ‘Escuelas, espacio de paz’
en Andalucía. Este ofreció unas nociones básicas para la
realización de los planes de convivencia en los centros.
“Hemos paralizado la elaboración de nuestro proyecto por la
celebración del curso de competencias del CPR al que han
asistido algunos de nuestros profesores”, precisó Ana
Beltrán, directora del Mare Nostrum. Caso parecido ha
ocurrido con los colegios Santa Amelia y Juan Carlos I,
según manifestaron sus propios directores.
Los trabajos están muy avanzados en la mayoría de centros ya
que empezaron a elaborar sus planes de convivencia en algún
momento del curso pasado. Sin lugar a dudas, por su
elaboración, por su periodo de ejecución y por su vigencia,
los planes de convivencia son unos proyectos de medio y
largo plazo. Desde el instituto Almina, Susana Borja, jefa
de estudios, lo explicó bien: “Empezamos el pasado curso y
estamos desarrollando actuaciones básicas. Consideramos que
tendrán que pasar tres años más hasta que podamos ejecutar
todas las acciones previstas”.
Uno de los casos particulares es el del instituto Siete
Colinas cuyas labores en este sentido están algo paralizadas
por el status de dirección provisional que tiene el centro.
Al finalizar el curso se convocará un proceso para elegir
nueva junta que será la que lleve los designios de este
plan. Mientras, se trabaja en él pero a un ritmo menor.
El Camoens tiene otro tipo de vicisitudes como es el cambio
en la figura del orientador estudiantil. Una nueva persona
ha ocupado el cargo y ello repercute en esta cuestión. Este
instituto cuenta ya con el proyecto educativo de centro y
tiene como estiletes para la convivencia un educador y un
trabajador social, según explicaron fuentes del Camoens.
El Ministerio de Educación tiene también que terminar de
hacer sus deberes y es que queda por legislar aun ciertas
cuestiones relativas a la atención a la diversidad. Muchos
centros tienen pendientes sus planes a falta de este
capítulo y en espera de novedades procedentes de Madrid. Es
el caso del colegio de prácticas Maestro José Acosta.
Especialmente interesante es la labor del colegio Andrés
Manjón donde la dirección ha planteado una mayor implicación
del profesorado para realizar planes de convivencia por
aulas. “La idea es medir el grado buen comportamiento de los
alumnos y la ausencia de conflictividad clase por clase”,
declaró Maria Luisa Abarca, directora. La renovación de
estos planes grupales será anual.
El colegio Príncipe Felipe es de los muchos que tenían
elaborado un plan de convivencia anterior a la
obligatoriedad marcada por ley. La dirección del centro
trabaja ya en una actualización del mismo ante la llegada de
nuevos conceptos.
Desde el CEIP Rosalía de Castro se optó en su momento por
iniciar la elaboración de este plan contando con la opinión
de alumnos, profesores y padres. “La encuesta que realizamos
fue un punto de partida para nuestro proyecto”, aclararon
desde el centro.
La diferencia en secundaria
Los planes de convivencia tienen ciertos matices
diferenciales cuando se trata de institutos de secundaria.
Unos complementos aditivos que vienen determinados por la
diferencia de edad de los estudiantes que albergan. Es
entendible que cuanto mayores son, más pueden ser los
problemas y de más envergadura.
Uno de los elementos diferenciales es la obligatoriedad que
tienen los institutos de introducir en sus proyectos las
figuras del estudiante mediador y el aula de convivencia.
El instituto Almina es, quizás, el centro de secundaria que
más ha avanzado respecto a la figura de los mediadores. Unos
estudiantes que antes de empezar a trabajar han de formarse,
y en eso están.
La comisión de convivencia del centro, compuesta por un
grupo de profesores evalúa los registros del centro en esta
materia. Son ellos quienes también han de estar al tanto de
la formación de alumnos mediadores.
La formación viene en cascada. El Ministerio de Educación
inició el año pasado los cursos de formación de formadores
en materia de convivencia. A estos ciclos asistieron el
antiguo jefe de la Unidad de Programas, Rafael Leal, el
profesor de filosofía del Camoens, Manuel Calleja Salado y
un representante de la Federación de Asociaciones de Madres
y Padres de Alumnos (FAMPA) de Ceuta. Estos, una vez
finalizado el curso tiempo atrás han debido continuar la
formación en cascada para que esta pueda llegar de forma
indivudalizada a los centros educativos en esta fase de
mediadores.
Desde el Almina consideran “fundamental” la figura del
alumno mediador, sobre todo para que este trabaje en la
resolución de conflictos con sus iguales y para ejercer con
los estudiantes expulsados o expedientados. “Normalmente
cuando un adolescente es sancionado tiende a pensar que se
ha sido injusto con él, es expulsado varios días pero no
reflexiona. Acaba desconectando con la realidad educativa y
eso no es bueno. Ahí debe emerger la figura del alumno
mediador”, aseveró Susana Borja, jefa de estudios del
centro.
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Los proyectos educativos de centro, según la Ley Orgánica de
Educación
Artículo 121.1.El proyecto
educativo recogerá los valores, los objetivos y las
prioridades de actuación. Asimismo, incorporará la
concreción de los currículos establecidos por la
Administración educativa que corresponde fijar y aprobar al
Claustro, así como el tratamiento transversal en las áreas,
materias o módulos de la educación en valores y otras
enseñanzas.
Artículo 121.2. Dicho proyecto, que deberá tener en cuenta
las características del entorno social y cultural del
centro, recogerá la forma de atención a la diversidad del
alumnado y la acción tutorial, así como el plan de
convivencia, y deberá respetar el principio de no
discriminación y de inclusión educativa como valores
fundamentales, así como los principios y objetivos recogidos
en esta Ley y en la Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio,
Reguladora del Derecho a la Educación.
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