Revisando estos días algunas
notas, me encuentro con la dificultad para definir (sobre
todo para los interesados) no ya el concepto de Judaísmo
(hay sensibles diferencias entre el judaísmo ortodoxo y
conservador, el tradicional, por un lado, con el
reformista), sino el hecho de quién es propiamente judío,
claro que en su momento los nazis (y ahora sus seguidores en
la República Islámica de Irán) no tuvieron problemas para
ello. Según la “Halajá” (ley judía) la vía materna es la
dominante: es judío quien nace de madre judía. El escritor
israelí Amos Oz va más allá: “ es judío quien se siente
judío y quien comparte su vida y su destino con el pueblo
judío. Beseder gamur. Señalemos que la “Halajá” marca la
diferencia entre el Judaísmo Ortodoxo y el Reformista aunque
y en cualquier caso, hay una amplia base de valores
comúnmente aceptados por las diferentes corrientes. Pero,
¿cuál sería en síntesis la base ideológica del Judaísmo?. En
la gran Menoráh erigida junto a la Kneset, el Parlamento
israelí, figura un grabado de Benno Elkán en el que se ve a
Hilel El Sabio enseñando la Torá (por extensión, la doctrina
judía) a un gentil descansando sobre un solo pie; en el
Talmud (Shabat, 31 a) se encuentra la historia de un gentil
que desea convertirse a la fe judía, a condición de que ésta
le fuera explicada durante el tiempo que resistiera parado
sobre un solo pie. El rabino Hilel aceptó el guante y
tomándole a su lado le narró. “No hagas a tu prójimo aquello
que odiarías hicieran a ti mismo. Esta es la totalidad de la
Torá, el resto solo son comentarios. Vé y estudia”.
Fue el médico y filósofo cordobés Maimónides, el gran Rambam
(1135-1204, su tumba se encuentra en Eretz Israel, junto al
lago Tiberiades o Mar de Galilea) quien a través de 13
Principios intentó trasmitir la esencia del Judaísmo
desarrollando, en paralelo, el concepto de Dios intelectual,
argumentando que la filosofía, el razonamiento, es una
condición inherente a la fe judía, oponiéndose con esta
tesis a otro gran filosofo con ribetes místicos, el toledano
Jehudá Haleví, quien rechaza la especulación filosófica
alegando que solo con el corazón podemos acercarnos a la
verdad revelada. Pero fue el pensador Moisés Mendelsohn
(1729-86), precursor del Iluminismo (Ilustración judía)
quien, rompiendo tópicos, articuló por primera vez la
imbricación del Judaísmo en la modernidad, alegando que la
verdad religiosa es universal y puede obtenerse libremente a
través de la razón, no requiriéndose ninguna revelación
especial. Premio de la Academia de Prusia por su brillante
“Tratado sobre la metafísica”, defendió a capa y espada en
una de sus principales obras, “Jerusalén”, la libertad y la
tolerancia religiosa; bajo ninguna circunstancia la religión
debe imponerse. Hombre por lo demás de hondos sentimientos
religiosos para quien la vida, sin fe y sentido de la
trascendencia, pierde su valor y sentido, tradujo y comentó
la Biblia hebrea (Tanak) al alemán.
Hay otro rasgo definitorio y en apariencia (solo en
apariencia) paradójico con los valores religiosos
universales preconizados por el Judaísmo: la Tierra.
Desconozco cualquier otra fe, a lo largo del mundo, tan
expresamente ligada a un territorio específico, como el
Judaísmo. Tres veces al día, no importa donde cada cual se
encuentre, se vuelve hacia el Este suplicando: “Y contemplen
tus ojos cuando Tú retornes a Sión en misericordia”.
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