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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 10 DE DICIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Carencias gramaticales
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

De todos es sabido que nuestro sistema educativo ha descuidado en los últimos tiempos la enseñanza de la Lengua. Por otra parte, en nuestra sociedad se piensa que hablar y escribir bien, no es fundamental para el desarrollo intelectual y el éxito social y profesional. Bien cierto es que buena parte de los universitarios no superaría hoy el listón gramatical donde, con tres faltas de ortografía, no se aprobaba el examen de ingreso de Bachillerato que se aplicaba unas décadas atrás.

La opinión de una amplia mayoría de docentes está convencida de que asistimos a un proceso de deterioro en el buen uso de la lengua. Claro está que, muchos universitarios, acaban la carrera con graves carencias gramaticales, lo que empieza a suponer un obstáculo a la hora de acceder a trabajos en los que la capacidad de expresión y persuasión son imprescindibles. Para determinados filólogos la cuestión de ortografía y sintaxis, el nivel universitario es desolador. Para otros, de distintas universidades, “hay una diferencia abismal entre los escritos de los alumnos de hace quince años y los de ahora. Creemos que la pérdida de vocabulario es la punta del iceberg de un mal endémico, estructural, de nuestra enseñanza”. “La mayoría, y hablamos precisamente de alumnos de Filología, no sabe expresarse bien, no domina el lenguaje y, en consecuencia, tampoco el pensamiento”.

Lo que dispara las alarmas no son las faltas de ortografía, por garrafales que sean; tampoco las confusiones léxicas del tipo “a la muerte del monarca, empezaron las guerras intestinales”. Lo que preocupa verdaderamente es la incompetencia expresiva de muchos universitarios que les imposibilita con un mínimo de sentido, coherencia y criterio. “El género sirve para designar el sexo de la palabra, sustantivo, artículo, pronombre…”, escribió, por ejemplo, un alumno de filología Hispánica en los pasados exámenes de septiembre”.

Aceptado que toda promoción estudiantil está llamada a engordar la “Antología del disparate”, el problema adquiere un fondo inquietante cuando se comprueba que alcanza también a los niveles teóricamente más selectos del mundo universitario. “Observo un deterioro muy grande, y no sólo ortográfico. Hay licenciados que tienen dificultades para ordenar una frase con sujeto, verbo y complementos”, asegura la directora de convocatorias de becas de la Caixa, Rosa María Molins. Los licenciados de los que habla son los aspirantes a becas de posgrado, por lo general, alumnos de elevada nota media en la carrera, para conseguir becas de 74.000 euros en 18 meses, y la oportunidad de formarse en centros internacionales de máximo nivel.

“La Lengua Española ha dejado de ser clave en la formación del profesorado. En Magisterio, la materia Didáctica de la Lengua, es una asignatura de 6 créditos y 60 horas de clase en un cuatrimestre, así que puede que las últimas promociones de maestros no estén muy preparadas en este terreno. Hay un cierto abandono de las Humanidades en la formación del profesorado, y también la Literatura ha dejado de ser importante” afirma el decano de Ciencias de la Información de la Universidad de la Laguna, Humberto Hernández.

Aunque, al parecer, no hay estudios que lo certifiquen, algunos entendidos opinan que el proceso de deterioro se inició en 1990 con la entrada en vigor de la LOGSE, que amplió hasta los 16 años la edad de la Enseñanza Obligatoria. Una Ley que socava el más elemental principio de educación, en opinión del Catedrático Ricardo Moreno Castillo, en su “Panfleto Antipedagógico”. Piensan, los estudiosos del tema, “que en la práctica, estos cambios trajeron consigo cierto abandono de la enseñanza de la Ortografía en un sector muy amplio de la ESO, y que este hueco no ha sido cubierto en la posterior etapa de los dos años de Bachillerato”.

La cultura globalizadora, uniformadora y pasiva del ocio audiovisual, el lenguaje coloquial de los medios de comunicación y la economía lingüística que acompaña la comunicación por teléfono móvil e Internet, si estarían contribuyendo a la pérdida de la riqueza expresiva del idioma. Y sin embargo, tampoco cabe achacar todo el problema a la invocada nefasta influencia de las nuevas tecnologías que, a cambio de actualizar el género epistolar, fomentan una comunicación sustentada en abreviaturas y en un léxico elemental.

Nadie niega, sin embargo, que el “,chateo juvenil”, salpicado a menudo de ostentosas faltas de ortografía –no se sabe si fruto de la incuria, de la búsqueda del caos o el intento de asesinar a la lengua –conlleva el apresuramiento y la precipitación, y, en esa medida, la renuncia a corregir el texto y a tratarlo con esmero. “Es normal que la jerga juvenil se renueve y resulte la transgresora. La cuestión no son las abreviaturas de los SMS o los coloquialismos, sino el empobrecimiento extremo que a veces se refleja en cierta dificultad para razonar en abstracto y en la falta de adecuación al interlocutor”.

El proclamado objetivo-competencia- de que, al finalizar la enseñanza obligatoria, el estudiante debe escribir sin faltas y estar gramaticalmente capacitado para cubrir sus necesidades de expresión futuras, chirría enormemente al contacto con las cifras disponibles. Según el estudio del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación, en reciente informe, sólo el 11% de los alumnos del último curso de la ESO no cometía ninguna falta de ortografía en las letras, el 6% de las tildes y el 1% en los signos de puntuación…

Muy lejos de la actualidad, cuando en nuestra escuela de Enseñanza Primaria, con la utilización del “Miranda Podadera”, estos resultados no se producían.
 

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