La Comisión Europea ha puesto en
marcha la campaña de comunicación del Año Europeo de la
Creatividad y la Innovación 2009 con el lema “Imaginar.
Crear. Innovar”. Lo que pretenden desde las instituciones
europeístas, el próximo año que ya está en puertas, es
suscitar e inspirar planteamientos creativos e innovadores
en diferentes sectores de la actividad humana. Este
arranque, desde luego, lo exige por si mismo el desafío
futuro en un mundo globalizado. Ya nada es lo mismo y todo
lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo
realidad. Por el simple hecho de existir, estamos
concibiendo ideas. Vivir es un permanente recrearse, pero
también un inmanente crear. Es cierto que la misma ocasión
hay que crearla, no esperar a que llegue, y uno debe ser tan
humilde como el pobre de la esquina que duerme entre
cartones para poder descubrir lo que es sentir el desamparo.
Está visto, por ley de vida, que se nos exige a toda la
ciudadanía una contribución, ahora depende del ciudadano
descubrir en qué consiste y cómo hacerlo.
En épocas de cambios bruscos y sorpresivos como el momento
actual, resulta ineludible imaginar, crear e innovar con
nuevos métodos. Cuando menos, ¡qué lo sea para descubrirme a
mí mismo! Algo es mucho. Tal decisión, de cada uno
contribuir en la manera de sus posibilidades, debe estar
motivada por el afán de buscar siempre la excelencia en la
calidad, lo que implica también en los valores, y nunca la
mera curiosidad de lo novedoso. Es cierto que el mundo, todo
él, Europa no iba a ser una excepción, precisa líderes, no
sólo con la cabeza bien amueblada, también con el corazón de
poeta, dispuestos vocacionalmente a realizar su función de
guías para el bien común. Falta conciencia crítica y sobra
conciencia interesada. En la situación de laberinto que
vivimos hoy, la humanidad precisa de líderes con alma,
capaces de ser brújula que oriente y clarifique el sentido
humano de la vida e inspiren pautas de conducta certeras que
no defrauden. Por desgracia se da todo lo contrario, desde
los puestos docentes hasta los cargos políticos de las
naciones, pasando por quienes modelan la opinión pública
desde el espectacular foro de los medios de comunicación
social, lo que suele sembrarse es soberbia, altanería y
orgullo.
El Comisario Ján Figel’ ha dicho que “tanto la creatividad
como la capacidad de innovación son cualidades humanas
fundamentales. Son inherentes a todos nosotros y hacemos uso
de ellas en muchas situaciones y lugares, de forma
consciente o inconsciente”. Olvidó pensar que crear es tan
complicado como ser libre. Pero que todos tenemos el derecho
y el deber de intentarlo. Antonio Machado, en su tiempo, ya
extendió la receta para que no se propagase la enfermedad
del pasota. “¿Dices que nada se crea?, no te importe, con el
barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano”.
Y también se ha pronunciado el Comisario sobre el logro que
le gustaría conseguir: “que los ciudadanos de Europa
comprendiesen mejor que fomentando las cualidades y
capacidades humanas para innovar podemos crear una Europa
mejor, ayudando a desarrollar todo su potencial, tanto
económico como social”. También aquí se olvidó del potencial
humano, o al menos, queda muy tácitamente expresado. Quizás
lo que menos se precisen sean líderes económicos y
políticos, lo que hace falta y creo que con urgencia, en
este momento, son líderes culturales, verdaderamente cultos
en el cultivo de la verdad; puesto que, la cultura es
multidisciplinar y todo lo engloba.
Al parecer se ha entrado, con motivo de la citada efeméride,
en contacto con diversas personalidades que cuentan con un
brillante historial en materia de creatividad e innovación,
para que actúen como embajadores del año. La idea me parece
estupenda. La adhesión a estos líderes no es una pérdida de
libertad, sino el reconocimiento de que nuestras ideas
tienen un ejecutor y un intérprete que nos orienta. La
desorientación del mundo es bien patente. No digamos ya de
Europa. De ahí, lo fundamental que es la elección de los
guías. Sin duda, el nuevo escenario mundial globalizado,
requiere que los mentores, motiven las acciones humanas con
opciones vida. La inseguridad puebla todos los rincones. Ya
lo advirtió Montesquieu, que una cosa no es justa por el
hecho de ser ley y que debe ser ley porque es justa. Quizás
haya que redescubrir el valor primordial del sentido común,
que antaño inspiró el derecho de gentes y a los primeros
pensadores del derecho internacional. Las inversiones éticas
tienen que ganar fuerza en ese imaginar mundos cercanos, en
ese crear e innovar ideas que nos hagan mejorar por dentro a
cada uno, para que también el mundo mejore por fuera.
Es cierto que la voz de los grandes valores está inscrita en
nuestro ser y la grandeza del ser humano, cualquiera que sea
su hábitat, consiste en el hecho de no estar encerrado en sí
mismo, en no quedar reducido a lo meramente productivo o
improductivo, sino en estar abierto interiormente a lo
esencial, como puede ser la escucha y la comprensión.
Resulta paradójico que en la era de la globalización, se
acorten las distancias físicas pero no las humanas, y tantas
personas se sientan aisladas unas de otras. El desarrollo
tecnológico nos ha llevado a la época del intelecto, de la
información y de la globalización, que ciertamente ahora
requiere otros programas y otras estructuras. Estoy de
acuerdo que ahora lo que hace falta es imaginación,
creatividad e innovación, sobre todo para no caer en la
resignación. Metas prioritarias que apunto: Que las guerras
dejen de derrotar a la humanidad. Que todo ser humano tenga
el pan de cada día. Que la educación se universalice para
que cada cual pueda aprender a ser. Que la igualdad deje de
ser un derecho para ser un hecho. Que los niños sean niños y
puedan hacerse mayores sin saltar edades. Que los recursos
naturales se utilicen aplicando la ley natural en su estado
de conciencia crítica…Que, en suma, la imaginación vuelva a
ser el ojo del alma, crear se torne costumbre e innovar fe
de vida. La inactividad destruye al intelecto.
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