Es un hecho evidente que estos
últimos treinta años han sido, lo son, los de mas prolongado
tiempo de estabilidad democrática vivida en la historia de
nuestro país. Treinta años después de dar el sí a la
Constitución española, España ha pasado por momentos
variopintos en el devenir de estas últimas tres décadas y ha
sabido salir adelante avanzando hasta situarse -nada menos-
que en la octava potencia económica del globo. Además,
nuestro país ha dado ejemplo de firmeza y querer la libertad
a toda costa.
Largando lastre para avanzar en prosperidad, derechos y
libertades, los españoles nos dimos la tregua en el 78.
Atrás quedaron épocas y etapas complicadas de una España que
no es, ni mucho menos, la actual. Afortunadamente, la nueva
generación de españoles, los que alcanzan ahora la treintena
y se aprestan a coger el rumbo desde los puestos de decisión
en cualquiera de las estructuras institucionales del país,
no han conocido otra forma de vida que no haya sido desde la
libertad o desde la igualdad de derechos que consagra
nuestra Carta Magna. Una generación que debe seguir mirando
hacia adelante para, probablemente, asumir en poco tiempo lo
que viene en denominarse ya la segunda transición. Parece
que cada cierto tiempo conviene reciclar aspectos que nos
hagan seguir caminando desde posiciones mucho más avanzadas
que de las que partimos en el 78 que hoy recordamos.
Mientras las distintas autonomías que vertebran el país,
algunas más que otras, apuestan por ‘tutear’ a España desde
un plano de igualdad como ente [lo que hay que oir y ver],
otras no llegan si quiera a la posibilidad de haber
recorrido un camino similar. Treinta años después,
probablemente, haya que adoptar posturas de modernización y
de la defensa de la máxima expresión de la democracia que es
la de atender a las decisiones de la mayoría. Por eso, no
sería injusto velar por una nueva Ley electoral donde
100.000 votos no tengan más representación que 1.000.000 en
las Cortes Generales. Es una simple reflexión en un día de
celebración de libertad, la que se vive en España, aún
cuando en zonas como el País Vasco ésta siga coartada por la
marca tdel terror.
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