Estos días la Universidad
Complutense de Madrid organizaba, en colaboración con la
Consejería Cultural de la Embajada de la Repúblia Islámica
de Irán en España, un interesantísimo seminario sobre el
pensamiento de Ibn SIna (Avicena para los europeos, a través
del hebreo), con la asistencia de destacados profesores y
especialistas españoles (Miguel Cruz Hernández, Juan Martos,
Rafael Ramón Guerrero. Ricardo Albert Reyna y Joseph Puig) e
iraníes (Ahmad Ahmadi y Saeid Hooshangi), así como el
consejero de la legación diplomática, Seyed Ahmad Reza
Khezri.
Entre todas las comunicaciones, además de la aportación del
profesor Cruz Hernández (autor de tres espléndidos volúmenes
sobre la “Historia del Pensamiento en el Mundo Islámico”,
editados por Alianza Editorial y de obligada referencia)
sobre los “Escritos esotéricos de Avicena”, es llamativo
cuando menos el titular del especialista iraní Ahmad Ahmadi,
profesor del departamento de fFlosofía de la Universidad de
Teherán: “Los límites de la razón en el pensamiento de
Avicena”. En cuanto a la obra de Ibn Rusd, conocido por los
occidentales como Averroes (cuyo aportación racionalista es
equivalente al de Tomás de Aquino en la Cristiandad o el de
Maimónides en el Judaísmo), es tratada fundamentalmente por
el profesor Hooshangi, con una interesante comunicación
sobre “Aspectos desconocidos de Averroes en Oriente”.
En cuanto a Avicena (1110-1185 de la Era Común), cuyo
pensamiento ya lo enmarcaba S.F. Afnan en el Renacimiento
Persa bajo el nuevo Califato Abasí, es obvia y natural la
participación de la Embajada iraní, pero Ibn Rusd (Averroes,
1126-1198 E.C.) parece colocado de rondón cuando este cadí y
médico de Córdoba, cuyo atrevido pensamiento puede
calificarse como la cima del aristotelismo medieval (Cruz
Hernández), ejerció una beneficiosa influencia, pese a las
limitaciones de la “Inquisición” almohade, que llegó a
quemar sus obras, no solo en el Imperio de las Dos Orillas,
sino también en la Europa cristiana pues, no en vano, podían
percibir en el “andalusí” el pensamiento casi de un
librepensador como ya advirtíó Renán. Ibn Rusd llegó a
calificar al sultán marroquí Abu Yusuf Yacub al-Mansur como
“Rey de los beréberes”, en lugar de “Rey de los Dos
Continentes”, lo que sin duda explicaría la persecución
político-religiosa de la que fue objeto . Intento resaltar
al lector, simplemente, la vida y obra de uno de los mayores
representantes de la “fálsafa” (filosofía) en el mundo
islámico, nacido en la España andalusí (Al-Andalus) y muerto
en la soleada Marrakech, siendo posteriormente transportado
a su Córdoba natal para ser enterrado en el cementerio
familiar, como nos cuenta un testigo excepcional, el sufí
Ibn Arabí. Por lo demás Averroes fue, resaltemos, crítico
acervo y exhaustivo con el pensamiento del persa Avicena,
introducido en Al-Andalus por el médico granadino Ibn Tufayl
(1110-1185 E.C.) quien, curiosamente, fue el valedor de Ibn
Rusd en la corte almohade en 1169. ¿Cuál será el papel del
hispano-marroquí Averroes, si me permiten la expresión, en
el citado seminario?; ¿un florero…? Si bien quien paga la
orquesta obviamente toca la música, me parece por cierto
magnífico que el Régimen de los Ayatolás, en colaboración
con la Complutense de Madrid, se dedique a patrocinar el
intelecto y no a otras cosas.
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