Tres maestros destinados a Barbate
de Franco. Año 1966. Hicimos el viaje, desde Cádiz, en el
popularmente conocido como “coche de la hora”. Durante el
viaje, recordé mi niñez, cuando le llevaba a mi padre,
productor de la fábrica de hielo, de la empresa Weil S.A.,
el desayuno. Siempre la pregunta del carabinero, ¿a dónde
vas? La respuesta: a llevarle el desayuno a mi padre. ¡Pasa!
Y mi regreso con mi “apreciado” regalo: un cartucho o talega
con boquerones de aquellos barcos barbateños, que arribaban
en el muelle de “La Puntilla”, lugar donde se encontraba la
fábrica. Los barcos repostaban el hielo y, al mismo tiempo,
el combustible y artilugios de pescar, que también podían
conseguir en nuestra ciudad. Con el pescado “regalado” se
resolvía en nuestra casa, parcialmente, el problema diario
de la comida, una buena ayuda, en aquellos años difíciles,
después de la llamada Guerra Civil. Años de escasez, donde
recuerdo las cartillas de racionamiento. Desde aquellos
años, siempre mostré mi gratitud a los desprendidos y
solidarios pescadores que nos ayudaron a sobrellevar nuestra
menguada economía. Tiempos en los que no era necesario
apretarse el cinturón, porque ya nacíamos con él apretado.
Mi llegada a la estación de autobuses me devuelve a la
realidad. Me esperaba un tiempo lleno de ilusiones. Atrás,
quedaba mi plaza en el Parque de Artillería. Ahora, a
empezar una nueva experiencia, con mi puesto conseguido en
el Magisterio Nacional, en Barbate de Franco, el lugar de
aquellos pescadores que tanto bien nos hicieron.
La elección de Barbate de Franco, ante las opciones de otros
lugares, se debió a tres razones principales: la similitud
con nuestra ciudad, el disponer de viviendas para maestros y
la hospitalidad de sus habitantes, que después pudimos
comprobar.
En estos días, he tenido la suerte de reencontrarme con mi
compañero y amigo, Pedro Martínez Ríos, de la primera
avanzadilla de maestros de Ceuta, que eligieron Barbate de
Franco, como lugar de trabajo. Fue en unos momentos donde
existían serios problemas para dotar a las escuelas de
maestros y maestras, situados en los años sesenta. Según
informes, existían aulas cerradas por falta de maestros. Se
planteaba, por la Administración, la posibilidad de nombrar
“maestros idóneos”, es decir, que no tuvieran la oposición
aprobada, ya fuese por el “plan antiguo”, o el plan nuevo de
1965, aunque algunos “colaron” solamente con demostrar un
Bachillerato antiguo, el de siete años, sin pasar por las
aulas de Magisterio, y una “relación contractual especial”.
Este fue el escenario que se encontró el bueno de Pedro
Martínez, junto a otros compañeros como Antonio G. Arroyo,
Miguel Calderón, Adolfo Rovayo, Ildefonso Porro, Manuel
Méndez, Joaquín Martínez Delicado, Manuel Fernández Ragel y
un larguísimo etc. que haría interminable la cita. Algunos,
cuando tuvieron la oportunidad de trasladarse a sus lugares
de origen, lo hicieron, ya que habían conseguido el “derecho
de diezmilistas”; otros, al conseguir su pareja, en esta
tierra de acogida, se quedaron.
También, junto a la “invasión” caballa, se encontraban
maestros de otros lugares de España: Extremadura, de las dos
provincias, de otros puntos de Andalucía, maestras de Madrid
y Galicia… que dejaron allí la huella de su responsabilidad
contraída.
Hablar con Pedro es un lujo. De forma reposada, como buen
maestro que fue, se explica como un “libro abierto”. Es una
gran enciclopedia y con su sabiduría y elocuencia llega a
“enganchar”. Nadie, fuera de Barbate, puede hablar mejor que
él de esa historia parcial que le tocó vivir, llena de
anécdotas y ocurrencias. Un “tertuliano” de gran categoría.
Con él, he comentado la idea de la conveniencia de iniciar
los trámites correspondientes para que se produzca el
“hermanamiento” de nuestros dos pueblos, Barbate (ya sin
Franco) y Ceuta. Sería un hecho de gran significación que
Barbate dispusiera de una “Casa de Ceuta”, que aunque
oficialmente no existe, sí que a nivel personal y
particular, hay buenas relaciones entre ciudadanos de las
dos localidades.
Encontramos raíces muy profundas para que el hecho se
realice. Por un lado, esas “visitas” de barcos pesqueros,
que se prolongaron en el tiempo, sólo interrumpidas por
causas de distintos tipos: por un lado, según la información
facilitada por Manuel Morales, antiguo empleado de la
fábrica de hielo, la independencia de Marruecos (1956) que
siendo lugar preferente, casi único escenario de pesca, los
permisos crean grandes dificultades; por otro lado, las
instalaciones de modernas fábricas de hielo en Algeciras y
el propio Barbate, terminan con muchos años de historia de
nuestra fábrica, que se convierte en obsoleta.
Mi amigo y vecino Manuel Morales, con nostalgia, me dibuja
mentalmente el gráfico triangular Marruecos-Ceuta-Algeciras,
en aquellos tiempos de gran actividad pesquera: Marruecos,
lugar de capturas; Ceuta, lugar de abastecimiento de hielo,
combustibles y efectos navales y Algeciras, lugar de venta.
Pero hay más que un hermanamiento: la posibilidad de
rememorar esa ruta que bien podría llamarse “ruta del
hielo”, donde una vez al año se podría recordar.
Para finalizar ese hermanamiento, decir que los ceutíes José
Caracena y José Mata, ocuparon puesto de relieve en el
Ayuntamiento de Barbate. El primero como Alcalde y el
segundo como Secretario. Por otro lado, los fieles de la
iglesia de San Juan de Dios, tenemos como cura párroco a un
barbateño: el padre Francisco J. Fernández Alcedo, que vería
muy positivo que estos hechos se llevaran a cabo,
ofreciéndose como colaborador.
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