Es lo que se da en la mayor parte
de los emigrantes, en aquellos que tienen que salirse de sus
tierras, especialmente, para ir a comer fuera de su propia
casa, que ese pan que se les ofrece lejos de donde nacieron
y de donde viven, en muchas ocasiones parece que viene
“maldito”, por cuanto junto a ello aparecen circunstancias
que rompen la aparente “felicidad” que están a punto de
encontrar en las nuevas tierras que están habitando.
Veo en la prensa del pasado lunes que un subsahariano
resulta herido grave tras intentar cruzar la valla hacia
Ceuta. ¡¡ Vaya por Dios!!. Este, con toda seguridad, venía
pensando que estaba a punto de lograr su meta: la entrada a
España, donde las leyes acogen y no maltratan a aquellos que
“con” o “sin” papeles llegan a nuestro territorio.
Sin embargo, a este subsahariano le faltó el último paso, y
le faltó porque no debió saber medir, palmo a palmo, hasta
el último centímetro y, al final, no pudo llegar a la valla
que nos separa de Marruecos.
Era la madrugada del sábado al domingo, posiblemente la
mejor hora para “haberse colado” hasta esta parte, por las
inmediaciones de Duar Belynuech, pero no debió calcular
bien, o la policía del otro lado de la valla “no estaba
dormida”, más bien cumplía con su obligación. Había
vigilancia, tenía una labor que cumplir y la estaba
cumpliendo, con lo que su actuación impidió que se produjera
ese salto que le habría llevado al subsahariano a tierras
españolas, a territorio ceutí.
Cuando una policía tiene que cumplir una misión, normalmente
la cumple, y los policías del país vecino estuvieron en su
sitio, dieron el alto a este subsahariano, quien quiso
esquivar a los agentes y en su huida se desprendió por un
barranco, resultando herido de gravedad.
Aquella era una huida a lo desconocido, era una carrera que
no estaba en la programación de su marcha hacia España,
había surgido un imprevisto que sería fatal para este
“emigrante-inmigrante” que buscaba un mundo nuevo.
No cabe duda, era la búsqueda de algo mejor. ¿De donde
venía? No lo sé, pero es lo mismo. Posiblemente había
recorrido varios miles de kilómetros en unas condiciones
penosas, con hambre, frío/calor, dificultades de todo tipo y
en esa huida a ..., no encontró el destino.
Es una desgracia, no cabe duda, pero pienso que una
desgracia más grande es que los gobiernos de todos estos
países de los que salen multitudes de “sin papeles” sigan
ahí y que ni las ONGs, ni otros gobiernos que se dan golpes
en el pecho, amparándose en no sé qué legitimidades,
permitan que sigan en el poder.
Aquí no está el hombre por el hombre, es el dominio sin
escrúpulos de unos con largas cuentas corrientes en Suiza o
en ciertos paraísos fiscales, frente a otros que no tienen,
o no les dejan tener, nada más que la maldita pobreza.
Los de las grandes cuentas pueden aspirar a casi todo, el
tiempo que les dura el poder, los de la maldición del hambre
y la pobreza lo único que tienen es la oscuridad de la noche
para intentar camuflarse de la policía, a ratos el sol y
..., cuando surge, también encontrar algo de comida. No
tienen más. La esperanza en un mundo y una vida mejor es lo
que les hace arriesgar lo único que, de verdad, tienen: la
vida.
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