Cada mañana, cuando todavía la
mayoría de la ciudad duerme, suelo desayunarme mientras
suena la radio porque espero enterarme de alguna noticia que
ofrezca interés suficiente para referirme a ella en este
espacio.
La noticia que más me ha llamado la atención hoy, escribo en
lunes, aunque ya sabía de ella por haberla leído el domingo
en El País, ha sido la publicada en dicho periódico por
Ignacio Cembrero, bajo el título de “Los musulmanes
viran a la izquierda” y el subtítulo de “Los partidos
locales de Ceuta y Melilla coquetean con IU para unirse al
PSOE”.
Pero me ha llamado la atención no porque Cembrero, por ser
tan magnífico periodista, haya descubierto donde está el
Santo Grial, sino por la enorme importancia que solemos
darle aquí a todo cuanto digan los foráneos acerca de cómo
transcurre la vida en esta tierra. Es como si necesitáramos
que éstos a cada paso nos abrieran los ojos para que
pudiésemos ver lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y
que a nosotros se nos escapa porque vivimos en Babia.
En principio, Mohamed Alí no ha virado a la
izquierda, hace nada, si nos atenemos a lo que él ha
confesado siempre: Estoy en la política con el único deseo
de ayudar a los más desfavorecidos. Por lo cual no es
extraño que sea más afín al partido socialista que al
popular. Lo extraño y sorprendente fue cuando a finales de
2007 y principios de 2008 comenzó a coquetear con el PP y
parecía que sus conversaciones con Pedro Gordillo
iban a finalizar con un comunicado en que ambas partes
reconocieran que el líder de UDCE-IU haría campaña a favor
de la candidatura de Mariano Rajoy.
En aquel tiempo, concretamente el 2 de diciembre, decía yo
en esta columna que había llegado el momento de Alí, quien,
con el visto bueno de Mohamed Musa, había decidido ya
sacarle rédito a un pacto con el PP para que su clientela
tuviera acceso a las prebendas que podría obtener del
Gobierno presidido por Juan Vivas.
Las conversaciones entre Gordillo y Alí acabaron como el
rosario de la aurora y él segundo, malhumorado y despechado,
no dudó en ponerse a disposición del delegado del Gobierno,
Jenaro García-Arreciado. Eso sí, repitiéndose que en
el acuerdo de ayuda pactado con los socialistas, en lo
tocante a las elecciones generales, sólo había
desprendimiento por parte de su partido y ningún motivo de
interés material.
Y en el mes de febrero, del año referido, todos sabíamos ya
que el voto de las personas pertenecientes a UDCE-IU sería
favorable a los socialistas. Y, por tal motivo, José
Antonio Carracao superó los 14.000 votos e hizo posible
que el PSOE de Ceuta consiguiera mejorar los resultados de
las elecciones de 2004.
Lo ocurrido a partir de entonces es que Alí no recibió la
recompensa que esperaba. Entre otras razones porque, contra
pronóstico, García-Arreciado, su valedor, no continuó en el
cargo. Y se vio obligado a recurrir a José Blanco por
carta (lo más interesante de lo contado por Cembrero), para
que éste le diera curso a lo que el hombre fuerte de la UDCE-IU
había previsto con el político onubense: la posible
coalición de su partido con el PSOE ceutí. Y, claro, De la
Encina, ojo avizor, no estaba ni está por la labor.
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