El hecho de que El País, con lo
publicado este fin de semana firmado por Ignacio Cembreros,
sobre la petición de Ceuta de ingresar en la Unión Aduanera
y Comercial de la Unión Europea, a la que ahora no pertenece
por mantener un estatus impositivo histórico, no debe servir
para que tal anuncio -reflejado en las páginas de uno de los
primeros diarios de tirada nacional- signifique que se haya
encontrado la piedra filosofal. El Gobierno de la Ciudad sí
estudia la posibilidad del ingreso en la Unión Aduanera,
pero desde luego no será sin antes haber realizado un
escrupuloso análisis de los pros y los contras de una
decisión que se tomará presuntamente a lo largo de 2009.
Hay algo evidente, el desarme arancelario de Marruecos, la
cada vez más complicada y obsoleta manera de comerciar
atípicamente desde Ceuta con el vecino país y viceversa,
debe tener para el futuro económico-comercial de la Ciudad
Autónoma una salida que la aproxime a los niveles de
certidumbre necesaria ante una escenario -el actual- que no
se caracteriza ni mucho menos por ser el más adecuado para
los intereses, ni de la propia Ciudad, ni del entorno
geográfico. Por otro lado, la reciente concesión por parte
de la Unión Europea a Marruecos del Estatuto Avanzado
significa que el país vecino debe flexibilizar -en aras a
una política fluida con la UE- la frontera sur de Europa [en
el Tarajal]. Se trata de una apuesta de futuro donde uno de
los fundamentos de este acuerdo Marruecos-UE está basado en
la llamada política de buena vecindad con programas
claramente de cooperación en materia transfronteriza. Al
encuentro de este asunto, España y Europa puede por fin
proponer lo que debiera haber sido la lógica hace décadas,
la regulación comercial por el Tarajal. Con este logro
alcanzado, inherente al caminar de las relaciones no sólo
hispano marroquíes, sino en el ámbito de la Unión Europea,
la Ciudad puede -en ese caso sí- adquirir la condición de
región miembro de la Unión Aduanera, porque de otro modo
¿para qué?.
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