Vengo observando que Mohamed
Alí e Inmaculada Ramírez hacen una oposición
discontinúa. O sea que hay rachas en las cuales denuncian a
porrillo actuaciones del Gobierno de la Ciudad y otras en
las que ambos parecen que se han marchado de vacaciones al
Caribe –lo cual es ya tan habitual como antes veranear en la
playa de la Victoria gaditana- y han dejado de estar, por
tanto, en su sitio de trabajo como fiscalizadores del grupo
presidido por Juan Vivas.
Menos mal que Juan Luis Aróstegui no se toma esas
licencias. Y, aunque es un político sin representación
parlamentaria, lleva ya muchos años convencido de que sus
insistentes denuncias van minando el crédito de Juan
Vivas a quien considera, lo he dicho ya muchas veces, un
advenedizo de la política y alguien falto de los atributos
que el sindicalista se atribuye y piensa que son
imprescindibles para gobernar bien. De modo que jamás se
toma un respiro en su férrea tarea de vigilancia.
Cuando se me pregunta, no pocas veces y por bastantes
lectores, por qué le dedico tanto este espacio al fundador
de ese partido perdedor que es el PSPC o lo contrario, por
qué he dejado de referirme a él, siempre respondo lo mismo:
porque el afán de protagonismo de Juan Luis lo ha convertido
en la persona idónea para que podamos ganarnos la vida
quienes escribimos en los periódicos.
Por ello es cierto que a veces procuro hacerme a la idea de
que el secretario general de CCOO no existe; no vaya a ser
que por aprovecharme de las circunstancias termine quemando
al personaje o aburriendo al personal. De ahí que mis
lectores, los más observadores, se hubieran percatado de que
llevaba ya muchos días sin decir ni pío del hombre que tiene
un concepto de sí mismo más elevado que el mismísimo Everest.
Y como yo no viajo al Caribe, y presumo también de ser más
regular en mi tarea que lo era incluso Di Stéfano
cuando jugaba, ayer aproveché la ocasión para pedirle a
Mabel Deu que el Alfonso Murube pasara a llamarse Juan
Luis Aróstegui. Debido al gran amor (!) que éste viene
demostrando por el primer equipo de la ciudad. Del cual
dice, cuando juega al fútbol sala en su tiempo de ocio, que
día llegará en que él vuelva estar revestido de poder y lo
primero que hará es acabar con la Asociación Deportiva
Ceuta. He aquí, sin duda, la prioridad política de quien un
día me confesó en una entrevista que es la persona más
inteligente de esta ciudad. Se le nota a la legua que piensa
más que nadie y mejor que nadie.
Pero su bien pensar, qué otra cosa es si no la inteligencia,
no le ha valido todavía para pedir las cuentas de la
Federación de Fútbol de Ceuta ( verdad es que tampoco se han
atrevido a ello ni Inmaculada ni Alí, cuando no están
sesteando); tal vez porque en el periódico donde escribe sus
‘dardos’ le han prohibido a Aróstegui que meta la nariz en
los dineros que como subvención recibe el organismo
federativo por parte de la Ciudad.
Sí, ya sé que ahora me tacharán ustedes, y con razón, de
pesado por volver a denunciar una contabilidad federativa
que necesita luz, mucha luz, para que el recién elegido
presidente no sea visto como un continuador de labores
oscuras y trapicheos inconfesables. Pero es que uno sigue
sin entender la postura, en este caso, de la oposición ni
tampoco la de Aróstegui: el más inteligente de Ceuta.
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