Cuando los dictadorcillos de poca
monta adquieren ciertas cuotas de poder se vuelven soberbios
y vanidosos. No entienden, ni se les pasa por su cabeza, que
nunca llegarán a dominar todo y a todos, por la sencilla
razón de que carecen de la suficiente capacidad mental para
lograr ese objetivo.
Y es, precisamente esa incapacidad intelectual la que, más
tarde o más temprano, les llevan a caer derrotados, no sólo
por sus oponentes, sino por aquellos que incluso les deben
algún que otro favor y deberían ser estómagos agradecidos.
Querer gobernar o mandar, como más les guste a ustedes
interpretar, en todo y a todos, sin que nada se escape de
sus tentáculos, es el mayor error que comente todos esos
dictadorcillos de tres al cuarto. Pues no hay nadie con esa
capacidad y, por supuesto, mucho menos en unos cerebros
carcomidos por el gusanillo de la ignorancia. Porque, sin
duda alguna, todos estos personajillos del tres al cuarto y
politiquillos de medio pelo, si de algo pueden presumir es
de ser unos ignorantes.
Por eso, todos ellos, se aferran al sillón de mando, con
todas las fuerzas de su alma porque saben, con toda
seguridad, que el día que dejen ese sillón, se tendrán que
enfrentar sin poder alguno, a quienes les están esperando
para decirle cuatro verdades sobre lo que ha sido su
mandato.
Sueñan, cada noche, con una nueva ley que les permita seguir
mandado hasta el final de sus días para evitar, con ello,
todo lo que tendrán que escuchar sobre sus personas, cuando
no sean nada, porque ya carecen de poder alguno. Menos
bonito le van a decir de todo.
Recuerdo a alguien que ocupaba uno de esos carguitos con
mando, que tenía la plena seguridad que sería eterno en el
puesto de mando que ocupaba. Arrogante y vanidoso como son
casi todos estos personajillos ineptos y analfabetos en su
gran mayoría, no aceptaba ni el más mínimo consejo sobre el
asunto que él llevaba, y donde cada día metía la pata hasta
el corvejón. Cuado acabó su mandato, dictatorial al cien por
cien, ni sus más íntimos colaboradores le saludaban a su
paso por la calle.
No reconocen, bajo ninguna circunstancias, su enorme errores
que en su “caudillaje” cometen día si, día no y el de en
medio también. Lo peor que les puede suceder a estos
dictadorcillos de poca monta es que siempre, hay alguien que
les recuerdes los muchos errores que han cometido durante el
mandato que han desempeñado yque, por supuesto, han sido de
bulto.
Mientras mandan, quitan y ponen a las personas a su antojo,
lo que ellos creen más conveniente auque como siempre, para
no perder la costumbre, se equivocan. Pero jamás dan la cara
diciendo: ”me he equivocado”. Siempre buscan, entre esos que
opusieron por un capricho, o por fastidiar a alguien que no
les cae bien, a sabiendas que el elegido no tenía ni… idea
del asunto, para que les saquen las castañas del fuego.
Por eso, a veces, al buscar los culpables nos lanzamos
contra aquellos ”mandados” que son más inocente que un San
Jumerio olvidándonos del verdadero culpable del desastre. ¿O
no?
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