Los malos modos, en forma de violencia verbal e incluso
física, son un rasgo distintivo de la forma de gobierno de
Mohamed VI, sobre todo al encuentro de sus más próximos
colaboradores. Esto es lo que asegura Le Journal
Hebdomadaire, semanario político de referencia en Marruecos,
apuntando en su más reciente edición que estos “ataques de
cólera reales” se han convertido en motivo recurrente de
conversación entre la élite política del país. Ante esto,
ningún atisbo de reproche de parte de un pueblo que “acoge
entusiasta estas anécdotas en las cuales las víctimas de los
cambios de humor del soberano son altos mandatarios del
propio régimen”, apuntan los periodistas Hicham Houdaïfa y
Taïeb Chadi.
Los que más cerca se encuentran del monarca, su entorno
inmediato de colaboradores, son los que sufren con mayor
frecuencia y virulencia los ataques de cólera de Mohamed VI.
Entre sus “víctimas” se encuentra el otrora hombre fuerte
del régimen, Fouad Ali El Himma. En junio de 2005, llamado a
consultas para dar explicaciones sobre una controvertida
maniobra del ministerio del Interior para arrestar a la
militante islamista Nadia Yassine, partidaria de un régimen
republicano en Marruecos, fue “castigado violentamente” por
el propio rey, debiendo ser transferido a un hospital de
París para curarse discretamente de sus heridas.
Mohamed Mounir Majidi, secretario personal de Mohamed VI, es
otro de los que ha padecido en varias ocasiones la ira de
ira del monarca. Le Journal Hebdomadaire narra un
desencuentro, en noviembre de 2005, que se saldó con “un
correctivo en regla a bordo del vuelo que traía al soberano
de un viaje oficial”.
Majidi, a quien debieron sacar en camilla del avión, fue
trasladado al Hospital Militar de Rabat, donde varios
miembros de la seguridad real se encargaron de que nadie
accediese a la habitación donde este se recuperaba.
Al igual que El Himma y Majidi, la ira de Mohamed VI también
ha recaído sobre otros destacados nombres del “primer
círculo de poder”, tales como Abdelhak Lemrini, Mohamed
Mouatassim, Abdelfettah Frej. Miembros de las fuerzas de
seguridad, gobernadores o incluso el ex secretario general
de los socialistas marroquíes, Mohamed Elyazghi, son algunos
de los que también han padecido en sus carnes los ataques de
cólera del monarca Alauí.
La violencia es, según Le Journal Hebdomadaire, un elemento
característico del ejercicio del poder real en Marruecos
desde sultanes como Moulay Ismail o Moulay Hafid hasta el
propio Hassan II.
El objeto de esta forma de gobierno no es otro que el
“inocular la hiba (respeto, mezcla de temor, reverencia y
adoración) en los espíritus de sus súbditos”, tal y como
destaca el sociólogo e historiador marroquí Mohamed Ennaji
en su obra Le sujet et le mamelouk (Mille et une nuits,
París, 2007). “Lo religioso no concibe la relación con
respecto al jefe que como la sumisión absoluta”, señala
Ennaji afirmando que las raíces de este particular estilo de
ejercicio de la autoridad derivan de la propia religión
musulmana, que predispone a este tipo de relaciones extremas
de servidumbre. Asimismo, para este autor, este modo
autoritario de gobierno se asienta en la propia estructura
tribal tradicional de la sociedad marroquí, donde “la
relación maestro-esclavo se ha mostrado como la más eficaz
para asentar y afirmar el poder del jefe”.
(*) Corresponsal en Rabat
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