Tras casi una semana de debate e intercambio de ideas e
investigaciones, ayer se dio por concluida la sexta edición
del Congreso Nacional sobre Inmigración, Interculturalidad y
Convivencia. Aunque para los participantes la clausura final
tendrá lugar en la jornada de hoy con la visita cultural al
país vecino, concretamente a Xauen.
Los encargados de cerrar el foro de reflexión sobre la aldea
global fueron los expertos Íñigo Moré, con su ponencia sobre
Fronteras económicas, y Javier Sádaba, que versó sobre
Pluralismo, inmigración y mestizaje.
Fronteras Económicas
“El hecho relevante de Ceuta, lo que es importante desde un
punto de vista de especificidad, es que tiene una frontera
con Marruecos. Sin esa frontera, no sería la misma ya que se
trata de la más desigual de la Unión Europea, del mundo
desarrollado. Esa extremada desigualdad genera unos efectos
que explican las dinámicas que vive la ciudad”. Bajo estos
parámetros y tras una breve introducción de las fronteras
mundiales, iniciaba su exposición el experto Íñigo Moré,
procedente del Centro de Investigación Remesas.
El investigador explicó que las fronteras se han convertido
en los principales pasillos para el narcotráfico y en estas,
de carácter desigual, existe una ideología que produce un
antagonismo entre las dos sociedades vecinas, que apenas se
otorgan reconocimiento. “Ese antagonismo es social y
político porque las fronteras desiguales son territorios
disputados, nunca reconocidos políticamente por países
vecinos. Son territorios apenas delimitados donde a veces
existe una limitación terrestre pero falta una marina o
viceversa”, argumentó Moré.
Uno de los mecanismos que incrementan el antagonismo, según
el investigador, es la existencia de esos muros, vallas o
parapetos que delimitan los territorios y rompiendo estas
barreras se podrían llegar a compartir derechos y deberes
fomentando una integración y disminuyendo la desigualdad.
“Hasta ahora se nos ha vendido que la solución es edificar
muros pero lo cierto es que el proceso más exitoso de
integración que ha habido en el mundo ha sido precisamente
derribando uno, el de Berlín”, concluyó Moré.
Pluralismo y mestizaje
Tras las aportaciones del investigador, subió a la
plataforma, para clausurar el congreso, el experto Javier
Sádaba quién inició su ponencia hablando del carácter de los
derechos y sus limitaciones teniendo en cuenta los valores y
parámetros morales y éticos. “Hay derechos que favorecen que
cada cultura tenga su forma de ser pero por otro lado
también hablan de algo que es universal como el valor moral.
Y el mestizaje trata la convivencia de culturas aprovechando
lo que se gana de uno o de otro pero sin trasgredir ni
romper señas. Y es ahí donde hay que colocar la
inmigración”, adelantó Sádaba.
El ponente también quiso diferenciar dos términos que con
frecuencia se suelen confundir y utilizar como comodín:
mestizaje e integración. “Integración está muy bien para
hablar de derechos y deberes a todos en una misma comunidad.
Pero si integrar es desgarrar a los países y quitarles lo
que tiene, está mal. Y con el mestizaje hay que tener
cuidado porque prácticamente somos iguales y tenemos mínimas
diferencias”, explicó.
Lo ideal, según advirtió el experto, sería que
desaparecieran los estados y que hubiera una orden
supranacional que gobernase en una sociedad globalizada
planetaria y que cada comunidad tuviese su propia cultura.
“Ahí, tener buena voluntad para entenderlas todas”, añadió.
Existen derechos universales que en mayor medida dependen de
la cultura en la que se registren se cumplen o no, como por
ejemplo, el papel de la mujer en las diferentes religiones.
“Lo bueno de los derechos es su universalidad lo malo es que
no se aplica. Torturar está mal en cualquier sitio, sea
Marruecos o en París, y que la mujer esté sometida es algo
que teóricamente hay que rechazar, es un valor. La cuestión
está en cómo se evita eso. Yo soy partidario de un poder
neutral en el que no se permitiera la lapidación de las
adúlteras”, sintetizó.
Para concluir su intervención, Javier Sádaba confesó que
“creo en una integración con ciertos valores cada vez más
reconocidos por todos aunque siempre habría un efecto, el
intentar eliminar el genoma de cada persona. Por eso la
globalización debería impregnar la moral y los derechos y el
resto, anchas castillas”, sonrió con gesto amable, el
profesional.
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