Aunque los sepa, no voy a ser yo quien dé el nombre de los
jugadores a los que, según se publicó el pasado lunes en la
página web oficial del club, la junta directiva “ha decidido
abrir expedientes disciplinarios por su comportamiento
extradeportivo y en aplicación del régimen interno del
club”. Lo que sí voy a decir es que se trata de tres
futbolistas sub-23, que carecen de peso dentro del vestuario
y que juntos apenas acumulan 336 minutos de juego. O sea,
auténticos cabezas de turco a costa de quienes se pretende
crear una cortina de humo. Tres jugadores, sobre los que
añadiré, que son reincidentes. Porque ya fueron sancionados
no hace mucho tiempo. Concretamente la semana después del
último triunfo conseguido sobre el Marbella en el Alfonso
Murube. Una victoria lograda hace cinco jornadas y desde la
que ya ha llovido. Por lo que, como revulsivo, está claro
que esta medida no tuvo ningún efecto; al menos positivo. Y
sugiere la pregunta del por qué ahora sí se dice que se les
sanciona y entonces no. Aunque, como esa, haya otras muchas
incógnitas.
Lo realmente grave del asunto es que, ante la crisis de
resultados que padece la entidad, esa sea la única medida
tomada por una directiva que no está a la altura de la
situación. Un parche que, descaradamente, persigue desviar
la atención para que este domingo los silbidos se centren,
en lugar de en el palco y en el banquillo, sobre los
jugadores. Unos jugadores que, no lo olviden, están todos
metidos en el mismo saco por la ligereza con que se ha
tratado este asunto desde los despachos.
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