El cardenal Antonio Mª Rouco,
hombre de talento y de hondura, acaba de hacer pública la
preocupación de los Obispos, o sea de la Iglesia, ante dos
problemas que atraviesa el país: por un lado, “el peligro de
un deterioro de la convivencia”, y por otro, “la actual
crisis económica”. El espíritu de reconciliación,
sacrificado y generoso, que presidió la vida social y
política en los años llamados de la transición a la
democracia, se lo vienen cargando algunos políticos de poca
monta y otros que son gobierno. Es decir, la clase política.
Mientras tanto la otra clase, la obrera, vuelve a pagar los
platos rotos de la crisis y a tener que pagar la factura del
estropicio. Lo cierto es que hemos aprendido a volar como
los pájaros, a nadar como los peces; pero todavía no hemos
aprendido el sencillo arte de vivir como ciudadanos
demócratas, dispuestos a entendernos y comprendernos. Algo
que debiéramos cultivar por principio moral y ético, puesto
que convivir es una necesidad tan real como la vida misma.
Resulta que los que tienen que dar ejemplo no lo hacen,
siembran corrupción y se quedan tan frescos.
Ahora Zapatero dice que de la crisis se sale juntos,
contando con todos. No se hizo así cuando hubo abundancia.
La especulación fue invento de los más pudientes. La máxima
de que dinero llama dinero se cumplió a rajatabla como
decreto. Evítese la sangría del paro si en verdad se quiere
que todo el pueblo salga del agujero. Algunos jamás han
salido de la crisis. No han conocido el estado de bienestar.
Luego pasa lo que pasa. Que con estas desigualdades e
injusticias sociales, consentidas por todos los partidos
políticos y sindicatos, es bastante difícil que reine la
paz. Hace tiempo que algunas políticas y políticos de
nuestro país, no respetan las necesidades materiales y
espirituales y sobre todo la dignidad humana de las personas
más débiles. Cada día parecen dominar más las fuerzas que
dividen y destruyen, donde nadie se interesa por nadie, nada
más que por los suyos y sus amigos. Con la verdad y la
libertad derruidas, que son las auténticas columnas morales
de una sociedad, lo tenemos complicado levantar cabeza y
ayudar a levantarla.
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