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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las cosas como son
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace dos semanas, más o menos, tuve la oportunidad de conversar un buen rato con Pedro Gordillo y Juan Manuel Doncel en la sala de estar del Hotel Tryp. Conversación que aproveché para quitarle hierro a las furibundas críticas que suele recibir el primero por parte de sus numeroso enemigos.

Pero además de escribir sobre la importancia que tiene que tales críticas no influyan en el estado de ánimo de Gordillo y le causen una crisis de personalidad, creo recordar que destaqué su predisposición a charlar de manera relajada y a mostrarse sumamente agradable.

Así, se daban todas las condiciones para que yo me pudiera expresar con absoluta tranquilidad a la hora de responder a las preguntas que me hizo el vicepresidente de la Ciudad en relación con las funestas actuaciones que viene teniendo la Asociación Deportiva Ceuta. Y es que Gordillo, aunque ustedes no lo crean, está tragando quina con el mal rendimiento de un equipo que ha costado una fortuna pública y cuyos dirigentes han perdido el oremus. Y lo han perdido por no saber mantener la disciplina en un club que siempre la mantuvo a rajatabla. Y es que jamás antes se había visto una trifulca de dos técnicos en los medios echándose en cara errores que nunca debieron airear a los cuatro vientos.

Gordillo está afectado por todo lo que viene ocurriendo en el seno de la institución deportiva. Lo cual es comprensible: ya que hace tres temporadas fue quizá la persona más empeñada en que el club cambiara de presidente. Y como estaba en su derecho de hacerlo, pues decidió que había llegado el momento de probar fortuna con otros directivos a ver si, al fin, se lograba un ascenso que tanto se venía resistiendo.

Al proyecto se sumaron varios individuos. Y lo hicieron embozados pero siempre atentos a dar la cara en el momento adecuado para recoger las ovaciones de los éxitos si éstos llegaban. Con tan mala fortuna que el equipo tan mal presidido como dirigido, desde el banquillo, pego un petardo que a punto estuvo de costarle el descenso de categoría.

A tamaño fracaso deportivo se sumó el desconocimiento de una contabilidad, al parecer un calco de lo que se ha venido haciendo en la Federación de Fútbol, y Gordillo hubo de decirles a esos individuos que Puerta, Mondeño y Camino. Que no habían estado a la altura que de ellos se esperaba. Y que él no estaba dispuesto a seguir apoyando una causa perdida.

Como se imponía un cambio, la nueva directiva se formó mediante las bendiciones de quien presidía la Federación de Fútbol y el visto bueno del presidente de la Ciudad y a Gordillo se le convenció para que no dejara de asistir al palco de autoridades. Porque, dado que no es muy aficionado al fútbol, le cuesta lo indecible ir los domingos a ver un equipo perdedor.

Tampoco la nueva directiva acertó en su primera temporada. Pero en la segunda se llegó a tocar el cielo y Gordillo, como todos los políticos populares, decidieron festejarlo a lo grande. El vicepresidente tuvo la mala suerte, además, de colocarle una insignia de oro a un entrenador que no sabe por qué gana ni por qué pierde. Gordillo me confesó, días atrás, que Benigno Sánchez lo saca de quicio. Y que debe morderse la lengua en el palco para no poner el mingo.
 

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