Aquí no va a haber ningún elemento
que sea tabú en la búsqueda de atajar, cuanto antes, y de la
mejor manera posible, la crisis galopante que azota a los
particulares y a los organismos públicos.
El deporte puede ser uno de los campos en el que el azote de
la crisis se deje notar antes, pero no en todo el deporte,
porque el super profesional seguirá como está o mejor, pero
las clases inferiores serán las que se vean privadas, unas
veces, de instalaciones, otras de educadores, y a la larga
pueden volver a darse circunstancias como aquellas en las
que para jugar un partido de fútbol, por ejemplo, había que
llevar, al hombro, los postes de las porterías.
Aquí en Ceuta, que se pasa del cero al infinito en un
santiamén, han sonado a repique de campanas y luego a
redoble el que se empiece a barajar la posible desaparición
del ICD para así ahorrar.
Visto a bote pronto y sin analizar por dentro la situación,
podría parecer una temeridad, pero parándose a analizar lo
que es hoy el ICD, lo que cuesta a la Ciudad Autónoma este
organismo y la “rentabilidad” que está produciendo, podría
ser una solución, si no su desaparición, al menos su
reciclaje y su transformación en algo distinto a lo que es
hoy.
Generalizar, siempre acarrea injusticias y en el ICD ha
habido personas que sin haber pertenecido al deporte, sin
conocer el deporte, sin ilusión por nada relacionado con el
deporte y, únicamente, por el enchufismo del que mandaba en
alguna parcela, en su momento, han entrado como con
calzador, y a los cuatro días de estar dentro, ni
agradecido, ni pagado, y únicamente se manifestaban con “yo
ya estoy dentro y ahora a vivir”. La frase no me la he
inventado yo en estos momentos, fue pronunciada, delante de
mí, por alguien que sigue ahí “vivito” y sin dar golpe,
además de que se lleva la vida de Dios.
Así no puede subsistir un organismo que empieza por ser
dirigido, siempre, por el amigo del que manda, y a partir de
ahí ..., lo que salga.
Recuerdo la ilusión y los viajes de mi amigo, el añorado
José María Rodríguez Portillo – al que ahora se quiere negar
la sal de dar su nombre a un polideportivo, por parte de
quienes no hubieran servido para llevarle el bloc de notas
con los preparativos de lo que fue el IMD -, cuando comenzó
a trabajar sobre ese proyecto que terminaría en el Instituto
Municipal de Deportes.
Fueron muchos los viajes, en aquella época, pero este no iba
a hoteles de cinco estrellas, a Madrid, o mejor dicho a sus
cercanías: Getafe, Leganés, Alcorcón, Fuenlabrada ..., para
conocer la estructura de aquellos organismos que el grupo
socialista de los años 80 tenía perfectamente organizado.
De esos viajes pudo salir un modesto IMD que empezó a andar,
no tirado por un potente “trailer” de muchos caballos, sino
como una carreta de bueyes que iba lentamente. Pero ahí
quedó ya eso.
Luego, con José María Rodríguez Portillo ausente, llegaron
las vacas gordas, llegaron los proyectos faraónicos de
instalaciones que costaron hasta cinco veces más de lo que
se pensó inicialmente, por ejemplo en Polideportivo López
Días Flor. A esto se unía una serie de colocados en las
oficinas, como si de un ministerio se tratara y
paralelamente otro mucho personal para atender las
necesidades, que a veces quedan sin atender. En su día
daremos ejemplos. Un presupuesto así es imposible
soportarlo.
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