Me he enterado de que han cogido a
“Cheroqui”. Ustedes están en todo su derecho de pensar que
tengo más retraso que el reloj del Merado de Abastos, pues
esta noticia hace unos días que se dieron en todos los
medios de comunicación, y llevan toda la razón del mundo en
ese pensar. En mi descargo puedo decir que a pesar de todo
he tardado menos que Garzón en enterarse de que Franco lleva
muerto treinta y tres años. No es por nada, pero le llevó
ventajilla en enterarme de las noticias.
Un momento, no se me adelanten, he escrito “Cheroqui” porque
no se escribir en euskera, idioma que se habla en el mundo
entero pero, el menda lerenda, sólo sabe hablar en
castellano y muy mal por cierto aunque, a decir verdad, se
me entiende más que cuando habla Solbes, que no hay un dios
que se entere de lo que está diciendo.
A lo que vamos, “Cheroqui”, me ha devuelto a mi niñez,
cuando me encantaba ver las películas del lejano Oeste. Esas
películas de los indios perseguidos por los americanos. La
que liábamos, en el cine, cuando aparecía el muchachito,
montado en su aballo, persiguiendo a los indios que se
querían llevar a la muchachita con ellos. Todo el mundo
aplaudiendo y animando al muchachito en su veloz carrera.
Además de los “Cheroquis” estaban también las tribus de los
”Arapahoes”, “Apaches” y “Cheyennes”. Creo que se escriben
sus nombres así, tengo que reconocer que tampoco se escribir
en el idioma indio de aquella época. Y mucho menos el idioma
empleado por medio de las columnas de humo.
La lucha entre los americanos del lejano Oeste y los indios,
se mantuvo durante varios años. Hay que reconocer que en una
de las más importantes batallas, los indios venciendo al
general Custer. Oiga, toda una odisea que los indios
celebraron por todo lo alto, con sus cánticos alrededor de
la hogueras correspondientes. Claro que ganar una batalla,
no es ganar la guerra y esa la perdieron. Al final, como
estaba mandado ganaron los americanos, enviando a los indios
a una reserva de la que no podían salir ni, aún, estando en
el tercer grado. Naturalmente que, por aquel entones, no
existía el asunto del tercer grado. Así que al que osaba
salir de la reserva le daban matariles.
Los grandes jefes de los indios, Sitting Bull y Caballo
Loco, viendo como estaba el panorama y, sobre todo, que la
juventud no estaba por el asunto de la guerra, que estaba
más por divertirse y pasárselo bien, decidieron aceptar la
propuesta, quedarse quitecitos en la reservas y dejar salir
los sábados a la juventud con los amiguetes de discotecas y
tal.
Los hijos de los grandes jefes, acogieron con grandes
muestras de satisfacción la actitud tomada por sus padres,
decidiendo hacer el amor y no la guerra, Una guerra que
tenían perdida y que sólo les podía llevar a que le dieran
matariles o a no salir jamás en sus vidas de la reserva.
El gran jefe “Cheroqui”, se pasaba el día insultando a los
jefes americanos, pensando que jamás saldría de la reserva,
que es donde debería estar. Y sus hijos, los hijos de…”Cheroqui”,
estaban “acongojados” y dispuestos a no seguir los pasos de
su padre.
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