Cuando se escribe en estado de
irritación, las ideas y los sentimientos brotan
descompuestos y desordenados, hasta caer enmarañados en la
página literaria. Es lo primero que uno aprende en cualquier
curso de redacción. He aquí por qué es mejor dejar que se
aplaque primero el tumulto interior que nos agita. La frase
es la más adecuada para que alguien pueda tacharme de cursi.
Pero créanme que sólo dejando reposar las pasiones y
controlando los nervios es la única manera de decir las
cosas dentro de cierto orden y concierto.
Es lo que trataba de explicarle días atrás a alguien que me
achacaba el que en muchas ocasiones mis escritos exudan
sorna, burla, guasa, cachondeo... Pero capté muy pronto que
lo quería decirme es que yo suelo tomarme a bromas
cuestiones que él reviste de una seriedad apabullante. Tal
vez porque no se ha parado a pensar que, debido a nuestras
posiciones, estamos en las antípodas. Lo cual no obstaculiza
que a veces tengamos opiniones coincidentes y hasta nuestra
manera de actuar, en según qué situaciones, nos parezca
elogiable.
Dado que son pocas las veces que hablamos, muy pocas,
decidimos aprovechar la oportunidad que se nos había
presentado y a fe que no desperdiciamos el tiempo. De modo
que repasamos algunos problemas pasados y nos metimos de
lleno en los actuales.
En ocasiones, nuestra charla informal se veía interrumpida
por quienes se acercaban a saludar a mi interlocutor y ello
hacía que la conversación tomara otros derroteros. Guillermo
Martínez, por ejemplo, consejero de Economía, Empleo y
Turismo, pasó por el sitio y me fue imposible saber si tiene
la costumbre de dar las buenas tardes y excusarse cuando
decide interrumpir la conversación mantenida por otras
personas.
Cuando Martínez creyó conveniente irse por donde había
venido, sin obsequiarnos con un mínimo adiós, quien
conversaba conmigo me dijo lo siguiente:
-¿Por qué nunca has destacado en tu columna la buena labor
que está haciendo este consejero?
-Será porque la tengo tomada con él. Es lo que tú estás
deseando oír y lo que, seguramente, te habrán contado,
¿verdad?...
-No, hombre, no; ya estás pensando mal...
Lo ves, en cuanto aparento tomarme las cosas en serio, tú,
al igual que otros muchos, inmediatamente crees que estoy
pensando de manera torcida, y todo lo que sigue... Por tal
motivo, a la hora de escribir procuro por todos los medios
poner en cuarentena lo que voy a decir, para no arrepentirme
de lo que luego ponga negro sobre blanco.
Mira, en vista de que nuestra charla está transcurriendo por
cauces estupendos, no tengo el menor inconveniente en
decirte que yo no conozco a Guillermo Martínez de
nada. Que jamás he hablado con él. Y, desde luego, a ti, que
eres persona muy experimentada en la calle, no se te habrá
escapado que al muchacho le falta un hervor para conectar
con la gente. Razón más que suficiente para que no se me
haya ocurrido interesarme por su labor como político. Creo
que Martínez, si es tan listo como estirado parece, lo
entenderá. Y hará todo lo posible, por muy consejero de
Economía, Empleo y Turismo que sea, en ir adaptando su
carácter al empleo publico que tiene. Pues cuesta menos
trabajo ser agradable que lo contrario.
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