Son jóvenes, aún no tienen el título y por tanto, tampoco
experiencia, pero están deseosas de empezar a ejercer como
enfermeras en Ceuta o en sus ciudades de procedencia. Son un
grupo de jóvenes estudiantes de tercer curso de la Escuela
Universitaria de Enfermería F. González Azcune. Estas
realizaron pruebas de toma de tensión a los viandantes que
así lo quisieron en la mañana de ayer en el inicio de la
subida del paseo Revellín. No les faltó de nada: sillas, una
mesa, el fonendoscopio y la caracterización como enfermeras.
Todo ello siempre con una gran sonrisa. Esta es la historia
de una clase que se busca la vida para conseguir costearse
el viaje de fin de curso.
Es tradicional que los estudiantes universitarios de último
curso vendan polvorones y turrón en navidad, organicen
fiestas y barriladas donde ejercen de camareros o escojan un
número para repartir la suerte a través de participaciones
en el sorteo de Navidad para ganarse unas ‘pelas’. Eso sí,
seguramente pocos hayan aguzado tanto el ingenio para
combinar su futura actividad profesional con el servicio a
la comunidad para tratar de meterse a la gente en el
bolsillo y conseguir una propina.
Para muchos de los alumnos de tercero de Enfermería recaudar
un buen dinero para afrontar un viaje de 800 o 900 euros
resulta más difícil de la cuenta. “La mayoría somos de fuera
de Ceuta y vivir aquí nos dificulta poder ahorrar mes a mes
para el viaje”, explicó Carmen.
La novedad en el Revellín
El Revellín registró ayer, como cada sábado, una excelente
presencia de público. La diferencia respecto a fechas
anteriores fue el stand instalado por la alumnas de
Enfermería. Todo muy sencillo pero eso no evitó que mucha
gente, sobre todo personas mayores, se pararan a preguntar y
acabaran sentadas.
“Pedimos la voluntad”, explicaba una de las alumnas mientras
procedían a colocar el manguito en el antebrazo de una
señora. Esta ciudadana, a pesar de la juventud de quienes la
atendían, se sentía segura. Se le veía en la mirada. Después
de unos minutos. Las estudiantes le facilitaban el dato de
la tensión.
Como suele ocurrir en este tipo de ocasiones no todo el
mundo acaba sumándose a la causa de las jóvenes aprendices
de enfermería. “Hay gente que se sienta con nosotras y nos
echa unas moneditas pero también hay quien decide no
hacerlo. Nosotras no reprendemos a quien no nos ayuda”,
espetó Carmen. “Si no nos dan nada no nos importa por que
para nosotras hacer esto es como un adelanto de lo que
haremos en unos años cuando nos dediquemos a esto
profesionalmente”, reconoció Elena, otra de las alumnas.
Estas jóvenes ofrecen un servicio que no es nada desdeñable.
“Conocer la tensión de tu organismo es un dato que interesa
conocer a toda persona”, reseñaron. “Es una cuestión de
salud. Una persona puede ser hipotensa o hipertensa y no
saberlo.”, añadió otro de las jóvenes estudiantes de la
Escuela Universitaria de Enfermería, ya integrada en la
Universidad de Granada.
La toma de tensión es un acto sencillo que, aún así, precisa
que sea llevado a cabo por un o una profesional. Primero se
sienta a la persona, luego se le coloca el ‘tipico’ manguito
alrededor del antebrazo. Después se infla. Se coloca el
fonendoscopio y se toma la sístole y la diástole. Dos
niveles de tensión.
A pesar de que ayer no fueron más de cinco las chicas que
estuvieron en el Revellín tomando la tensión esto es un
proyecto de once personas en total. Estos son sus nombres:
Elena Tejerina Alonso, Mari Carmen González Fernández,
Carmen María Pascual Mayorga, Lidia Menacho Rueda, Macarena
Jiménez Pérez, Cristina Gómez Serralvo, Inma Jiménez Fortis,
Virginia González, Gema González Casarilla Alba González
Caballero y Lidia Gil Bandera.
|