La ministra de la Vivienda vino el
miércoles pasado para firmar convenios e intercambiar
impresiones sobre asuntos correspondientes a su ministerio
con las autoridades locales, y lo que es más importante para
ella: ya puede decir que conoce Ceuta.
La ministra, al igual que todos los ministros y cargos del
Gobierno que han venido a Ceuta, se ha llevado una muy grata
impresión del presidente de la Ciudad. Y podrá contar que es
verdad cuanto le habían dicho acerca de la amabilidad de
Juan Vivas y de las buenas relaciones que éste mantiene
con José Fernández Chacón, delegado del Gobierno.
Beatriz Corredor había pasado antes por Melilla. Y allí se
encontró con lo que suelen encontrarse todos los ministros
socialistas que acuden a entrevistarse con Juan José
Imbroda: con un presidente de gesto avinagrado y que los
mira por encima del hombro. Una actitud que hace que los
visitantes se sientan más que incómodos y con todas las
ganas del mundo de irse cuanto antes de allí.
Luego, si los ministros desean hablar del viaje entre
familiares, amistades, funcionarios o compañeros de
gobierno, seguro que dejarán caer que el presidente de
Melilla les ha parecido una persona áspera, adusta y
dispuesta a demostrar que nunca se dejará embaucar por unos
socialistas de los que sigue sin fiarse. Y hasta puede que
alguien les pregunte si no les ha echado en cara el que
ZP no tenga con Melilla el extraordinario comportamiento
que tuvo Aznar.
Juan José Imbroda sigue dando pruebas evidentes de no
haberse percatado todavía de que es ZP quien reside en La
Moncloa. Y que un buen político ha de saber sortear los
momentos en los cuales los suyos no están subidos en el
machito del poder principal.
Pero él, el alcalde de Melilla, ha apostado por sacar a
relucir, a cada paso, el orgullo de sentirse no sólo del
Partido Popular sino de exhibirlo, con dureza en el rostro,
ante sus adversarios con cargos importantes en el Gobierno
de España. Y así le va... Amén de que se haya ganado fama de
ser un malage en toda regla.
Todo lo contrario a la forma de actuar que tiene Juan Vivas.
Éste, en cuanto las urnas dictaminaron que tenía que
gobernar con un delegado del Gobierno socialista, supo
aceptar los hechos con la naturalidad de quien está
convencido de que es el presidente de todos los ceutíes. Y
que jamás la cohabitación iba a ser un obstáculo que le
impidiera entenderse con los socialistas por el bien de
Ceuta. Y salvo raras excepciones, y nunca sin salirse de
madre al mostrar sus discrepancias con los cargos de la
Administración General, está actuando de manera plausible y
encomiable.
Cierto es que hay personas en el PP que no ven con buenos
ojos que yo compare a Vivas con Imbroda. A fin de cuentas,
ellas en el fondo harían, de estar en el sitio del segundo,
lo mismo que viene haciendo él. Pero la Verdad es la verdad,
dígala Agamenón o su porquero.
Y esta verdad conviene resaltarla. Por razones de mucho
peso: porque el buen comportamiento de Vivas con los
ministros socialistas y demás cargos del Estado, redunda en
beneficio de la ciudad. Y el bien de Ceuta ha de estar por
encima de simpatías o antipatías.
Lo cual no se consigue asistiendo a las reuniones de trabajo
con la jeró de cancerbero de discoteca con tripas por
estrenar.
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