Carlos Marx aseveró que la
religión es el opio del pueblo. Aunque dicen que, si
volviera de su tumba, en estos momentos, no dudaría en
sustituir la religión por el fútbol. Que sigue siendo un
deporte de masas con fuerza suficiente para aliviar
malestares y adormecer conciencias.
Hablar de fútbol se ha impuesto de manera casi generalizada,
y ya no digamos opinar de él. Y pobre de aquella persona que
no sepa intercambiar impresiones acerca del más popular de
los deportes. Porque será vista como un bicho raro.
Al fútbol le faltó, durante mucho tiempo, la presencia
femenina en los campos. Se echaba de menos a las mujeres en
las gradas. Incluso un buen día nos dimos cuenta de que
éstas acudían cada vez más y hasta se hacían notar como
hinchas enfervorizadas. Con lo cual comenzamos a creer que
también a ellas el fútbol les valía para lenificar las
secuelas de sus problemas diarios.
Podría contar innumerables anécdotas de fútbol. Referidas a
los cambios de carácter que producen las victorias o las
derrotas entre los aficionados. Verbigracia: los agentes
comerciales, antes llamados representantes, sabían a qué
comercios no deberían ir hasta que al propietario no se le
pasara el berrinche por la derrota del equipo de sus amores.
O bien acudir presurosos a visitarle por tener la certeza de
que el triunfo del equipo de su vida lo mantenía en un
estado de euforia propenso a comprar cuanto se le ofreciera.
Y qué decir del bajo rendimiento en el tajo de quienes
llegaban los lunes sumidos en un estado depresivo y con la
susceptibilidad a flor de piel y dispuestos a enfrentarse
con el primer compañero que les trabajara el disgusto con
ironía, tirando a la guasa e incluso al sarcasmo.
Pues bien, todo lo reseñado y mucho más, debido a la acción
difundidora que los medios vienen haciendo de este deporte,
considerado más rey que nunca, amén de seguir vigente se ha
visto aumentado en todos los sentidos. Por lo cual es
conveniente cerciorarse muy bien del equipo al que pertenece
tal o cual persona, ostentadora de cargo importante, para
asegurarse de que su estado de ánimo está en las debidas
condiciones para poder dialogar con ella como Dios manda.
Pero sería muy injusto si me olvidara de lo mucho que
significa el fútbol en general para los políticos
profesionales y, sobre todo, el de su ciudad. En este caso,
conviene destacar de qué modo se ven afectados los alcaldes
por los éxitos o los fracasos del equipo local. Porque está
tan arraigado el fútbol en España, que obliga a los
Ayuntamientos no ya a no mostrarse indiferentes ante el que
ya podría considerarse el opio del pueblo, sino que
necesitan comprometerse con la causa hasta extremos
insospechados.
Así sucede aquí. Como no podía ser menos. Y no porque la
Asociación Deportiva Ceuta sea más que un club. Lejos de mí
ni tan siquiera pensarlo. Pero sí es un emblema de la tierra
que debe exhibirse cada quince días por campos peninsulares.
Y si es posible, algo que pertenece al país de las
perogrulladas, pisando muy fuerte.
Qué sustancia narcótica tendrá el fútbol, Madre del Amor
Hermoso, que llevamos varios días donde Sánchez y
Díaz vienen acaparando toda la atención. Mientras
Juan Vivas parece ser que no existe. Lo cual demuestra
que el opio hace milagros.
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