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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 19 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El opio del pueblo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Carlos Marx aseveró que la religión es el opio del pueblo. Aunque dicen que, si volviera de su tumba, en estos momentos, no dudaría en sustituir la religión por el fútbol. Que sigue siendo un deporte de masas con fuerza suficiente para aliviar malestares y adormecer conciencias.

Hablar de fútbol se ha impuesto de manera casi generalizada, y ya no digamos opinar de él. Y pobre de aquella persona que no sepa intercambiar impresiones acerca del más popular de los deportes. Porque será vista como un bicho raro.

Al fútbol le faltó, durante mucho tiempo, la presencia femenina en los campos. Se echaba de menos a las mujeres en las gradas. Incluso un buen día nos dimos cuenta de que éstas acudían cada vez más y hasta se hacían notar como hinchas enfervorizadas. Con lo cual comenzamos a creer que también a ellas el fútbol les valía para lenificar las secuelas de sus problemas diarios.

Podría contar innumerables anécdotas de fútbol. Referidas a los cambios de carácter que producen las victorias o las derrotas entre los aficionados. Verbigracia: los agentes comerciales, antes llamados representantes, sabían a qué comercios no deberían ir hasta que al propietario no se le pasara el berrinche por la derrota del equipo de sus amores. O bien acudir presurosos a visitarle por tener la certeza de que el triunfo del equipo de su vida lo mantenía en un estado de euforia propenso a comprar cuanto se le ofreciera.

Y qué decir del bajo rendimiento en el tajo de quienes llegaban los lunes sumidos en un estado depresivo y con la susceptibilidad a flor de piel y dispuestos a enfrentarse con el primer compañero que les trabajara el disgusto con ironía, tirando a la guasa e incluso al sarcasmo.

Pues bien, todo lo reseñado y mucho más, debido a la acción difundidora que los medios vienen haciendo de este deporte, considerado más rey que nunca, amén de seguir vigente se ha visto aumentado en todos los sentidos. Por lo cual es conveniente cerciorarse muy bien del equipo al que pertenece tal o cual persona, ostentadora de cargo importante, para asegurarse de que su estado de ánimo está en las debidas condiciones para poder dialogar con ella como Dios manda.

Pero sería muy injusto si me olvidara de lo mucho que significa el fútbol en general para los políticos profesionales y, sobre todo, el de su ciudad. En este caso, conviene destacar de qué modo se ven afectados los alcaldes por los éxitos o los fracasos del equipo local. Porque está tan arraigado el fútbol en España, que obliga a los Ayuntamientos no ya a no mostrarse indiferentes ante el que ya podría considerarse el opio del pueblo, sino que necesitan comprometerse con la causa hasta extremos insospechados.

Así sucede aquí. Como no podía ser menos. Y no porque la Asociación Deportiva Ceuta sea más que un club. Lejos de mí ni tan siquiera pensarlo. Pero sí es un emblema de la tierra que debe exhibirse cada quince días por campos peninsulares. Y si es posible, algo que pertenece al país de las perogrulladas, pisando muy fuerte.

Qué sustancia narcótica tendrá el fútbol, Madre del Amor Hermoso, que llevamos varios días donde Sánchez y Díaz vienen acaparando toda la atención. Mientras Juan Vivas parece ser que no existe. Lo cual demuestra que el opio hace milagros.
 

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