Salvador de la Encina ha
demostrado con sus actuaciones, como presidente de la
Comisión Delegada de Ferraz, que está muy capacitado para
tratar de resolver situaciones complicadas en el seno de un
partido. Porque, a decir verdad, la misión que le
encomendaron en Madrid, tenía las ideas de un miura
abochornado, escurrido de carnes y con dos leños en la
cabeza, capaz de hacer correr al mismísimo José Tomás.
Incuestionable, pues, el valor sereno y seco que el diputado
socialista ha exhibido durante la temporada que ha
necesitado para culminar su tarea en la sede de la calle de
Daoíz. Lo cual sólo está al alcance de un profesional de la
política con nervio y energía y que ejerce el oficio con una
pasión enfriada en su justa medida en la nevera de la
inteligencia.
Me imagino que no faltarán quienes me tachen de adjudicarle
demasiados ditirambos (halagos exagerados) a quien
consideran que ha ejercido de comisario político y que si no
le ha temblado el pulso es porque en Ferraz recibió la orden
de pasarse el socialismo ceutí por la taleguilla y, en caso
de necesidad, abreviar la faena y salir del envite de la
manera más aseada posible.
Puede ser que quienes piensan así, no anden descaminados,
claro. Pero una cosa es lo que a De la Encina pueden haberle
ido diciendo desde la barrera y otra es la lidia que él ha
creído conveniente darle a un asunto que en cualquier
momento podía causarle destrozos en la femoral de su
trayectoria y mandarle al hule de las desgracias de una
organización que tiene sus reglas internas.
Por lo tanto, y tras seguir atentamente su faena como
espectador, reconozco que De la Encina ha sabido adaptar sus
conocimientos políticos a la causa que le encomendaron. Y
dado que vengo usando términos taurinos, para intentar
describir lo hecho por este ceutí, diré que ha sabido
sacarle partido a lo que en el mundo del toro suelen llamar
limpieza de corrales. Es decir, tener que torear alguien el
ganado que muchos compañeros desechan por ser ya figuras del
toreo.
De la Encina no tenía necesidad de aceptar el reto de poner
orden en el socialismo de Ceuta. Ya que lleva muchos años en
el escalafón de políticos destacados y ya tuvo tiempo, no ha
mucho, de demostrar en la plaza de Algeciras de lo que es
capaz. Sin embargo, vivir de los éxitos pasados no es bueno;
y hasta puede reportar más disgustos que beneficios. Y ello
es algo que nuestro hombre, en plena sazón de su carrera,
sabe tan bien como el que más.
De ahí que cuando le dijeron en Ferraz que era la persona
indicada para encerrarse con el problema surgido tras la
dimisión de Antonia María Palomo, pensara,
seguramente, que se le presentaba una nueva oportunidad para
consagrarse definitivamente ante quienes están obligados a
mantener la disciplina de partido por encima de todo lo
demás.
Y asumió el envite sabiendo que lo primero que debería hacer
es decirle a muchos correligionarios: ¡Basta ya! ¡Aquí no ha
más cera la que arde! Y a partir de ese momento, más vale
ponerse una vez colorado que ciento amarillo, puso en juego
sus conocimientos y empleó ardides suficientes para
presentarse en Madrid con una lista de afiliados como
trofeo. Ahora le toca lo mejor: torear a gusto.
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