El pasado lunes el ministro
delegado de Defensa (en Marruecos no hay ministro
propiamente dicho, siendo el cargo ejercido de facto por el
Rey), Abderrahmán Sbaï, presentaba en el Parlamento el
presupuesto para el año 2009, previsto en 35 mil millones de
dirhams (un euro, once dirham al cambio actual). Ello
representará el 16% del presupuesto de inversiones del
Estado, duplicando ampliamente el gasto previsto para el
ministerio del Interior con lo que, entre la seguridad
interna y externa, el Reino de Marruecos consume la bagatela
de ¼ parte de su presupuesto, equivalente al 5% del PIB
(Producto Interior Bruto) desde el año 2005 (durante 2003 y
2004 el porcentaje en defensa del PIB era, respectivamente,
del 4 y el 4,80%). A título de ejemplo, en 1980 los gastos
en defensa consumían el 17,4% del presupuesto global del
país. Por dar otra cifra, cercanos como estamos al pasado
aniversario de la “Al Massira Jadra” (La Marcha Verde),
advirtamos que entre 1985 y 1991 el coste del despliegue de
las FAR en el Sáhara Occidental (las “Provincias del Sur”
para Marruecos), rondaba la cifra de ochenta millones de
dólares al mes.
Dos serán los ejes sobre los que gravitarán los gastos,
además del monto dedicado al personal, reorganizando las
nuevas misiones de las Fuerzas Armadas Reales cara al doble
enemigo que contempla la revisión de la doctrina de defensa
marroquí adaptada a las nuevas amenazas del escenario
internacional, tanto en el exterior... como el interior. Si
por un lado se contempla la adquisición de equipamiento
militar de última generación (aviones F-16, fragatas…), así
como un redespliegue de las tropas en nuevas bases (en el
área del Estrecho destaca el puerto -y helipuerto- de la
Marina Real, al oeste de Alkasarseguer), por otro se habrían
arbitrado recursos para conjurar la penetración del
islamismo radical en el seno del ejército. ¿Cómo?: primero
dignificando el salario y condiciones de vida de oficiales y
tropa (construcción de pabellones militares de uso familiar,
sobre 80.000 alojamientos) y, en segundo lugar,
desarrollando los servicios de inteligencia interna así como
elaborando cursos y seminarios permanentes de formación para
salvaguardar a los militares del gravísimo peligro (abordado
ocasionalmente en esta columna) de la lenta, pero
perceptible, “iranización” del ejército, “inmunizándolos
intelectual e ideológicamente contra el extremismo”, como
señala “L´Economiste” con acierto en un reciente editorial
al hilo de las palabras del joven soberano alauí Mohamed VI,
citadas el lunes por Sbaï en el Parlamento de Rabat:
“consagrar la conciencia religiosa moderada” en el seno de
los rangos del ejército, “inmunizándolos contra las
diferentes tendencias que no respetan los principios del
rito malekita y los valores del justo medio”. Con todo, la
oficialidad marroquí ha ido evolucionando en los últimos
tiempos de la “caña” y el “cubata” a la externidad, cuando
menos, religiosa: no hay más que ver la masiva afluencia de
uniformados (inusual no hace tanto) a la mezquita situada en
las cercanías del Estado Mayor de la Defensa en Rabat, así
como la reciente construcción de oratorios en varios
cuarteles. ¿Un nuevo signo de los tiempos…?.
¿Enemigos exteriores?. Desde luego, Argelia y el Frente
Polisario, infiltrado crecientemente por el salafismo
yihadista próximo al terrorismo de “Al-Qaïda”. España,
afortunada y obviamente según fuentes solventes, no es ya
considerada pese a ciertos históricos desencuentros como
ninguna amenaza potencial.
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