Tengo en casa una pecera, con
peces incluidos, que es la delicia de mi hijo pequeño.
Aunque la mayoría de la veces la cuide la madre.
En esa pecera vive un pez que se llama “Caballa” pero aunque
es un pez actinopterygili no pertenece a la familia de los
scombridaes, como son las caballas. Es un pez que adquirí en
la Feria de Ceuta el pasado mes de agosto, de color
anaranjado chillón y cola corta. Suele ser muy resistente en
cualquier ambiente y de hecho resiste los cambios sin
problemas.
Otros peces y pececillos, sumamente vistosos con largas
aletas y colas deslumbrantes en forma de abanicos
extremadamente flexibles, no consiguen aclimatarse a los
constantes cambios de temperatura ambiental y suelen
claudicar tempranamente dejando a mi chico apesadumbrado.
Para compensar la tristeza que le produce el fallecimiento
de cualquiera de sus mascotas, suelo sustituirlos con otros
peces que puedan mantener la esperanza de vida de acuerdo
con los deseos de mi hijo. Los cuatro peces que componen el
mundo animal acuático reducido a una pecera son peces
resistentes a los embates del medio ambiente cambiante.
Estos peces de la familia callichthydae, conocidos como
corydoras –denominación que viene del griego kory (casco) y
doras (piel)- pueden estar muy bien clasificados en el grupo
de “aspiradoras” y son muy resitentes que sobreviven en
aguas con poco oxígeno.
Bueno, no era mi intención montar una clase de piscicultura
si no escribir sobre la noticia de que los peruanos quieren
regalarle una mascota al presidente electo de los EE.UU para
que su hijita mayor, Malia, pueda disponer de la misma sin
riego de ataques alérgicos a la que es muy propensa.
Quieren ofrecerle a Malia un perro peruano que es todo un
símbolo del país. Un perro cuyos ancestros vivieron en los
hogares de los incas de tiempos remotos.
Todo esto ¿tiene importancia?, yo diría que no tiene mayor
importancia que la que pudiera tener que un ciudadano pisara
una cucaracha en el pasillo de su casa… no entraría ni una
línea en la página de sucesos, desde luego.
Pero no deja de ser curioso que tan simple acto de buena
voluntad sea noticia que vuela por el mundo como si tuviera
tanta importancia como una visita del Papa a determinado
lugar.
No tendría tanta importancia si no fuera porque se trata de
un perro bastante atípico. Un perro simpático y cordial pero
que es más calvo que la cabeza de aquel actor empeñado en
ser faraón o rey, Ramsés III o ese que suspiraba por Deborah
Kerr, y cuyo nombre creo recordar como Yul Brynner o algo
así.
Este perro que quieren regalar los peruanos a la hija de
Barak H. Obama es un ejemplar hipoalergénico, una variedad
que tiene más de 3.000 años de antigüedad y que podemos ver
en cerámicas prehispánicas expuestas en museos.
La verdad es que a mí, personalmente, me produce repelús un
perro de éstos. Pasar la mano por una piel animal sin pelo
me produce escalofríos de… bueno, dejémoslo así. No vayamos
a amargar la esperanza de la niña de diez años que es la
hija del Presidente norteamericano, no sea que se cabree y
le ocurra desatar la invasión de la pequeña península
ubicada en el Norte de África.
No todo va a ser negativo. Resulta que este tipo de perro
(el que quieren regalar a Malia se llama “Orejas” pero que
cuando lo tenga la hija del presidente se llamara “Machu
Picchu”) es un perro usado en medicina tradicional porque,
genéticamente, tiene un síndrome de hipoplasia ectodérmica,
la piel es muy cálida y sensible, lo que hace que su cuerpo
se mantenga mucho más caliente para protegerlo del medio
ambiente. Cuando entra en contacto con la piel humana le
transmite el calor con lo que alivia el posible reumatismo
de su hipotética ama o amo. O sea, una aspirina andante y
con cola.
Evitará alérgias, problemas bronquiales y asma y lo que es
mejor: no tiene ni podrá tener pulgas ni garrapatas porque
éstos bichitos no tendrán donde anidar. Sólo falta saber si
muerden fuerte, ya que son perros que pierden pronto sus
dientes.
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