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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Los ataques suicidas como táctica de guerra (y II)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Me preguntaba ayer la importancia, cuantitativa, de los ataques suicidas (y/o atentados) contra unidades militares. Veamos: numéricamente, de las más de cuatro mil quinientas bajas sufridas, oficialmente, por el ejército norteamericano en el escenario de Irak desde marzo de 2003, solamente unas doscientas serían achacables a los ataques suicidas; a título de comparación, solo durante 2007 unos ciento quince militares norteamericanos se quitaron la vida… En Afganistán, de los cuatro ataques contra efectivos españoles (además de los 17 militares fallecidos al ser derribado un helicóptero “Cougar” el 16 de agosto de 2005 y una soldado muerta por la explosión de una mina contra carro el 21 de febrero de 2007) dos fueron cometidos por insurgentes suicidas: al del pasado domingo día 9 (dos militares abatidos), habría que añadir otro ataque el 13 de noviembre de 2006. ¿Dónde radicaría, entonces, el efecto (ganancia) en el campo militar de los ataques suicidas?. En tres planos: primero, en la repercusión mediática obtenida (guerra de propaganda), tanto en la retaguardia de Occidente (efecto desmoralizador) como entre las filas de los “yihadistas”. Segundo, en el negativo impacto psicológico sobre nuestros soldados; el militar occidental está bien entrenado para una guerra clásica entre ejércitos y bajo reglas establecidas, pero adolece de carencias operativas y de doctrina en los nuevos escenarios de combate asimétricos contra guerrillas insurgentes (y/o grupos terroristas). Tercero y último, los atentados suicidas consiguen aislar a los efectivos militares, acantonados en posiciones erizo y limitando sus movimientos, de la población civil autóctona, dejando a esta inerme ante la macabra dialéctica de acción-reacción, restando legitimidad y eficacia en combate (privándolas, entre otras cosas, de la obtención de inteligencia táctica, propiciando daños colaterales…) a las fuerzas militares desplegadas, lo que puede llevarlas al fracaso.

Las victorias no se consiguen hoy día solo en el campo de batalla; la retaguardia, de ambos contendientes, reviste un especial interés estratégico. En la misma Europa, emboscada, actúa a favor de nuestro enemigo una influyente “quinta columna” del islamismo extremista, con dos líneas de actuación: una, enviando voluntarios a la “Guerra Santa” (de Ceuta salieron al menos cinco jóvenes para Afganistán, acabando uno de ellos en Guantánamo): ahí está, reciente, el eje Tetuán-Barcelona desmantelado en varias fases por los servicios de seguridad marroquíes y españoles; otra, “calentando” el ambiente mediante discursos y una activa propaganda en mezquitas, asociaciones y a través de Internet.

Urge pues analizar, con mente fría y cartesiana, la táctica suicida insurgente, separando el terrorismo puro y duro de acciones de guerra atípicas dirigidas expresamente contra unidades militares, “normalizando” y asumiendo las novedosas condiciones de los actuales frentes de batalla en Irak y Afganistán, rediseñando la estrategia oportuna. También, como hemos visto, reviste especial importancia revisar, actuando en consecuencia, el amparo ideológico y discursivo al entramado yihadista y terrorista en sí, en la misma Europa y bajo nuestras narices; lo que podríamos llamar el “Frente Ideológico”. Por lo demás, la mejor forma de perder una guerra es hacerla con las tácticas con las que se ganó la anterior; la histórica y famosa “Línea Maginot” sigue siendo un didáctico ejemplo. Visto.
 

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