El mundo, todo el mundo, espera de
la cumbre de Washington algo más que una foto, se precisa
con urgencia un cambio radical, un mandato claro y
convincente que fije nuevas reglas financieras en un mundo
globalizado. La cuestión no es nada fácil, pero esta cumbre
tiene que ser (ha de serlo) el inicio de apertura a un
proceso de negociaciones. Esto ya sería todo un éxito,
encontrar la llave maestra que diese fuelle a todos los
Estados para reglar los mercados internacionales de acuerdo
a los nuevos tiempos. Dicho lo anterior, pienso que Europa
debe hacer valer sus pautas y ofrecer sus propias
directrices de comunidad en el citado encuentro. El
constituyente esencial del capitalismo basado en el “máximo
beneficio” es maquiavélico; puesto que, con tal de obtener
ese fin, considera justificados todos los medios utilizados.
Sería absurdo negar su aportación material a una parte de la
humanidad, sobre todo por la industrialización, pero
ciertamente se ha envenenado el sistema con el ansia de
ganar y tener dinero a cualquier precio, obviando de las
agendas de la vida todo valor humano.
Tal y como está el patio de descontrolado, diversos
especialistas piden que los Estados intervengan con mayor
fuerza para resolver la actual crisis financiera global. Me
parece bien por tanto que el presidente del gobierno español
considere la presencia española en Washington como algo
fundamental y le de rango como cuestión de Estado,
entrevistándose con especialistas, fuerzas sociales,
económicas y políticas. Zapatero quiere garantizar que
España siga en la élite mundial tras la cumbre y hemos de
reconocerle que está poniendo todo su empeño. Como también
debería poner el mismo afán, puesto que determina las
directrices de la política interior y en consecuencia es el
responsable directo, en el despilfarro territorial que se
viene produciendo incluso en plena crisis. En ningún caso
debe ser posible que sigan realizándose operaciones
especulativas sin control ni transparencia alguna. Esto ha
de castigarse duramente. Por otra parte, también sería
inútil que el Estado por un lado se apriete el cinturón,
mientras el resto de las administraciones públicas, que
gestionan muchos más recursos que el gobierno central, pasen
de hacerlo.
La sociedad del mundo globalizado requiere con urgencia
cambios profundos. El alto riesgo de unos sistemas
financieros lo único que generan es alarma social. Coinciden
también los especialistas que el mejor camino es crear un
sistema bancario competitivo en que los depósitos estén
garantizados por el Estado. Tampoco debe ser posible que los
bancos realicen operaciones altamente especulativas o que
todavía cohabiten los paraísos fiscales. Si lo que se tiende
es a un sistema financiero global esto conlleva un fondo
monetario global, con el que habrá que ponerse de acuerdo y
acordar modos y maneras de transparencias económicas. La
arcaica y oscura utopía de la Ilustración: “Tenemos derecho
absoluto a ser felices en este mundo”; avivada con la
respuesta actual del capitalismo floreciente: “Y lo seréis
cuanto más grande sea la talega”, está sumamente enraizado
en el subconsciente, y en la conciencia colectiva de los
pueblos, de las familias y de los individuos. “Poderoso
caballero es don dinero”- dijo el visionario poeta. Es de
las pocas proposiciones universales que no se borran, que el
tiempo tampoco las destruye. Por si fuera poco el
desaguisado, algunos medios de comunicación social,
dominados por el gran capital, se encargan de que no se nos
olvide.
Volvamos a nuestro país. El presidente del gobierno ha
explicado que la presencia de España en la cumbre es
fundamental. Lo ha dicho por activa y pasiva y lo ha
conseguido. Ahora hay que mantenerse. Esto se consigue
ganándose el respeto. El ocupar el octavo puesto en PIB, la
experiencia en la supervisión y control del sistema
financiero que le ha evitado las quiebras bancarias como las
sufridas por otros países de nuestro entorno, es un punto.
Para que sea punto y seguido habrá primero que ejemplarizar
nuestro propio sistema que también tiene muchas lagunas. La
corrupción en España ha hecho mella. Por ello, sin duda,
cada día va a ser más necesario que nunca, la intervención
del Estado para regular la vida empresarial y conducir a la
estabilización de la economía.
Urge la aparición de un regeneracionismo de ruptura, lejos
de todo pacto con el aburguesamiento egoísta al que nos
impulsa la sociedad capitalista. La persona interesa como
productor y como consumidor. La cumbre no puede obviar esta
realidad. Ya hace muchos años Herbert Marcuse denunció un
hecho que sigue estando de actualidad, decía que el hombre y
la mujer de hoy salen a la calle, fundamentalmente, a
comprar o a consumir sus horas libres en los grandes
espectáculos de masas, o a hacer proyectos de compras y
anteproyectos de más compras. La gente se reconoce a sí
misma en su mercancía, en el supermercado, encuentra su alma
en el automóvil, en los viajes a ninguna parte. Con los
productos de consumo acallamos conciencias y entretenemos
desesperaciones que rayan la locura, porque al fin y al cabo
nos sentimos presos cuando el corazón lo que nos pide es ser
libres. Quiera, pues, que la ansiada cumbre de Washington
vaya más allá de la absolutización del momento económico.
Por cierto, vuelvo a estar de acuerdo con el presidente que
en su agenda figure también la lucha contra el cambio
climático y contra la pobreza, y el relanzamiento de la
Ronda de Doha sobre el comercio mundial a favor de un orden
internacional más justo. La sociedad postmoderna es
hedonista y consumista como le enseña el sistema. Hay que
ser rompedores en esto. Ya está bien de tanto relativismo y
escepticismo, de tanto pensamiento débil y fragmentario que
no se compromete a nada, de confundirlo todo, de reírse de
la verdad y de regocijarse con la altanería del poder. No en
vano el refranero ya lo advierte: tras la risa viene el
llanto.
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