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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Conversación con Gordillo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me encontré casualmente con Pedro Gordillo y Juan Manuel Doncel, días atrás. Iban los dos a saludar a la portavoz del PP en la Comisión de Igualdad del Congreso, Sandra Moneo, debido a que la burgalesa se disponía a participar en el Congreso sobre Violencia de Género. Y no dudaron en invitarme a tomar una copa en la cafetería del Hotel Tryp.

Desde mi posición, a escasa distancia de donde se hallaba la diputada popular, departiendo con varias personas, pude observar con atención el derroche de efusividad meridional con que Gordillo obsequió a su compañera de partido. Justo es decir que ella dio muestras de estar encantada con la cariñosa acogida que le dispensaba el presidente del PP de Ceuta.

Tampoco se me fue por alto la alegría que rezumaba Gordillo. Se le veía a la legua que gozaba de un estado de ánimo placentero con tendencia a la animación y a la risa. Así que estaba en las mejores disposiciones para conversar con él de cuanto se fuera encartando. Y a fe que lo hicimos durante un tiempo que a mí se me antojó muy corto. Sí; porque pocas veces volveré a tener la oportunidad de poder dialogar con el vicepresidente de la Ciudad en tan favorables condiciones.

En nuestra conversación, y teniendo como testigo al secretario general de los populares y consejero de Fomento, ahí es nada, salieron a relucir nombres de personas a las que no tuve el menor empacho de hacerles el artículo por ser merecedoras de él. Y, como no podía ser de otra manera, Gordillo recabó mi opinión sobre el momento que está viviendo la Asociación Deportiva Ceuta. A lo cual respondí con tres pinceladas fundamentales acerca de la organización defensiva del equipo.

Gordillo me confesó que él nunca fue muy dado a ir al Murube, puesto que suele ponerse muy nervioso y lo pasa muy mal. Y teme salirse de madre en cualquier momento. Declaración que me facilitó la oportunidad de referirme a su tan cacareada vehemencia. Y él, como estaba muy a gusto en ese momento, no dudó en reconocer que a veces se deja llevar por las emociones.

Gordillo es impetuoso y apasionado, claro. Y negarlo sería tan absurdo como tratar de que éste domeñara su vehemencia hasta el punto de convertirse en alguien a quien hubiera que alabarle una flema británica de altos vuelos. Lo cual quedaría muy mal. Más que mal sería motivo para que lo tacharan de cursi. Y a estas alturas de su vida, ver a Pedro hablando y actuando de manera ñoña, afectada, artificiosa, le causaría funestas consecuencias.

En principio, sus enemigos, que son muchos y encarnizados, optarían por perderle el respeto. Y cuando a uno le pierden el respeto, difícilmente lo vuelve a recuperar. Es algo parecido a cuando uno se baja los pantalones, que jamás se los vuelve a poner en su sitio.

No obstante, a medida que Gordillo vaya sumando años notará que éstos no le hacen más sabio sino más prudente. Y esa metamorfosis, a buen seguro, que no le impedirá mantener su personalidad. Pero sí dosificar sus salidas de tono e incluso manejarlas a su antojo. Y, por encima de todo, ese estado de moderación le vendrá que ni pintiparado para conocer, de una vez por todas, con qué personas le merecerá la pena mantener las mejores relaciones. Así se lo dije en nuestra conversación.
 

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