Cambio de tercio. ¡Albricias!: de
la soledad del presidente a la pletórica invitación.
Efectivamente, parece estar jubiloso nuestro presidente del
gobierno, digo nuestro porque ha de serlo de todos los
españoles, lo que significa que va en el sueldo promover
diálogos, dejarse el alma en acercar posturas, más allá de
tender una mano a veces hay que tender sabiduría y corazón
para que brote el entendimiento y espigue el común refrendo
de visiones, para que se enraíce en verdad el consenso como
fuente democrática. Propiciar estos encuentros, jamás es
tiempo perdido, siempre es tiempo ganado. Y la oposición
debe dejarse querer y colaborar, sin caer en la ñoñería de
una novia absorbida por el poder. Es hora de gobernar sin
pensar en lo políticamente correcto para ganar votos. Lo
digo para todos los bandos. La certeza política no tiene más
que un camino, el orden y la libertad. Debe dejarse de
cumplir lo dicho en otro tiempo por el notable pensador
Julián Marías: lo que más me inquieta es que en España todos
se preguntan: ¿qué va a pasar? Casi nadie se pregunta: ¿qué
vamos a hacer? A veces es cuestión de ponerse manos a la
obra. Este momento es de esos, en los que nadie sobra y
todos somos necesarios.
Objetivo conseguido. Por fin los españoles estaremos en la
cumbre económica internacional. Estoy de acuerdo en que
merecía la pena luchar por ello. Tenemos capacidad y méritos
suficientes. Coincido con nuestro presidente que es
fundamental el reconocimiento de España como país de peso
internacional. Ahora habrá que demostrar lo que se es, con
parecerlo sólo no basta. Máxime cuando la política en
nuestro país se ha mediatizado y mediocrizado tanto en los
últimos tiempos, hasta el punto que parece el paraíso de los
charlatanes. Reflexionar sobre la cumbre, en el propio
terreno de juego, en la propia casa, con todas las políticas
y políticos juntos, con todos los agentes sociales, con
expertos en el sistema financiero y con los titulares de las
principales entidades financieras, es tan preciso como
justo. Hay que dejarse de etiquetas, cualquier poder si no
se basa en la unión es débil. La consigna es bien clara:
sólo en un mundo de ciudadanos coherentes y sinceros es
posible la alianza. La sinceridad al poder, pues.
Un pletórico presidente toma la palabra. Deja la soledad
monclovita. De entrada me gusta y lo aplaudo. Lo cierto es
que su entusiasmo no conoce crisis y eso tiene su punto de
luz. De momento, ha conseguido sitio y voz en la cumbre. Un
mérito. Nos alegra y nos alegramos con él. Es nuestro
presidente del gobierno, vuelvo a insistir en ello, al que
le deseamos, porque también nos lo deseamos todos nosotros,
ganar el respeto ante el mundo. Tenía bien poco sentido
dejar fuera a un país como España, la madre patria para
muchos iberoamericanos, ante la gravedad de una crisis que
exige todo lo contrario, una concertación internacional. En
lenguaje de la calle: sumar y no restar. Al fin podremos,
podrá nuestro presiente del gobierno, aportar la experiencia
de un país de ciudadanía solidaria. El mal no hay que
buscarlo sólo en la economía, en los sistemas financieros,
sino también en el corazón mismo de las personas. Para
acabar con el hambre tampoco son suficientes sesudas
políticas, lo que hace falta también es una ciudadanía que
se sienta parte del mundo, parte de ese todo en su dimensión
individual y comunitaria. Quizás la crisis sea más de un
modelo de civilización que olvida alimentar la vida de una
cultura auténticamente humana. ¿Se hablará de esto en la
cumbre? ¿Pondrá la idea sobre la mesa nuestro pletórico
presidente o alguno de sus invitados? Mucho me temo que no
se vaya a la raíz del problema y la esperanza de la cumbre
se quede como el árbol seco, sin cuidados paliativos y todos
haciendo leña del pobre, que es el que paga todas las
crisis.
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