Cuando alguien quiere entrar en
combate en una guerra que, además, ni le va ni le viene,
sólo por defender las migajas que sobran en el plato del
amo, lo primero que tiene que hacer es saber a qué enemigos
se enfrenta y qué armas necesita para poder entrar en
batalla sin salir, como dicen cuando los perros huyen ante
su enemigo, con el rabo entre las piernas.
Me da pena cuando veo en la primera línea de fuego, a todos
esos que el amo envía a combatir, pero sin que él dé la cara
por su enorme cobardía.
No entiendo cómo aún hay personajillos del tres al cuarto
que se lanzan al ataque, con una pequeña lastiqueras,
enfrentándose a tanques, sólo porque el amo así lo ha
decidido. Todos ellos me recuerdan a la época de Kunta Kinte,
esclavos maltratados y prestos, siempre, a las órdenes
recibidas del amo de la plantación
El amo de la plantación, cuando algunos de esos pobres
esclavos, realizaban algo que podría perjudicarle, salían
corriendo hacia la casa del otro terrateniente, para decir y
si era necesario jurar, juraba por todo lo que hubiese que
jurar, que él no había intervenido en nada, que eso era cosa
exclusiva del esclavo de turno.
Hoy día, a pesar de que la historia de Kunta Kinte, hace
épocas que pasó, siguen existiendo esos amos que corren como
posesos, a ver al terrateniente de turno, para jurar que
ellos no han intervenido en nada, que esas son cosas del
esclavo.
Y en cuanto llegan a la plantación, llaman al esclavo,
ordenándoles seguir haciendo lo que, por supuesto, él había
ordenado realizar. No crean que es una historia de novela,
es una realidad como la vida misma que existen, aquí en esta
tierra, sin ir más lejos, esa clase de amo y esa clase de
esclavos, que con una falta enorme de personalidad, se
venden por las migajas sobrantes del plato del amo
Un amo, que el día que no le convenga a sus intereses, que
es lo único que le preocupa dará, a esos esclavos, una
patada en el trasero poniéndolos a los píes de los caballos
sin preocuparse, ni poco ni mucho lo que pueda ser de ellos.
Lo más lamentable, de toda esta situación, es que a los
terratenientes a los que va a ver de prisa y corriendo,
derramando si es necesario alguna lágrima de cocodrilo,
sabiendo que les está mintiendo, les escuchan y, además, le
dan todo su apoyo, defendiéndoles, llegado el caso, de esos
malos esclavos que contradiciendo la órdenes del amo, hacen
cosas por su cuenta. Manda… la cosa
Estos últimos terratenientes también existen, para vergüenza
de todos los que miramos, sin creernos, que eso pueda
existir. La verdad, es que siento vergüenza ajena al tener
que calificarlos.
Mejor hago caso de la sabia de mí abuela que, ante todas
estas actuaciones, incomprensibles por cierto, acostumbraba
a decir “Dios los cría y ellos se juntan, como las buenas
yuntas”.
O mejor aquella frase que decía, cuado veía a algún
personajillo del tres al cuarto, tomar algunas decisiones.
Siempre decía:”Dios le da pañuelos al que no tiene mocos”
¿Dios mío, cuantos pañuelos has tenido que repartir por
estos andurriales!. Y punto.
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