Una niña de seis años ha sido
acusada por los maestros de su centro por haber pellizcado a
una compañera. Fue apartada del grupo y sentada de cara a la
pared, durante el horario lectivo de tres días.
La familia de la alumna, escolarizada en un centro de
Primaria de Playa de Aro, ha denunciado que fue sometida a
un castigo psicológico, más propio de la “escuela
franquista” que de la teóricamente moderna y progresista red
escolar de la Generalitat de Cataluña.
Para corroborar lo que dice la familia, se aportó una imagen
que deja lugar a pocas dudas: una profesora se dirige al
resto del alumnado, mientras que la niña permanece de cara a
la pared, sin poder seguir las explicaciones de la docente,
con el horizonte de un muro, marginada, excluida, separada
del resto y señalada. La familia no quiere hacer comentarios
sobre si la niña se encuentra bien tras el castigo.
Simplemente la sacó de Colegio y mandó las cartas de
denuncia pertinentes. Una de las cartas dirigida al
Consejero de Educación, y, después, de dos semanas todavía
está a la espera de respuesta.
Ahora, la familia se plantea poner una denuncia formal, en
el caso de que la Consejería no tome cartas en el asunto, y
una pronta investigación de los hechos. Para tal denuncia
como se ha dicho, la familia de la niña aporta, de entrada,
una prueba gráfica: una fotografía realizada por el padre,
donde se ve a la alumna de cara a la pared.
El Claustro del Colegio, sin negar la situación originada
por la “agresión” de la niña a una compañera, argumenta que
el padre de la niña agredió a una maestra y a la directora
del Centro, como reacción al castigo que le habían impuesto
a su hija. Lógicamente, el padre niega la agresión,
añadiendo que sólo se produjo una discusión con los
docentes, reconociendo que elevó al tono de voz, sin llegar
a agredir a nadie.
El enfrentamiento Colegio-familia se ha producido, ya que el
Servicio Territorial de Educación de Genora, ha advertido
que la niña está en edad de escolarización obligatoria y
que, por lo tanto, no procede que se nieguen a llevarla a la
escuela después del incidente, que se desencadena después de
que la maestra de la niña la castigara de cara a la pared,
como reprimenda por su comportamiento.
Sorprende las facilidades que tuvo el padre para conseguir
fotografiar a su hija, En los colegios bien organizados los
padres no tienen tan fácil acceso a las aulas. Los conserjes
se encargan de canalizar las visitas, y más, cuando el padre
indignado por tal situación, se presentó en la escuela.
Normalmente se conduce al padre a la Dirección o Jefatura de
Estudios, donde se exponen las causas de la visita. Se
dialoga, pero se impide el acceso al aula, y, si además, era
portador de la máquina fotográfica, con más razón, ya que se
supone que se disponía de una prueba comprometedora, como
así ha sido.
¿Cuántos días hubiera permanecido la niña de cara a la
pared? El progenitor pone de relieve que entró en acción
porque el caso no era una cosa puntual, sino que la alumna
llevaba tres días “confinada” cara a la pared y apartada del
resto de los compañeros. Aquí procedía, después de haber
cometido la falta la alumna, si era considerada grave por
parte de la tutora, era llamar a la familia para que también
opinara con respecto al “pellizco” ejecutado por la niña. Se
supone que el daño causado a la compañera había sido muy
grave, provocando en ella un llanto inconsolable, que
llevara a la tutora y al resto del grupo a una situación de
alarma. Posiblemente, para aplicar tan severo castigo,
hubiese dejado una huella, un “moratón”.
Pero hay más: si el pellizco causó males mayores, es de
suponer también que la familia de la agredida se personara
en el Centro a pedir información sobre lo ocurrido. ¿Por qué
se produjo la agresión? ¿Qué había mediado entre las dos
niñas? ¿Fue el pellizco un acto de defensa? Así, se podría
establecer muchas hipótesis, porque entre las niñas podrían
existir problemas de rechazo que no pudo detectar la tutora
en su momento. El caso es que los padres de la “agresora” se
han erigido en protagonistas del caso.
La Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA), de la
escuela, tiene su versión particular y acusan al padre de
haber zarandeado a las dos docentes y ser el principal
responsable del malestar que hay en el colegio. La AMPA pone
de relieve que el castigo impuesto a la menor es
responsabilidad exclusiva de la maestra y que deriva del
hecho que la niña pellizcó a una compañera de clase. Sin
embargo, otros padres se solidarizaron con el denunciante y
declararon que el castigo era una “auténtica barbaridad”.
La familia de la niña, entretanto, pone de relieve que la
denuncia presentada contra el padre es una pura “calumnia” y
avanzaron que ellos también preparan acciones judiciales
contra la escuela. En el mismo sentido han pedido el
traslado de centro de la menor, ya que su vuelta parece
desaconsejable por razones psicológica.
Es posible que este “culebrón” entre colegio, familia y
Administración, tenga como solución que la niña “agresora”
vaya a otro centro. Parece que sea lo mejor para la niña y
para la familia. Pero, si verdaderamente hubo una agresión a
dos docentes, por parte del padre, las cosas irán a mayores.
El padre de la niña hace referencia a que el castigo que le
aplicaron a su hija era propio de la “escuela franquista”.
Es sólo una aproximación. Aquellos que procedemos de la
misma, este tipo de castigo, que se prodigaba continuamente,
tenía muchas variantes: al rincón de cara a la pared; de
rodillas, con los brazos en cruz, con unos garbancitos en
las rodillas y con los libros más voluminosos del aula en
las manos…
Y lo peor, que no podíamos protestar… Pero en la escuela
actual, todos los castigos físicos, felizmente, han
desaparecido, aunque hay excepciones.
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