El lunes continuaba lloviendo
abundantemente y, según algunas informaciones, la cabaña de
corderos se habría visto afectada ahogándose numerosos
animales. Mal rollo cuando se avecina la Pascua musulmana,
fiesta grande en el Islam, por ser el preámbulo de una
subida en los precios; el año pasado el “hawli” familiar (“jauli”
pronunciado, para que me entienda el lector en Ceuta) me
salió por 1500 dirhams y, según ya me advierten, un rollizo
hijo de oveja de poco menos de doce meses puede costar ahora
sensiblemente más; por si fuera poco, el euro está cotizando
a la baja. Apañados vamos.
Pero yo hoy iba a escribirles de la intervención el pasado
lunes a las 19.00, en el céntrico y moderno salón de actos
de la Cámara Española de Comercio, Industria y Navegación de
Casablanca, sita en la calle Faïdi Khalifa (no es muy
conocida, pero si se acercan pregunten mejor ustedes por la
“rue Lafayette” o, en todo caso, la antigua casa de España,
de infausto recuerdo y llegarán sin problemas), de una
pormenorizada conferencia sobre el “Convenio
Hispano-Marroquí de Seguridad Social” de 8 de noviembre de
1979 (con entrada en vigor el 1 de octubre de 1982), a cargo
del Consejero de Trabajo de la Embajada de España (y antiguo
ministro) Eduardo Martín Tovar, acompañado en la mesa por el
Cónsul General de España en la capital económica del Reino,
Juan Armando Andrada, Juan García en representación de la
Cámara y el asesor técnico J.L. Pérez. Sobrado de forma y
fondo, sin acento malagueño pero con indudable talante
“boquerón”, Martín Tovar supo salir al ruedo abordando con
didáctica y gracejo, de forma pormenorizada, un tema de por
sí árido y de casuística compleja, que fue seguido con
expectación por la cincuentena de asistentes; como en los
toros, “dos orejas” por lo menos. Con apoyo gráfico, el
conferenciante fue desgranando los aspectos generales del
convenio así como los protocolos adicionales y numerosas
excepcionalidades, pensadas para un momento en el que vivía
en Marruecos una colonia española de cierta importancia y,
al contrario que hoy en día, la emigración marroquí en
España era escasamente significativa. Después de un animado
y polémico coloquio, en el que Martín Tovar aclaró las
situaciones partiendo de una realidad empírica dominada por
la economía (“las cuotas, finalmente, son las que determinan
las prestaciones”), salieron a relucir otros protocolos
firmados por Marruecos con Francia y Holanda, países con un
alto porcentaje de partida de población de origen marroquí,
así como el nuevo convenio actualmente en fase de
negociación entre la Unión Europea y Rabat. Entre cierta
expectación, el público asistente abrumadoramente español
aprovechó para seguir manteniendo añejas reivindicaciones
(“comprendidas” por el conferenciante), pues la percepción
existente es que los trabajadores españoles en Marruecos
deben afrontar notables y enojosas dificultades en este
campo.
En el patio del centro, presidido por una artística fuente
azulejada típicamente marroquí y al que se sale por puertas
presididas bajo modernos arcos de medio, de notorio sabor
“andalusí”, la lluvia salpicaba con ritmo y ganas.
Casablanca anochecía mojada y húmeda. Mañana, Inch´Aláh,
será otro día.
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