Bien saben ustedes, y si no yo se
lo digo, que estuve trabajando en ‘El Faro’ más de una
década. Por lo tanto, conozco vida y milagros de esa Casa.
En la cual siempre se procuró darle matarile a todos los
periódicos que deseaban abrirse camino en esta ciudad. A mí
me tocó sufrir el cierre de ‘El Periódico de Ceuta’ cuando
Francisco Fraiz y Rafael Montero gobernaban el
Ayuntamiento de manera tan despótica como interesada.
El editor del periódico decano, en sus mejores años,
convirtió el escupir hacia arriba en una adicción; hasta que
un buen día se encontró con que los salivazos regresaban
cada vez con más celeridad a posarse encima de su testa. Es
lo que suele suceder cuando uno se cree a pie juntillas que
goza de un poder omnímodo que le otorga el derecho de ir
aniquilando a todos los prójimos que se le pongan por
delante.
En un momento determinado, el hombre que se creía el editor
de periódicos locales más importantes de la España de los
noventa, principió a darse cuenta de que jamás podría
conseguir el cierre de ‘El Pueblo de Ceuta’. Que los tiempos
estaban cambiando y que al frente del nuevo medio estaba
alguien dispuesto a no venirse abajo por más que las trabas
que le iban poniendo fueran tan seguidas cual complejas.
La llegada del Gil a la ciudad fue un momento clave para
poner a prueba los arrestos de José Antonio Muñoz.
Una prueba del nueve que éste pasó con nota alta y que dejó
tocado de un ala a un Montero que empezaba a dudar de sí
mismo en todos los aspectos. Tantas dudas, en alguien que
hasta entonces se consideraba todopoderoso, fueron
generándole además un principio de ciclotimia; es decir, un
estado de trastorno del ánimo que oscila entre pasajes de
optimismos exagerados para caer, luego, en el extremo
opuesto.
Con la moral muy baja, vino un día RM a pedirme que había
que procurar por todos los medios acabar con el presidente
de la Asociación Deportiva Ceuta. Y había que hacerlo
argumentando que en este club el presidente hacía las
cuentas del Gran Capitán. Mi respuesta no se hizo esperar:
Jamás diré yo nada en contra de las cuentas de la ADC
mientras que el gerente del ICD, Víctor Iñiguez, siga
declarando que no sólo son correctas sino que, además,
cuentan con el beneplácito de una auditoría hecha por una
firma de prestigio.
En aquellos días mantuve, la hemeroteca lo recoge todo, un
enfrentamiento con Luis M. Aznar, director entonces
de ‘El Pueblo de Ceuta’, por defender a Montero de las
diatribas que Luis Manuel echaba contra él. Que eran tantas
y tan furibundas que el editor del decano vivía en un estado
de tensión que me preocupaba.
E hice por Montero, aún conservo los escritos con los cuales
salí en su defensa, lo que él no fue capaz de hacer conmigo
cuando un día me vejaron en plena calle tres salvajes, al
encontrarme trabajando para su periódico. Aunque, como yo no
sé odiar, me propuse a partir de entonces esperar mi momento
para abandonar una Casa que estaba dirigida por una persona
cuya frustración era tan evidente como para entorpecer el
buen funcionamiento de un periódico que se sigue vendiendo
porque en la vida la tradición continúa imponiéndose a la
racionalidad. Montero, con sus ataques a Muñoz, demuestra
que está en plena crisis. Lo sentimos mucho.
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