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ACTUALIDAD - MIÉRCOLES, 5 DE NOVIEMBRE DE 2008


Doña Sofía saluda, brazo en alto. a.g.

i aniversario de la visita real
 

Dos fueron multitud

Habían pensado venir diez años antes, pero el presidente francés, Jacques Chirac, convenció al monarca de que no era oportuno; finalmente, el 5 de noviembre de 2007, Don Juan Carlos y Doña Sofía pisaron la ciudad como Reyes de España y toda Ceuta se echó a la calle para vivir “un momento histórico” como protagonista
 

CEUTA
Gonzalo Testa

ceuta
@elpueblodeceuta.com

La Reina Doña Sofía habló por primera vez en primera persona de su viaje a Ceuta y Melilla de 2007 entre el 7 de julio y finales de septiembre de este año. Fue, como ya se imaginan, con la periodista Pilar Urbano. Entre homosexuales, negros, abortos, cuernos y eutanasias, su entrevistadora le puso sobre la mesa el asunto de las dos ciudades autónomas y de su viaje del año pasado.

“Vuelvo al tema político”, relata Urbano en un pasaje de su controvertido libro. “En noviembre de 2007, los Reyes visitan las únicas ciudades españolas donde todavía no habían estado en todo el reinado: Ceuta y Melilla. Habían estado a punto de ir diez años antes, al celebrarse el V centenario de la conquista de ambas plazas por los Reyes Católicos [sic], pero Hassan II movió sus hilos y logró que el presidente francés, Jacques Chirac, disuadiera al Rey Juan Carlos. Por evitar tensiones, se canceló el proyecto. «Pero algún día tendré que ir —decía el Rey—, y estoy deseándolo»”, contextualiza la autora, que recuerda como “una orgía colorista de banderas españolas” la acogida “multitudinaria y exultante” que se tributó a Sus Majestades.

La reacción del rey marroquí, Mohamed VI, a este acontecimiento no se hace esperar: su ministro de Asuntos Exteriores llama inmediatamente a consultas al embajador en Madrid y la crisis diplomática dura un par de meses, hasta que en enero de 2008 el diplomático regresa a la capital española “sin oponer condiciones previas”.

Y Doña Sofía entra en escena con voz propia: “Ceuta y Melilla son España: los territorios, la historia, la población. Y en nuestra visita toda aquella gente se echó a la calle con banderas para decir eso: «Somos españoles». Lo que pasa”, explica, “es que Mohamed, como antes Hassan II, su padre, cada dos por tres tiene que reclamar y protestar para que la cuestión siga abierta”. “Como gesto llamativo que deja contento al pueblo, retira a su embajador en Madrid”, asume la Reina, “pero, bueno... ya lo sabemos. No es nada nuevo. Y desde luego, no nos quita el sueño”.

Por lo visto, asegura Urbano, dicho lo dicho en una de las pocas ocasiones en las que acepta hablar con su interlocutora de política internacional, Doña Sofía “se queda tan ancha”, según su interpretación porque “aparte de la legitimidad histórica, sabe cuál es la importancia estratégica militar de Ceuta y Melilla, como balconadas de control defensivo en el Estrecho. Territorialmente, sólo de Ceuta y Melilla, sin contar las Chafarinas, ni Perejil ni otros islotes, salen más de cinco gibraltares”.

“Quien no le quita el sueño es el monarca alauita Mohamed. Como tampoco se lo quitó antes su padre Hassan”, completa sus alusiones al país vecino Urbano antes de trasladar la última alusión directa de Doña Sofía al asunto: “Y eso que [Hasan II] era un hombre listísimo y muy astuto. A mi marido intentaba tenderle trampas: «Ven, ven a Ceuta o a Melilla, y yo te monto allí un recibimiento por todo lo alto.» Había que decirle: «Pero Hasan, ¿cómo vas a recibirme tú a mí en unas tierras que son mías?»”.

Es, claro, sólo la visión de una parte del dúo Real que se hizo multitud al pisar África, la mitad que más “impresionó” por su “inteligencia, influencia, cercanía y viveza” al secretario de Política autonómica del PSPC, Juan Luis Aróstegui, que había hecho de su visita a Ceuta una de las reivindicaciones permanentes de su programa político.

Y no se trata de una paradoja con patas, asegura hoy, un año después, republicano convencido, el líder de CCOO: “La visita cumplió su cometido desde el punto de vista político y su resultado fue el que habíamos previsto: la presencia del Jefe del Estado en Ceuta fue una repercusión mediática indudable que sirvió para reafirmar la españolidad de la ciudad ante el escenario internacional”, dice Aróstegui, seguro de que ese viaje sirvió para dejar de estar “escurriendo el bulto” públicamente ante las reivindicaciones marroquíes.

Con matices, todas las fuentes consultadas coinciden en que el acontecimiento “marcó” nuestra historia local y supuso “un antes y un después” para “consolidar una conciencia ciudadana de formar parte de un pueblo por encima de nuestra vecindad administrativa”. Seguramente porque, por encima de todo, la noticia pilló a todo el mundo a contrapié. Se supo primero, aunque acabaron yendo allí después, en la ciudad hermana, donde el líder de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchan, tuvo que cancelar deprisa y corriendo el viaje que tenía previsto realizar a Turquía por esas mismas fechas.

La noticia, claro, corrió como un reguero de pólvora hacia Ceuta y el líder de la oposición en la Asamblea, Mohamed Ali, incrédulo aún, telefoneó a mediodía a Presidencia buscando confirmación el miércoles 31 de octubre. “Sí, el próximo lunes”.

Horas antes, el jefe de la Casa Real, Alberto Aza, le había anunciado vía telefónica al presidente Vivas la buena nueva. “Me causó una gran alegría y una extraordinaria satisfacción, más por el sentimiento que iba a generar en muchos ceutíes de todas las edades, ideologías y confesiones religiosas que por el privilegio de ser el alcalde que los recibiría”, recuerda en su despacho el líder del Ejecutivo local, que no tiene empacho en reconocer el papel del Ejecutivo socialista de Rodríguez Zapatero en el evento, al que acudió en representación suya la ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado.

La novedad sorprendió al presidente en el acuartelamiento del Hacho, donde se encontraba de visita junto a otros miembros de su Gobierno como Mabel Deu, que lo supo de su propia boca. “Recibió la llamada poco antes y al terminar la visita me lo comunicó”, rememora la consejera, que dice sentir aún la “alegría” de los ceutíes cuando todos lo supieron. “Creo que se llevaron una magnífica impresión de nosotros”, se congratula doce meses después.

A las 19.30 horas, la Agencia EFE confirmó la noticia y los medios pudieron, por fin, contarla: “Los Reyes realizarán los próximos días 5 y 6 de noviembre de 2007 su primera visita oficial a Ceuta y Melilla, confirmaron fuentes oficiales”, rezó el teletipo.

Fue entonces cuando todo el mundo se puso a trabajar. A buscar banderas, a comprar vallas, a pintar las calles y a engalanar los balcones. Seguridad, todavía fuera de Ceuta, a controlar lo visible y lo invisible. Protocolo, a organizar lo posible y lo imposible. “Nosotros no existimos”, decían los representantes de la Casa Real, “pero las cosas se hacen así”, punto, sin alegaciones.

“Zarzuela marca las pautas”

Al margen de todo lo demás el jefe de Protocolo de la Ciudad, Juan Antonio Osuna, en lo segundo que pensó fue en la que se le venía encima. “Zarzuela es la que marca, siempre de forma muy correcta, las pautas y las directrices de todos los actos: visitar los escenarios, ver los recorridos, colocar a la prensa, escoger a los invitados...”, rememora con parsimonia un año después en su despacho de la Asamblea, como atemorizado aún por el Levante que azotó el Estrecho los días anteriores, que puso en riesgo la llegada de vallas y banderas, entre otras cosas.

Pero llegaron, 4.000 metros de tela rojigualda y 1.800 de vallado, como también lo hizo, el 1 de noviembre, la primera pataleta de Rabat. Y las portadas de los diarios nacionales. Y en plena Mochila, por la noche, llegaron los hombres de Juan Carlos, que los días 2 y 3 se dedicaron a repasar palmo a palmo todos los metros que pisarían los Reyes. Todo despejado, ni un cable. Ni por encima, ni por debajo.

“Terminamos de prepararlo todo el domingo [4 de noviembre] a las dos de la madrugada, pero yo esa noche no dormí”, recuerda Osuna, que tuvo el privilegio de ver más de cerca que el común de los ceutíes la visita Real.

Cinco horas en Ceuta

Como sus homónimos de Oriente, Don Juan Carlos y Doña Sofía llegaron a Ceuta para cumplir sueños y hacerlo rápido. Aterrizaron poco antes del mediodía soleado que les recibió, el 5 de noviembre del año pasado, en una ciudad que no pisaban zapatos Reales desde 1927 y en la que ellos no habían estado más que en 1970 para asistir al aniversario de La Legión. Y con los militares se reencontraron, nada más bajarse de su coche oficial, procedentes del helipuerto en medio de una caravana interminable de berlinas negras que hizo el recorrido como un tiro, ante la Comandancia General militar local. Allí, efectivos de Regulares y otras compañías le rindieron honores entre las 25.000 personas que abarrotaban.

Acto seguido, Don Juan Carlos y Doña Sofía se dirigieron, previo paso ante la Catedral, hacia la escalinata principal del Palacio autonómico, aquel que su abuelo había inaugurado 80 años antes. Allí le esperaba, inquieta, toda la Corporación, aunque el Rey, dice Osuna, no exige reverencias ni contoneos para contentarle. “La norma es hacerlo con naturalidad y espontaneidad, nos indicó Zarzuela”, recuerda. Para hablar, tampoco: “Señor, Alteza, Su Majestad... y si salía de tú, no pasa nada, nos aseguró la Casa Real, porque ellos sienten cómo se les recibe y cómo se les acoge”, completa antes de asegurar que aquí lo vivieron “como si estuvieran en su casa”.

Bastón de mando de la Ciudad en manos del monarca, los Reyes a la segunda planta de la Asamblea y, desde allí, al balcón, a saludar a la multitud teñida de rojo y gualda que llevaba esperando hasta cuatro y cinco horas, con Vivas y Arreciado a su lado, las televisiones conectando en directo, júbilo desatado. “Un momento único”, resume el actual delegado del Gobierno en Ceuta, José Fernández Chacón, que vivió otro “simétrico” en Melilla veinticuatro horas después.

Desde la balconada principal del Palacio autonómico la comitiva se dirigió a un atestado Salón del Trono, preñado de representantes de la clase política, económica, religiosa y social de Ceuta y de periodistas. Allí, Vivas entregó la Llave de Oro de la ciudad al Rey, al que en su discurso posterior no dudó en señalar como “la figura más importante de nuestra historia contemporánea” y ante el que se esforzó en dejar claro que la Ceuta “pequeña, dulce, marinera y de alma mediterránea” que es y se siente España “no es un problema”. “En esta tierra cuando decimos ‘¡Viva Ceuta!’ estamos diciendo ‘¡Viva España!’ y ‘¡Viva el Rey!’”, concluyó su intervención.

No menos galante, al hacer uso del micrófono el Don Juan Carlos agradeció “de todo corazón” el recibimiento de los ceutíes y pidió que se valorase “desde la normalidad” su viaje, un “compromiso pendiente” que “no quería dejar pasar más tiempo” por satisfacer.

Ya había pasado mucho. Dieciséis años atrás, en 1991, el investigador ceutí Francisco Sánchez envió una carta a Zarzuela advirtiendo de que había terminado un hermoso libro sobre las visitas Reales a Ceuta que no iba a hacer llegar a Su Majestad hasta que pudiese hacerlo en persona. La Casa Real le respondió que tranquilo, que los Reyes tenían previsto viajar “en breve” a la ciudad. Cuando pensaba que no lo verían sus ojos, Sánchez Montoya tuvo su oportunidad, pero aún tendría que esperar unos minutos.

Los que necesitó el presidente Vivas para vivir el momento más curioso, la anécdota más divertida, de la visita. Fue cuando, terminados los discursos, los Reyes volvieron a la calle. Aunque las normas de protocolo decían lo contrario, coinciden Osuna y el presidente, el Rey reclamó su presencia antes de llevar a la esquina del Santuario de Nuestra Señora de África para que le acompañase hasta el Parador La Muralla.

Allí le esperaban 300 invitados [entre ellos el propio Sánchez, que regaló al Rey su volumen tras una exhaustiva revisión “página por página” del equipo de seguridad] para compartir con él pipirrana de gambas y lomo de sama asada preparados por las sabias y experimentadas manos del jefe de cocina, Juan José Gordillo, que en 1970, cuando todavía eran Príncipes de Asturias, ya había servido, en este caso como jefe de partida, a Don Juan Carlos y Doña Sofía.

El menú... y el puro

“Tomaron un menú sencillo, típicamente ceutí, que eligieron entre las alternativas que les ofrecimos”, repasa el cocinero, que aún puede enumerar de memoria todos los ingredientes de cada uno de los platos que preparó auxiliado por cerca de veinte colaboradores. “Para mí es una satisfacción muy grande haber cocinado [desde 1969, cuando llegó al Parador] para los Reyes, para presidentes del Gobierno, para ministros...”, confiesa con humildad y emoción mientras destaca la “suerte” que tuvo por haber estado “justo al lado” del monarca en la foto de familia que se hicieron al final del convite.

“A lo mejor vuelve otra vez, o el Príncipe si le decimos que venga por aquí, para completar la faena”, bromea sobre el futuro Gordillo, que niega rotundamente que los coronados de hoy en día, como sus antepasados, lleven en su equipo conejillos de indias para probar su comida antes de dar cuenta de ella. “Se revisó todo a conciencia, como es natural y su obligación, pero sin sacar las cosas de quicio ni entrar en desconfianzas extremas”, advierte.

Sí fue verdad, o al menos así lo confiesan pidiendo discrección algunos de los presentes, que al terminar el menú el Rey desenfundó un puro y, tras pedir la venia de los presentes, le dio fuego entre el estupor inicial de los más cercanos (entre otros, la ‘temida’ ex ministra de Sanidad, Elena Salgado) y la satisfacción unánime de los fumadores presentes, que se aprestaron a seguir su ejemplo.

Valoración política

“El Rey estaba extraordinariamente satisfecho; tanto él como Doña Sofía se mostraron encantados por el recibimiento recibido y en todo momento se comportaron como lo que son: dos personas que llevan su misión de representar a todos los españoles con extraordinaria dignidad”, resume Gordillo, que como el delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, no duda en asegurar que lo vivido supuso “un antes y un después” para Ceuta.

El utrerano tiene “dos momentos” grabados en la memoria de su estancia en Melilla: la visita de los Reyes y la del presidente del Gobierno. De la primera todavía parece guardar la obsesión de aquellos días por la seguridad. “Fue una alegría inmensa y una sorpresa relativa porque aunque era una firme decisión de Zapatero favorecer este viaje, no voy a ser presuntuoso, no lo esperaba en ese momento”, asume, aunque aventura que el presidente debió de convencerse de que tenía que acelerar el paso tras pasar él mismo por las dos ciudades.

“Para mí ha sido el hito más relevante que he vivido como presidente de la Ciudad: por lo que significa históricamente, por la respuesta unánime del pueblo ceutí y por la posibilidad que se nos brindó para aparecer ante el resto de España como una ciudad moderna, dinámica, hospitalaria, acogedora y, por encima de todo, española”, amplía Vivas, que sin negarlo no es tan espléndido como el portavoz de la Comisión Delegada del PSOE, José Antonio Carracao, en atribuir méritos de este “hito histórico” a su partido, un hecho que, “sin querer entrar en batallas partidistas, creo que es incuestionable”, opina.

Ni en el PP ni el PSOE, Mohamed Ali (UDCE) destaca “lo que supuso, supone y supondrá en términos de estabilidad y de apuesta por el futuro de los ceutíes” de este viaje, que para él permanecerá en la memoria “por la simbiosis que se creó entre el pueblo y los monarcas”. “Había que estar a la altura de las circunstancias y se hizo”, pone de relieve Ali, que aún duda de si es verdad aquello que le dijeron de que el Rey pilotó su helicóptero desde Málaga, tras quedarse con un mensaje para el futuro como lección magistral de los Reyes: “En los temas en los que tenemos que estar unidos por el interés general siempre es bueno remar en la misma dirección. Esa visita fue un punto de inflexión en este sentido”.

*Reserve en su kiosko el DVD que EL PUEBLO TV ha elaborado sobre la visita y que se distribuirá con su ejemplar del próximo miércoles, 12 de noviembre.
 

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