La Reina Doña Sofía habló por primera vez en primera persona
de su viaje a Ceuta y Melilla de 2007 entre el 7 de julio y
finales de septiembre de este año. Fue, como ya se imaginan,
con la periodista Pilar Urbano. Entre homosexuales, negros,
abortos, cuernos y eutanasias, su entrevistadora le puso
sobre la mesa el asunto de las dos ciudades autónomas y de
su viaje del año pasado.
“Vuelvo al tema político”, relata Urbano en un pasaje de su
controvertido libro. “En noviembre de 2007, los Reyes
visitan las únicas ciudades españolas donde todavía no
habían estado en todo el reinado: Ceuta y Melilla. Habían
estado a punto de ir diez años antes, al celebrarse el V
centenario de la conquista de ambas plazas por los Reyes
Católicos [sic], pero Hassan II movió sus hilos y logró que
el presidente francés, Jacques Chirac, disuadiera al Rey
Juan Carlos. Por evitar tensiones, se canceló el proyecto.
«Pero algún día tendré que ir —decía el Rey—, y estoy
deseándolo»”, contextualiza la autora, que recuerda como
“una orgía colorista de banderas españolas” la acogida
“multitudinaria y exultante” que se tributó a Sus
Majestades.
La reacción del rey marroquí, Mohamed VI, a este
acontecimiento no se hace esperar: su ministro de Asuntos
Exteriores llama inmediatamente a consultas al embajador en
Madrid y la crisis diplomática dura un par de meses, hasta
que en enero de 2008 el diplomático regresa a la capital
española “sin oponer condiciones previas”.
Y Doña Sofía entra en escena con voz propia: “Ceuta y
Melilla son España: los territorios, la historia, la
población. Y en nuestra visita toda aquella gente se echó a
la calle con banderas para decir eso: «Somos españoles». Lo
que pasa”, explica, “es que Mohamed, como antes Hassan II,
su padre, cada dos por tres tiene que reclamar y protestar
para que la cuestión siga abierta”. “Como gesto llamativo
que deja contento al pueblo, retira a su embajador en
Madrid”, asume la Reina, “pero, bueno... ya lo sabemos. No
es nada nuevo. Y desde luego, no nos quita el sueño”.
Por lo visto, asegura Urbano, dicho lo dicho en una de las
pocas ocasiones en las que acepta hablar con su
interlocutora de política internacional, Doña Sofía “se
queda tan ancha”, según su interpretación porque “aparte de
la legitimidad histórica, sabe cuál es la importancia
estratégica militar de Ceuta y Melilla, como balconadas de
control defensivo en el Estrecho. Territorialmente, sólo de
Ceuta y Melilla, sin contar las Chafarinas, ni Perejil ni
otros islotes, salen más de cinco gibraltares”.
“Quien no le quita el sueño es el monarca alauita Mohamed.
Como tampoco se lo quitó antes su padre Hassan”, completa
sus alusiones al país vecino Urbano antes de trasladar la
última alusión directa de Doña Sofía al asunto: “Y eso que [Hasan
II] era un hombre listísimo y muy astuto. A mi marido
intentaba tenderle trampas: «Ven, ven a Ceuta o a Melilla, y
yo te monto allí un recibimiento por todo lo alto.» Había
que decirle: «Pero Hasan, ¿cómo vas a recibirme tú a mí en
unas tierras que son mías?»”.
Es, claro, sólo la visión de una parte del dúo Real que se
hizo multitud al pisar África, la mitad que más “impresionó”
por su “inteligencia, influencia, cercanía y viveza” al
secretario de Política autonómica del PSPC, Juan Luis
Aróstegui, que había hecho de su visita a Ceuta una de las
reivindicaciones permanentes de su programa político.
Y no se trata de una paradoja con patas, asegura hoy, un año
después, republicano convencido, el líder de CCOO: “La
visita cumplió su cometido desde el punto de vista político
y su resultado fue el que habíamos previsto: la presencia
del Jefe del Estado en Ceuta fue una repercusión mediática
indudable que sirvió para reafirmar la españolidad de la
ciudad ante el escenario internacional”, dice Aróstegui,
seguro de que ese viaje sirvió para dejar de estar
“escurriendo el bulto” públicamente ante las
reivindicaciones marroquíes.
Con matices, todas las fuentes consultadas coinciden en que
el acontecimiento “marcó” nuestra historia local y supuso
“un antes y un después” para “consolidar una conciencia
ciudadana de formar parte de un pueblo por encima de nuestra
vecindad administrativa”. Seguramente porque, por encima de
todo, la noticia pilló a todo el mundo a contrapié. Se supo
primero, aunque acabaron yendo allí después, en la ciudad
hermana, donde el líder de Coalición por Melilla, Mustafa
Aberchan, tuvo que cancelar deprisa y corriendo el viaje que
tenía previsto realizar a Turquía por esas mismas fechas.
La noticia, claro, corrió como un reguero de pólvora hacia
Ceuta y el líder de la oposición en la Asamblea, Mohamed
Ali, incrédulo aún, telefoneó a mediodía a Presidencia
buscando confirmación el miércoles 31 de octubre. “Sí, el
próximo lunes”.
Horas antes, el jefe de la Casa Real, Alberto Aza, le había
anunciado vía telefónica al presidente Vivas la buena nueva.
“Me causó una gran alegría y una extraordinaria
satisfacción, más por el sentimiento que iba a generar en
muchos ceutíes de todas las edades, ideologías y confesiones
religiosas que por el privilegio de ser el alcalde que los
recibiría”, recuerda en su despacho el líder del Ejecutivo
local, que no tiene empacho en reconocer el papel del
Ejecutivo socialista de Rodríguez Zapatero en el evento, al
que acudió en representación suya la ministra de
Administraciones Públicas, Elena Salgado.
La novedad sorprendió al presidente en el acuartelamiento
del Hacho, donde se encontraba de visita junto a otros
miembros de su Gobierno como Mabel Deu, que lo supo de su
propia boca. “Recibió la llamada poco antes y al terminar la
visita me lo comunicó”, rememora la consejera, que dice
sentir aún la “alegría” de los ceutíes cuando todos lo
supieron. “Creo que se llevaron una magnífica impresión de
nosotros”, se congratula doce meses después.
A las 19.30 horas, la Agencia EFE confirmó la noticia y los
medios pudieron, por fin, contarla: “Los Reyes realizarán
los próximos días 5 y 6 de noviembre de 2007 su primera
visita oficial a Ceuta y Melilla, confirmaron fuentes
oficiales”, rezó el teletipo.
Fue entonces cuando todo el mundo se puso a trabajar. A
buscar banderas, a comprar vallas, a pintar las calles y a
engalanar los balcones. Seguridad, todavía fuera de Ceuta, a
controlar lo visible y lo invisible. Protocolo, a organizar
lo posible y lo imposible. “Nosotros no existimos”, decían
los representantes de la Casa Real, “pero las cosas se hacen
así”, punto, sin alegaciones.
“Zarzuela marca las pautas”
Al margen de todo lo demás el jefe de Protocolo de la
Ciudad, Juan Antonio Osuna, en lo segundo que pensó fue en
la que se le venía encima. “Zarzuela es la que marca,
siempre de forma muy correcta, las pautas y las directrices
de todos los actos: visitar los escenarios, ver los
recorridos, colocar a la prensa, escoger a los
invitados...”, rememora con parsimonia un año después en su
despacho de la Asamblea, como atemorizado aún por el Levante
que azotó el Estrecho los días anteriores, que puso en
riesgo la llegada de vallas y banderas, entre otras cosas.
Pero llegaron, 4.000 metros de tela rojigualda y 1.800 de
vallado, como también lo hizo, el 1 de noviembre, la primera
pataleta de Rabat. Y las portadas de los diarios nacionales.
Y en plena Mochila, por la noche, llegaron los hombres de
Juan Carlos, que los días 2 y 3 se dedicaron a repasar palmo
a palmo todos los metros que pisarían los Reyes. Todo
despejado, ni un cable. Ni por encima, ni por debajo.
“Terminamos de prepararlo todo el domingo [4 de noviembre] a
las dos de la madrugada, pero yo esa noche no dormí”,
recuerda Osuna, que tuvo el privilegio de ver más de cerca
que el común de los ceutíes la visita Real.
Cinco horas en Ceuta
Como sus homónimos de Oriente, Don Juan Carlos y Doña Sofía
llegaron a Ceuta para cumplir sueños y hacerlo rápido.
Aterrizaron poco antes del mediodía soleado que les recibió,
el 5 de noviembre del año pasado, en una ciudad que no
pisaban zapatos Reales desde 1927 y en la que ellos no
habían estado más que en 1970 para asistir al aniversario de
La Legión. Y con los militares se reencontraron, nada más
bajarse de su coche oficial, procedentes del helipuerto en
medio de una caravana interminable de berlinas negras que
hizo el recorrido como un tiro, ante la Comandancia General
militar local. Allí, efectivos de Regulares y otras
compañías le rindieron honores entre las 25.000 personas que
abarrotaban.
Acto seguido, Don Juan Carlos y Doña Sofía se dirigieron,
previo paso ante la Catedral, hacia la escalinata principal
del Palacio autonómico, aquel que su abuelo había inaugurado
80 años antes. Allí le esperaba, inquieta, toda la
Corporación, aunque el Rey, dice Osuna, no exige reverencias
ni contoneos para contentarle. “La norma es hacerlo con
naturalidad y espontaneidad, nos indicó Zarzuela”, recuerda.
Para hablar, tampoco: “Señor, Alteza, Su Majestad... y si
salía de tú, no pasa nada, nos aseguró la Casa Real, porque
ellos sienten cómo se les recibe y cómo se les acoge”,
completa antes de asegurar que aquí lo vivieron “como si
estuvieran en su casa”.
Bastón de mando de la Ciudad en manos del monarca, los Reyes
a la segunda planta de la Asamblea y, desde allí, al balcón,
a saludar a la multitud teñida de rojo y gualda que llevaba
esperando hasta cuatro y cinco horas, con Vivas y Arreciado
a su lado, las televisiones conectando en directo, júbilo
desatado. “Un momento único”, resume el actual delegado del
Gobierno en Ceuta, José Fernández Chacón, que vivió otro
“simétrico” en Melilla veinticuatro horas después.
Desde la balconada principal del Palacio autonómico la
comitiva se dirigió a un atestado Salón del Trono, preñado
de representantes de la clase política, económica, religiosa
y social de Ceuta y de periodistas. Allí, Vivas entregó la
Llave de Oro de la ciudad al Rey, al que en su discurso
posterior no dudó en señalar como “la figura más importante
de nuestra historia contemporánea” y ante el que se esforzó
en dejar claro que la Ceuta “pequeña, dulce, marinera y de
alma mediterránea” que es y se siente España “no es un
problema”. “En esta tierra cuando decimos ‘¡Viva Ceuta!’
estamos diciendo ‘¡Viva España!’ y ‘¡Viva el Rey!’”,
concluyó su intervención.
No menos galante, al hacer uso del micrófono el Don Juan
Carlos agradeció “de todo corazón” el recibimiento de los
ceutíes y pidió que se valorase “desde la normalidad” su
viaje, un “compromiso pendiente” que “no quería dejar pasar
más tiempo” por satisfacer.
Ya había pasado mucho. Dieciséis años atrás, en 1991, el
investigador ceutí Francisco Sánchez envió una carta a
Zarzuela advirtiendo de que había terminado un hermoso libro
sobre las visitas Reales a Ceuta que no iba a hacer llegar a
Su Majestad hasta que pudiese hacerlo en persona. La Casa
Real le respondió que tranquilo, que los Reyes tenían
previsto viajar “en breve” a la ciudad. Cuando pensaba que
no lo verían sus ojos, Sánchez Montoya tuvo su oportunidad,
pero aún tendría que esperar unos minutos.
Los que necesitó el presidente Vivas para vivir el momento
más curioso, la anécdota más divertida, de la visita. Fue
cuando, terminados los discursos, los Reyes volvieron a la
calle. Aunque las normas de protocolo decían lo contrario,
coinciden Osuna y el presidente, el Rey reclamó su presencia
antes de llevar a la esquina del Santuario de Nuestra Señora
de África para que le acompañase hasta el Parador La
Muralla.
Allí le esperaban 300 invitados [entre ellos el propio
Sánchez, que regaló al Rey su volumen tras una exhaustiva
revisión “página por página” del equipo de seguridad] para
compartir con él pipirrana de gambas y lomo de sama asada
preparados por las sabias y experimentadas manos del jefe de
cocina, Juan José Gordillo, que en 1970, cuando todavía eran
Príncipes de Asturias, ya había servido, en este caso como
jefe de partida, a Don Juan Carlos y Doña Sofía.
El menú... y el puro
“Tomaron un menú sencillo, típicamente ceutí, que eligieron
entre las alternativas que les ofrecimos”, repasa el
cocinero, que aún puede enumerar de memoria todos los
ingredientes de cada uno de los platos que preparó auxiliado
por cerca de veinte colaboradores. “Para mí es una
satisfacción muy grande haber cocinado [desde 1969, cuando
llegó al Parador] para los Reyes, para presidentes del
Gobierno, para ministros...”, confiesa con humildad y
emoción mientras destaca la “suerte” que tuvo por haber
estado “justo al lado” del monarca en la foto de familia que
se hicieron al final del convite.
“A lo mejor vuelve otra vez, o el Príncipe si le decimos que
venga por aquí, para completar la faena”, bromea sobre el
futuro Gordillo, que niega rotundamente que los coronados de
hoy en día, como sus antepasados, lleven en su equipo
conejillos de indias para probar su comida antes de dar
cuenta de ella. “Se revisó todo a conciencia, como es
natural y su obligación, pero sin sacar las cosas de quicio
ni entrar en desconfianzas extremas”, advierte.
Sí fue verdad, o al menos así lo confiesan pidiendo
discrección algunos de los presentes, que al terminar el
menú el Rey desenfundó un puro y, tras pedir la venia de los
presentes, le dio fuego entre el estupor inicial de los más
cercanos (entre otros, la ‘temida’ ex ministra de Sanidad,
Elena Salgado) y la satisfacción unánime de los fumadores
presentes, que se aprestaron a seguir su ejemplo.
Valoración política
“El Rey estaba extraordinariamente satisfecho; tanto él como
Doña Sofía se mostraron encantados por el recibimiento
recibido y en todo momento se comportaron como lo que son:
dos personas que llevan su misión de representar a todos los
españoles con extraordinaria dignidad”, resume Gordillo, que
como el delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, no
duda en asegurar que lo vivido supuso “un antes y un
después” para Ceuta.
El utrerano tiene “dos momentos” grabados en la memoria de
su estancia en Melilla: la visita de los Reyes y la del
presidente del Gobierno. De la primera todavía parece
guardar la obsesión de aquellos días por la seguridad. “Fue
una alegría inmensa y una sorpresa relativa porque aunque
era una firme decisión de Zapatero favorecer este viaje, no
voy a ser presuntuoso, no lo esperaba en ese momento”,
asume, aunque aventura que el presidente debió de
convencerse de que tenía que acelerar el paso tras pasar él
mismo por las dos ciudades.
“Para mí ha sido el hito más relevante que he vivido como
presidente de la Ciudad: por lo que significa
históricamente, por la respuesta unánime del pueblo ceutí y
por la posibilidad que se nos brindó para aparecer ante el
resto de España como una ciudad moderna, dinámica,
hospitalaria, acogedora y, por encima de todo, española”,
amplía Vivas, que sin negarlo no es tan espléndido como el
portavoz de la Comisión Delegada del PSOE, José Antonio
Carracao, en atribuir méritos de este “hito histórico” a su
partido, un hecho que, “sin querer entrar en batallas
partidistas, creo que es incuestionable”, opina.
Ni en el PP ni el PSOE, Mohamed Ali (UDCE) destaca “lo que
supuso, supone y supondrá en términos de estabilidad y de
apuesta por el futuro de los ceutíes” de este viaje, que
para él permanecerá en la memoria “por la simbiosis que se
creó entre el pueblo y los monarcas”. “Había que estar a la
altura de las circunstancias y se hizo”, pone de relieve
Ali, que aún duda de si es verdad aquello que le dijeron de
que el Rey pilotó su helicóptero desde Málaga, tras quedarse
con un mensaje para el futuro como lección magistral de los
Reyes: “En los temas en los que tenemos que estar unidos por
el interés general siempre es bueno remar en la misma
dirección. Esa visita fue un punto de inflexión en este
sentido”.
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sobre la visita y que se distribuirá con su ejemplar del
próximo miércoles, 12 de noviembre.
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