Las tradiciones hay que
mantenerlas. Un pueblo que olvida sus tradiciones, borra
parte de su historia. Por supuesto que hay que respetar las
tradiciones de otros países, de otros pueblos, de otras
culturas pero, jamás, aceptarlas y hacerlas nuestras porque
en realidad, no forman parte de nuestra cultura.
Se ha celebrado en nuestra tierra, incluso en algunos
colegios, Halloveen, “los muertos vivientes”, fiesta tomada
de otros países que está adquiriendo gran arraigo en el
nuestro, sin pertenecer a nuestra cultura.
Partiendo de la base, que cada quiqui puede celebrar lo que
le venga en ganas, me quedo con mis tradiciones y prefiero
la “mochila” al Halloveen ese que no me dice, absolutamente,
nada y que no pertenece a mis tradiciones.
Recuerdo de mi época de niñez, cuando se nos hacía una
talega y en ella se introducían varias frutas, castañas,
nueces, naranjas, chirimoyas y el consabido membrillo que te
hacía cada nudo que las pasabas, en ocasiones, ”canutas” al
tratar de traga el bocado que le habías pegado a la
mencionada fruta.
Todos los chavales, con nuestra talega a cuestas, íbamos por
la calle cantando esos de:”Ay mi mochila no se la come el
gallo ni a gallina, que es para mi barriga”. Hasta que
terminábamos de comernos las frutas y regresábamos a casa.
Lógicamente el tiempo avanza y ya ningún chaval sale con su
talega a cuestas cantando la canción. Pero no es menos
cierto, que todo ello, se ha trasladado al campo, donde las
familias se reúnen para comerse la “mochila. La tradición se
sigue manteniendo auque se hayan cambiado algunas formas,
para adaptarse a la época en la que estamos viviendo.
Una de las tradiciones que, poco a poco, se van perdiendo
según avanza la vida es la de acudir el día uno noviembre a
los cementerios a llevar flores a los difuntos. Tradición
que se irá perdiendo cada año más y que terminará por
desaparecer, cuando las personas mayores, por ley natural,
vayan quedando menos dando paso a la juventud. Una juventud
que, por su forma de vivir y ver las cosas, no acudirá a los
cementerios a llevar flores a los difuntos. Sin duda alguna
esa tradición va a desaparecer. Todo es cuestión de tiempo.
Y que conste, que no soy muy dado a llevar flores a los
difuntos, precisamente ese día. El cementerio me impone de
tal manera, que mis visitas al mismo, se pueden contar con
los dedos de una mano y sobran dedos.
La vida, la época actual que nos ha tocado vivir, está
llevando a la juventud por otros caminos, por derroteros,
que pueden acabar con nuestras tradiciones, aceptando las de
otros países que nada tienen que ver con nuestra cultura.
Ahora estamos a las puertas de la Navidad y seguidamente de
los Reyes Magos. La celebración del tío que viene en un
trineo y se cuela por a ventana, me la trae al fresco del
poniente. Para mí, personalmente y en persona, diga lo que
quiera decir el mundo mundial, la única fiesta es la de los
Reyes Magos. Aunque, hoy día, como los niños tienen de todo
se hay perdido la ilusión.
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