El delegado del Gobierno ha
cumplido seis meses en el cargo. Tiempo suficiente para
decir de él que se ha ganado el respeto de los ciudadanos y
que ha conseguido, hasta el momento, entenderse con el
presidente de la Ciudad a las mil maravillas.
José Fernández Chacón y Juan Vivas conectaron
desde el primer día. Es evidente que la simpatía surgió
entre ambos tan pronto como para despertar inmediatamente
una identificación afectiva que se ha ido consolidando con
el paso de los días. Una empatía que, al margen de
particularismos, viene redundando en beneficio de la ciudad.
Las trifulcas desagradan en extremo a Vivas y Chacón. Las
broncas hacen mella en ellos y, por tal motivo, procuran
evitar los enfrentamientos, haciendo que el diálogo
prevalezca siempre como único fin para resolver los
problemas que se van suscitando entre administraciones
regidas por políticos pertenecientes a distintos partidos.
Juegan ambas autoridades, además, con el conocimiento que
tienen de sus respectivas obligaciones y, sobre todo, saben
que el buen talante que se han impuesto en sus relaciones
está siendo tolerado a regañadientes por quienes gustan de
seguir siendo testigos de los muchos y variados
desencuentros que han existido cuando las urnas hicieron
posible una cohabitación como la actual.
Fernández Chacón lo pasó muy mal en Melilla. Verdad que no
necesita demostración. Y es que allí se encontró con la
forma de ser de un Imbroda, Juan José él, que dista
mucho de ser la más idónea para llevarse bien con cualquier
delegado del Gobierno socialista. Me hubiese gustado ver qué
hubiera ocurrido en Melilla si en vez de Fernández Chacón el
presidente de la Ciudad hubiera tenido que vérselas con
Jenaro García-Arreciado en la Delegación del Gobierno.
Seguro que hasta podrían haberse retado a duelo a primera
sangre.
En Melilla, según leo, no ha sentado nada bien que Fernández
Chacón haya dicho que el PP melillense nunca quiso dialogar,
como lo viene haciendo el PP de Ceuta. Declaraciones que han
permitido que el portavoz popular, Daniel Conesa,
achaque el hecho a que el partido socialista melillense está
formado por individuos que sólo quieren sembrar la discordia
y andan siempre dispuestos a torpedear todas las acciones
emprendidas por el gobierno presidido por Imbroda. Y, amén
de recordarle al utrerano que su paso por Melilla fue
funesto, le advierte de que su éxito en Ceuta se debe a que
el partido socialista está prácticamente disuelto.
Como no hay verdades absolutas, algo de razón puede que
lleve Conesa, portavoz de los populares melillenses; pero no
la suficiente para convencernos de que el carácter de
Imbroda no supone un enorme obstáculo a la hora de conversar
con los socialistas a fin de obtener logros para Melilla. Y
es que el presidente melillense, por no ser popular de
origen, trata por todos los medios de hacerse notar como más
del PP que nadie; y para mantener ese prestigio necesita
mirar por encima del hombro a todos los gobernantes
socialistas.
En fin, que gracias a la actitud de Imbroda en Ceuta estamos
disfrutando de un delegado del Gobierno que se entiende con
Vivas de maravillas. Para bien de la tierra. Por supuesto
que sí.
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