Una vez más, la lluvia y el mal tiempo impidieron disfrutar
de un fin de semana de acampada, tradición y costumbres en
el Día de la Mochila. Tanto el monte Hacho como García
Aldave mostraron una apariencia desoladora, de tristeza y
decepción, ya que no llegó a 300 el número de ceutíes que
acamparon en las montañas verdosas de la tierra. Aunque eso
sí, los pocos que se instalaron a pie de monte lo hicieron
con entusiasmo e ilusión ya que cualquier recoveco era bueno
para salvaguardarse del temporal, comerse unos frescos
bocadillos e incluso platos cocinados, sin faltar las bolsas
de castañas, nueces y resto de frutos secos.
Montañas desiertas pero mojadas por la incesante lluvia y un
resplandeciente color verde que endulzaba las miradas, cada
vez más tristes por dejar pasar una celebración como es el
Día de la Mochila por las desventuradas condiciones
climatológicas.
Así se presentó la jornada de ayer en los parajes de García
Aldave y el monte Hacho, casi despobladas de mochileros en
la fecha de Todos los Santos. Claro está que los más
aventureros, en su mayoría jóvenes, decidieron apostar por
una día diferente. Fue el caso de las casi diez acampadas
registradas en García Aldave, concretamente frente al
mirador de Isabel II, el monte de la Tortuga y las pistas
anexas, totalmente enfangadas y bajo un cielo encapotado que
cada vez adquiría un tono más grisáceo.
Deambulando por la zona, las primeras tiendas de campaña. Un
conjunto de 14 jóvenes de entre 15 y 21 años colocando una
enorme lona para albergarse de la lluvia. “Lo importante es
echar un día de campo con los amigos y pasarlo bien porque
vinimos ayer pero era imposible quedarse por el temporal.
Así que hoy hemos traído bocadillos, tortillas de patatas y
muchos frutos secos porque está la cosa como para hacer
fuego”, bromeaba la mochilera Carolina Parada. Sendero
arriba por los caminos movedizos, una excursión de
adolescentes buscaba su hueco para instalarse; todos muy
decididos a pasar la noche bajo la luna y las estrellas y un
entorno de naturaleza viva. “En las mochilas llevamos las
casetas, mucho chocolate, patatas, bocadillos y todo tipo de
frutos secos: pipas, pistachos, castañas, nueces, pasas.
Aunque truene nos vamos a quedar aquí hasta mañana porque
para eso hemos traído música, cartas, parchís y en este día
hay que disfrutar, que es una vez al año”, comentaba la
joven pandilla.
En los aledaños del monte de la Tortuga, en casas
abandonadas, muchos otros hicieron sus apaños y montaron una
fiesta particular. “Nos hemos reunido unos diez colegas y
tenemos aquí nuestro techito, la música en los coches, las
bolsas de frutos secos y estaremos por aquí hasta la
madrugada”, explicaba Carlos ‘Tomate’.
Justo en el piso de arriba, una familia buscava su recoveco.
Por las escaleras, un exquisito aroma a guiso caliente y en
la mesa todo tipo de delicatessen. “Hemos llegado sobre las
nueve y media de la mañana para pasar el día con los niños
pequeños, frutos secos, perdices en escabeche cazadas en
Ceuta y hasta el perro ha querido venir. Si no hubiera
llovido habríamos acampado porque lo venimos haciendo los
sesenta años que tengo”, argumentaba Manuel Chaves. Los más
completos de García Aldave fueron las tres parejas con un
pequeño que aprovecharon otra de las casas abandonadas para
montar su propio chiringuito. Tres casetas de campaña en el
interior del recinto en ruinas, mesas y sillas de playa e
incluso una pequeña barbacoa de carbón vegetal para toda una
acampada de sobresaliente. “Llegamos el viernes sobre las
tres de la tarde, limpiamos todo esto y con cartones y lonas
tapamos los huecos para que no entrase la humedad y lo
cierto es que no hemos pasado ni frío. Unos cinco kilos de
carne para todos, los frutos secos y muchas ganas de
diversión para este Día de la Mochila”, contaba entusiasmado
José Antonio Galán.
En definitiva, más paraguas que fiambreras en un Día de la
Mochila pasado por agua pero que transcurrió con normalidad.
Sin contratiempos graves
“No ha habido ninguna llamada de emergencia importante.
Simplemente algunos coches que han quedado atrapados en el
barro y los hemos sacado. Hemos realizado inspecciones por
la zona pero todo ha transcurrido con normalidad”, informó
Rafael Rodríguez, cabo de servicio del Cuerpo de Bomberos.
Los agentes de Protección Civil mantuvieron la jornada bajo
control a través de los dispositivos de GPS incorporado a
los diferentes vehículos de seguridad y que manipulaban a
través de redes informáticas. “Con ellos damos cuenta de la
longitud y latitud de cada acampada, del número de personas
que en ella se encuentran y controlamos todos los
movimientos por si ocurre algo”, explicó Juan Moreno,
coordinador adjunto operativo. E incluso en Cruz Roja, “sólo
hemos atendido un rasguño y tres lesiones musculares”,
concluyó Isabel Brasero.
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Las familias anónimas consiguieron su objetivo: salir del
fango movedizo
Sabían que la acampada, por las
malas condiciones climatológicas, sería prácticamente
imposible pero la tradición y la ilusión de las pequeñas por
llegar al campo y celebrar el Día de la Mochila no evitó el
intento de acercamiento de estas familias anónimas que
quisieron pasar una tarde en pleno monte pero,
desgraciadamente, el fango impidió la jornada. “Se han
quedado los coches atascados porque el campo está demasiado
mojado”, explicaba entre risas la matriarca. En la
expedición a García Aldave iban tres todoterrenos con un
total de diez personas, de ellas, dos menores locas por una
tarde de juego y dormir bajo el capote de la noche. Nada más
descender por la carretera anexa a la Asociación Betel los
vehículos quedaron atrapados por el fango movedizo teniendo
que llamar al servicio de emergencias. Mientras llegaban los
bomberos, las risas y carcajadas para tomar la situación con
un poco de humor fueron las protagonistas. “Traíamos las
tiendas y todo, incluso los bocadillos preparados. Y al
final, nos hemos quedado sin Día de la Mochila y encima sin
vehículo”, bromeaba una de las mujeres. El cuerpo de
seguridad tardó poco en llegar a los aledaños de Betel para
solucionar la situación pero fue inevitable que los rostros
de las pequeñas no reflejasen tristeza y decepción.
“Teníamos muchas ganas de venir porque el año pasado
dormimos aquí, jugamos todo el día y estábamos esperando”,
lamentaban María y Paola. Todo ello sobre la una de la tarde
aunque afortunadamente, casi una hora después, los gestos de
alegría aparecieron por el Chorrillo. Los todoterrenos,
pitando, y las familias anónimas gritaban: ¡Por fin hemos
salido, ya tenemos vehículo!. Otra anécdota más para no
olvidar una nueva edición del Día de la Mochila.
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