La columna del pasado 28
(“Rebelión en el Rif”) ha levantado su polvareda a un lado y
otro de la frontera. Si para el oficialismo marroquí fui
según parece duro, para algunos lectores españoles obvié “la
ayuda militar española a los rifeños”, idea errónea e
incierta como veremos. En cuanto a la crudeza de lo narrado
y en lo que me reafirmo, cito al respecto la opinión del
escritor marroquí Tahar Ben Jelloun, Premio Goncourt 1987:
“El futuro rey Hassan II, respaldado por el general Ufkir,
ahogaría en sangre la rebelión”.
En cuanto a la rebelión en sí constatemos, en primer lugar,
la implicación directa en ésta del mítico líder rifeño
Mohamed Ben Abdelkrím El Khatabi, cuyo hijo mayor visitó en
mayo de 1958 al rey Mohamed V para advertirle de los
problemas que padecía el Rif y del papel desestabilizador
que estaría desempeñando el Istiqlal, partido de corte
fascistoide que ya había sido denunciado en un agresivo
discurso radiofónico por Abdelhalak Torres en Tetuán quien,
temeroso de la reacción tras sus atrevidas palabras, había
salido para El Cairo donde era embajador del Reino de
Marruecos desde 1957; el mismo Dr. Khatib, artífice del
Ejército de Liberación y recientemente fallecido, había
responsabilizado ante Mohamed V al Istiqlal como responsable
de la delicada situación que atravesaba el país; Khatib y el
capitán Ahardán, líderes del Movimiento Popular (partido de
raíz bereber), fueron más tarde encarcelados 158 días.
En agosto de 1958 aparecen pintadas con vivas al
“Generalísimo” (sic) Franco en varias calles de Tetuán,
antigua capital del Protectorado español, lo que desencadena
una “caza de brujas” en las fuerzas de seguridad marroquíes,
depurándolas de elementos “colaboracionistas” con España; el
24 de octubre de 1958, tres días antes del estallido de la
rebelión en Uelmes donde se encontraban un hijo de Abdelkrím
y un primo suyo de nombre Amuch, el cónsul español en
Marruecos, Sangro, recibía a cinco oficiales del Ejército de
Liberación del Rif solicitándole armamento “para combatir al
Istiqlal, pero no al rey”; hasta a prestigiosos oficiales
españoles como el coronel Francisco Mena, destacado entonces
en la lejana Sidi Ifni hostigada por guerrillas
promarroquíes entre noviembre de 1957 y agosto de 1958, le
llegan propuestas de rifeños para combatir del lado español
“y contra el Istiqlal” a cambio de recibir ayuda. En España,
inicialmente algunos sectores logran equipar un convoy con
ayuda militar “desclasificada” que sale de Madrid y con el
que, a la altura del Cerro de los Ángeles, se cruza el
general manchego Galera Paniagua, a la sazón al frente del
Ejército del Norte de África en proceso de repliegue
(tercera fase) tras el final del Protectorado en 1956 y que
acudía a informar personalmente a Franco. Tras un tira y
afloja, el prestigioso general Galera no tarda en convencer
al entonces Jefe del Estado del absurdo y contrasentido que
supondría equipar militarmente a la rebelión rifeña, pues al
fin y al cabo la misión del Protectorado y por la que tanta
sangre se había vertido era reunificar Marruecos; las tropas
españolas habían combatido siempre en defensa y en nombre
del Sultán. Franco se negó pues, como consta en la
documentación al respecto existente en el ministerio de
Asuntos Exteriores, a facilitar ayuda a la rebelión rifeña.
El Teniente General Galera, por su parte, acuarteló a las
escasas tropas que aun quedaban en la región. Alhucemas era
la base del IV Tercio de la Legión, fundado en octubre de
1950, operativo en mayo de 1952 y trasladado en agosto de
1958 al Sáhara, así como del Grupo de Fuerzas Regulares
Indígenas de Infantería “Rif” nº 8, asentado en Zoco El Had.
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