Si el aburrimiento prevalece en
los plenos es prueba palpable de que el Gobierno está
haciendo las cosas mejor que regular. Pero los hay que
siguen sin percatarse de ese detalle. Y tratan por todos los
medios de exigirle a Juan Vivas que se complique la
existencia ante una oposición que apenas puede levantar la
voz en contra de quienes disfrutan de una mayoría absoluta.
El que una sesión plenaria, como la del jueves pasado,
transcurra de manera tediosa y originando bostezos sonoros a
cada paso, tiene un solo peligro: que algún diputado del PP
se ponga a sobarla de la misma manera que ya le ocurrió al
presidente del consejo de Administración de Radio Televisión
Ceuta. Sí, hombre, fue Jaime Wahnon a quien le cupo
la mala suerte de ser seducido por Morfeo y
entregarse en los brazos de éste, ante la sorpresa y el
disgusto del presidente de la Ciudad.
Me consta que a Jaime no le gusta nada que se recuerde cómo
se dejó llevar por el hastío que reinaba en la sala y se
puso a dormitar con la felicidad que le había producido ver
su sueño realizado: por fin, ya era diputado de la Asamblea.
Un premio que parecía no iba a recibir nunca cual pago a sus
muchos años de militancia en el partido.
Lo que no sabía, entonces, mi estimado Wahnon es que su
dormitar era el mejor favor que le podía hacer al gobierno
del cual forma parte. Ni él ni ninguno de sus compañeros de
bancada, incluido Vivas que estuvo unos días poniendo cara
de estreñido por la mala imagen que creyó había dado el
hombre fuerte de la televisión pública. (rectifico: el
hombre fuerte de la televisión pública, por encima de todos
los gobernantes, sigue siendo Manuel González Bolorino,
todavía). Hasta que, en momento adecuado, alguien le dijo a
Vivas que el primer requisito de un alcalde es ser aburrido.
Y, si es posible, tener la habilidad suficiente para
contagiar el aburrimiento entre propios y extraños.
Y el presidente, que las coge al vuelo, comenzó a darse las
mejores trazas para que en los plenos reinara el sopor por
encima de todo. Y su ejemplo cundió bien pronto: cada vez
que le tocaba intervenir a Inmaculada Ramírez,
portavoz socialista, las palabras de ésta sonaban a nana y
el habitáculo parecía estar acogiendo un concurso de
ronquidos. Y así continúa ella su enorme labor de oposición.
Mohamed Alí, sin embargo, ha tardado más tiempo de lo
previsto en caer en las redes de la pereza, de la rutina,
del decir muchas cosas insustanciales... En suma: de
convertirse en un político a quien le está pudiendo la
monotonía. Aunque, por lo leído y oído acerca del último
pleno, parece ser que sus intervenciones han demostrado que
si no se ha dormido en esta ocasión, será en la próxima
cuando podamos verle estar en siete sueños.
Porque llevar al pleno una moción como la que ha llevado, en
la cual se queja de que en la oficina de su Grupo
Parlamentario no se pueden recibir llamadas telefónicas ni
faxes y además carecen de ordenador, me parece más bien un
asunto de intendencia interna. Y nunca proposición
interesante para exhibirla desde el banco de la oposición.
Lo malo del asunto, créanme, no es que Alí termine imitando
a Wahnon, sino que acabará también por dormir a los
periodistas. Menudo logro el de Juan Vivas y los componentes
de su gobierno.
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